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Más carisma y menos jerarquía, a la luz de la nueva eclesiología

San Josémaría en Roma

Más carisma y menos jerarquía, a la luz de la nueva eclesiología

Una aproximación a los recientes hechos en torno al encaje jurídico del Opus Dei y las Prelaturas personales
Javier García Herrería – 24/08/23 3:51 PM

Contexto de los cambios jurídicos sobre las prelaturas personales

A lo largo del último año muchas personas han seguido con desconcierto algunas acciones del Vaticano relacionadas con el Opus Dei. Son muchas las preguntas que están en el ambiente.

Ciertas interpretaciones periodísticas (como las de Religión Digital y Eldiario.es) aseguran que el Papa, por fin, limita los poderes y privilegios de la institución. En su relato afirman que hay muchos casos de malentendidos entre la Obra y los obispos diocesanos, aunque no parece que puedan poner unos cuantos ejemplos concretos. Sostienen también que el Opus Dei no tiene que estar regido por normas tan rígidas, debe gobernarse de un modo menos jerárquico y evitar los abusos de poder y de conciencia.

Algunas personas opinan que detrás de estos movimientos hay un ajuste de cuentas de los jesuitas. Otros creen que en la Iglesia todavía no se entiende la vocación laical y, por eso, se trata de expulsar a los laicos de la institución.

Todas estas razones podrían explicar algunas cosas sucedidas en estos meses, pero ninguna parece dar razón de todo lo sucedido. Esto es lo que voy a intentar hacer con este texto. Veamos si te convence.

Un documento del Dicasterio de la Doctrina de la Fe

El 14 de marzo de 2016 se publicó una carta del Dicasterio de Doctrina de la Fe (en adelante lo citaré como DDF), entonces presidido por el cardenal Müller. Se trataba de un documento que explicaba la relación entre los dones jerárquicos y los dones carismáticos para la vida y misión de la Iglesia. Como el lector se puede imaginar, un texto de 20 folios, difícil de leer, que no planteaba medidas concretas a corto plazo y cuyo contenido parecía que sólo podía interesar a unos pocos teólogos. Pasó sin llamar la atención en la opinión pública católica.

Seguramente, los lectores que conocen el primer motu proprio que afectó al Opus Dei hace un año, habrán sospechado que el asunto de los «dones jerárquicos y carismáticos» pueda tener que ver con los cambios que el Vaticano pide a la institución. Eso mismo pensé yo cuando conocí este texto. Lo que más me llamó la atención fue que ese pequeño documento tenía una referencia en una nota a pie de página acerca de las prelaturas personales.

Al día siguiente dediqué un par de horas a leer el texto que, como he dicho, no es una lectura ligera. Su contenido me impresionó mucho pues, a mi modo de ver, arroja bastante luz para entender por qué el Papa está tomando determinadas decisiones que afectan al Opus Dei, similares a las que tomó anteriormente respecto a otras instituciones de la Iglesia.

¿Qué dice la carta del Dicasterio de la Doctrina de la Fe?

La carta explica que el Espíritu Santo, desde la época de los apóstoles, ha bendecido a la Iglesia con multitud de dones y estos pueden clasificarse de dos formas, dones carismáticos y dones jerárquicos.

Los dones jerárquicos son concedidos principalmente al Papa y los obispos, que tienen la triple misión de celebrar los sacramentos, enseñar la doctrina y gobernar la Iglesia. Los dones carismáticos son los regalos y gracias que Dios concede a algunas personas e instituciones. Su variedad y riqueza son amplísimas.

Los carismas son un regalo de Dios y la Iglesia celebra su existencia. El documento subraya que los carismas deben estar siempre supeditados al discernimiento que de ellos haga la jerarquía de la Iglesia, es decir, el Papa y los obispos. Una tesis como ésta es perfectamente aceptable y ortodoxa, pues la jerarquía de la Iglesia fue instituida para algo y tiene unas obligaciones y responsabilidades.

Aunque el documento no pone ejemplos concretos, son muchos los casos en que realidades apostólicas que comienzan con fuerza, también generan problemas para algunos de los fieles que se acercan a ellas. En este sentido, es misión de los pastores asegurar la ortodoxia de los carismas y establecer un juicio prudencial que oriente a los fieles, como ha sido costumbre desde el comienzo de la Iglesia. Por este motivo, creo que este documento aparentemente no añadía nada nuevo y es lógico que no llamara la atención.

En la nota al pie de página número 116, en el punto 23 del documento, indica por primera vez cuáles son las realidades carismáticas a las que se refiere el texto: las Asociaciones de fieles, las Asociaciones públicas de fieles, las Asociaciones de fieles «clericales», los Institutos de vida consagrada, las Sociedades de Vida apostólica y las Prelaturas personales.

En general, el documento quiere subrayar que todas las instituciones de la Iglesia deben someterse al discernimiento de la Iglesia y de las autoridades pastorales competentes para cada institución.

Implicaciones del documento para el Opus Dei

Si eres una persona con un conocimiento medio del funcionamiento interno de la Iglesia, esta enumeración de instituciones de la Iglesia tampoco te habrá dicho mucho. Si eres un poco expertillo, puedes advertir que esa lista ha dejado fuera a las iglesias particulares, es decir, a las diócesis, así como a algunas estructuras que se le asemejan (prelaturas y abadías territoriales, vicariatos apostólicos, prefecturas apostólicas y administraciones apostólicas).

Si eres un friki del derecho canónico de nivel premium, sabrás que las instituciones que el documento no considera carismáticas son estructuras jerárquicas de la Iglesia. Este es uno de los asuntos de fondo que atañe al Opus Dei, pues desde 1982 hasta ahora, éste se ha considerado siempre una parte de la estructura jerárquica de la Iglesia, aunque no sea, ni haya querido ser nunca, una Iglesia particular, es decir, una diócesis. Hay toda una discusión entre expertos canonistas sobre si esto puede interpretarse así o no. En mi artículo sobre el primer motu proprio expliqué esto más detalladamente.

Volviendo al documento del DDF, ahora se puede entender que el texto sí dice algo muy relevante, que atañe de modo decisivo al Opus Dei: da a entender implícitamente que la Iglesia -o por lo menos el DDF- no considera a la prelatura personal del Opus Dei como una estructura jerárquica en sentido pleno.

Carisma y jerarquía en el Opus Dei

Teniendo en cuenta lo que hemos visto hasta ahora, se entiende mucho mejor a qué se refería el Papa cuando decía en el primer motu proprio que el Opus Dei debía ser más carismático y menos jerárquico. No se refería a que dentro de la propia institución tuviera que ejercerse un gobierno más flexible, más soft, menos autoritario, etc.

Tampoco se estaba dando a entender que la institución se hubiera alejado del carisma original de san Josemaría. Esa interpretación podría parecer lógica a priori, pero no cuadraba con la idea de que el Opus Dei no fuera fiel a su fundador.

Lo que creo que quería decir el Papa, por lo menos si lo entendemos a la luz del documento del DDF antes mencionado, es que la Obra es una entidad carismática y, por tanto, debe someter la interpretación de su carisma a la que haga la jerarquía de la Iglesia.

Como he dicho antes, este tipo de afirmaciones en general, son lógicas, compatibles con lo que quiso san Josemaría. El Opus Dei tiene por norma trabajar en colaboración con los obispos diocesanos y con su beneplácito.

Bajo la perspectiva interpretativa que plantea el documento del DDF, se entiende mejor que se prohíba que el prelado pueda ser obispo, pues se daría la paradoja de que el Opus Dei estuviera presidido por un obispo, que a su vez debiera obediencia a otro (cosa que solo ocurre con los obispos auxiliares de las diócesis).

Siguiendo con esta línea interpretativa, cabría preguntarse si el movimiento del obispo de Barbastro nombrando -de forma imprevista y sin precedentes- a un nuevo rector en el Santuario de Torreciudad responde a esta línea eclesiológica (visión de la Iglesia). La eclesiología que propone el documento del DDF de 2016 respecto a las prelaturas personales, no creo que dé razón al obispo de Barbastro en este caso, pero quizá pueda servir de excusa para este tipo de acciones, siempre y cuando vengan amparadas desde Roma y no sean únicamente la arbitraria iniciativa de un obispo local.

¿Los laicos forman parte del Opus Dei?

El hecho de que el segundo motu proprio asemeje las prelaturas personales a asociaciones de clérigos tiene sentido desde esta perspectiva; pues, aunque estas realidades asociativas pueden tener laicos de pleno derecho, no son una estructura jerárquica. Lo que se ha hecho con el nuevo motu proprio es explicitar aún más el nuevo encuadre jurídico en el que debe enmarcarse el Opus Dei.

Como es bien sabido, el cardenal Ghirlanda, principal colaborador de Francisco para cuestiones canónicas, sostiene desde hace 40 años que los laicos no son propiamente fieles de una prelatura personal. Al mismo tiempo, como sabe cualquier persona que conozca el Opus Dei, los laicos son una parte esencial y plenamente integrada en la institución. Posiblemente por eso Fernando Ocáriz quiso subrayar esa idea en su comunicado tras el segundo motu proprio, donde recordaba que los laicos son «miembros de esta familia sobrenatural, gracias a una específica llamada vocacional».

En el momento en que se publicó el segundo motu proprio la Santa Sede estaba estudiando los nuevos estatutos enviados por el Opus Dei. De momento, no se sabe cuál ha sido esa propuesta, por lo que este nuevo motu proprio podría ser una forma indirecta a través de la cual la Santa Sede solicita un enfoque preciso, que se adapte a la línea eclesiológica de la que habla el documento del DDF. La mayoría de comentaristas apunta a que los canonistas que están detrás de estas modificaciones entiende el Opus Dei como un fenómeno asociativo, puesto que las prelaturas ahora solo cabe asemejarlas a asociaciones de clérigos.

Teniendo en cuenta esta nueva situación, la nueva propuesta de estatutos deberá buscar una figura jurídica que refleje la vinculación de los laicos al Opus Dei, aunque quizá no formen parte de la prelatura (al igual que ocurría con los sacerdotes diocesanos de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, que son Opus Dei sin formar parte de la prelatura).

En este contexto, el llamado caso Gaztelueta plantea algunas perplejidades pues, según lo que se ha publicado, parece que el Vaticano ha enviado la última documentación sobre el caso a la propia prelatura, en vez de al acusado, que es un laico normal. Visto desde la línea eclesiología de la que venimos hablando, se estaría dando a entender que los miembros del Opus Dei forman parte plenamente de la prelatura y, al estar ésta sometida al poder de la Iglesia, es coherente dirigirse a uno de sus laicos en la medida en que forma parte de la institución. Evidentemente, esta posible interpretación, no quita que en este caso se estén vulnerando gravemente los derechos del acusado.

No puedo asegurar que el caso de Torreciudad y la gestión del de Gaztelueta respondan a la nueva eclesiología, pero sí cuadran con ella y ofrecen una interpretación que permite entender mejor los hechos que están sucediendo.

¿Cuál va a ser el futuro del Opus Dei?

Evidentemente,es muy aventurado profetizar cómo va a acabar la situación canónica del Opus Dei. La incertidumbre actual constituye un riesgo, pero no hay que ser catastrofistas respecto a las consecuencias que vayan a tener los cambios canónicos. El Opus Dei puede pasar a tener otra forma jurídica y que se mantengan las notas esenciales de su carisma. En gran medida esto dependerá de lo que digan los futuros estatutos pendientes de aprobación.

No es descartable que los fieles del Opus Dei tengan que volver a la época en la que san Josemaría aceptaba las aprobaciones jurídicas de la Obra diciendo aquello de «conceder, sin ceder, con ánimo de recuperar».

El hecho de que, hasta ahora, los canonistas y autoridades de la prelatura hayan insistido en que la solución jurídica de 1982 era definitiva ha propiciado que los miembros de la institución puedan ver ahora con aprensión cualquier cambio que se produzca. Por una parte es comprensible, pero por otra no conviene exagerar. El Papa hace estos cambios porque cree que son buenos para el Opus Dei y para la Iglesia, que está siempre guiada por el Espíritu Santo.

La situación jurídica del Opus Dei sin duda es delicada, pero se enmarca en un proceso de reforma emprendido por el Papa. Personalmente, estoy de acuerdo con la visión de muchas personas, e incluso algún obispo, que han mostrado su perplejidad ante la reciente asimilación de las prelaturas personales a las asociaciones de clérigos, porque entiendo que supone desnaturalizar por completo una institución dinamizadora creada por el Vaticano II.

No pongo en duda que el Papa busque el bien de la Iglesia y del Opus Dei, aunque personalmente me sorprende que, para evitar posibles problemas en el futuro, se tomen decisiones tan determinantes con algunas instituciones, mientras que con otras entidades o pastores haya una gran tolerancia ante decisiones muy sorprendentes.

La reacción de los miembros del Opus Dei

A casi toda la opinión pública, tanto dentro como fuera de la Iglesia, le ha llamado la atención la reacción del Opus Dei ante todos estos acontecimientos. Por un lado, la institución ha discrepado públicamente en el caso de Torreciudad, por entender que se trata de un abuso por parte del obispo, pero en el resto de cuestiones la respuesta institucional ha sido de obediencia a lo mandado y respeto a las decisiones del Santo Padre. También la mayoría de sus miembros ha respondido a nivel personal del mismo modo, aunque evidentemente cada uno tenga sus opiniones.

La respuesta institucional y personal de los miembros del Opus Dei se entiende mucho mejor si uno tiene en mente una carta pastoral de san Josemaría fechada en 1943 y revisada en los años 60. Vista a día de hoy, resulta verdaderamente profética:

«Sea la que fuere la forma jurídica que, con el tiempo, tome la Obra, la Iglesia, que es nuestra Madre, respetará el modo de ser de sus hijos, porque sabe que con eso sólo pretendemos servirla y agradar a Dios. Esta es la razón por la que no admitimos, sobre la Iglesia, ni una duda ni una sospecha: ni la toleramos, en otros, sin protesta. No buscamos a la Iglesia los lados vulnerables --por la acción de los hombres en Ella-- para la crítica, como suelen hacer algunos que no parecen tener fe ni amor. No concibo que se pueda amar a la madre, y que se hable de esa madre con despego.

Con el amor desinteresado, hemos de tener una gran confianza: estoy seguro de que se acrecentará en vuestras almas, con la ayuda de Dios, a pesar de las incomprensiones que el Señor quiera permitir, que --insisto-- nunca serán incomprensiones de la Iglesia.

Con este espíritu de confianza filial, recibiremos siempre con gozo y alegría cualquier noticia que nos venga de la Esposa de Jesucristo, también cuando sea dolorosa o pueda parecerlo, a los ojos de personas ajenas a la Obra, ya que sabemos que de la Iglesia no nos puede venir nada malo: diligentibus Deum omnia cooperantur in bonum (Rm 8,28); para los que aman a Dios, todas las cosas son para bien.
Y me atrevo a aseguraros que esta alegría nuestra, a pesar de los pesares, no dejará de causar estupor y sorpresa, y sobre todo edificación, en quienes sin motivo, porque no lo puede haber, esperan de nosotros una reacción distinta».

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