Tucho inventor de la ''Ley de la gradualidad'' una traición al depósito de fe.
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Pero el arzobispo porteño no se dio por vencido. Movió cielos y tierras romanos y, a pesar de su desagrado por lo viajes, se allegó a misma Ciudad Eterna para presionar personalmente, y finalmente consiguió que el Tucho reemplazara a Mons. Zecca en el rectorado de la UCA. Habrá sido por este motivo que, el primer acto de su pontificado, fue nombrar al P. Fernández arzobispo in partibus, es decir, sin diócesis asignada, casi como un premio para él y una humillación para quienes se habían opuesto a sus intenciones. Mons. Tucho es ahora, además de amigo y consejero teológico de Bergoglio, “padre sinodal” y vicepresidente de la comisión que redactará el mensaje final del sínodo.
Ayer brindó una conferencia que pueden leer aquí en la que, entre otras cosas afirma: “El matrimonio cristiano es un «ideal hermoso», pero cuando se habla de «gradualidad» se pretende decir que hay que tomar en consideración «la realidad concreta de las personas que no pueden llegar a aquel ideal», por lo que hay que recordar esa categoría del «bien posible» evocada por Papa Francisco en la “Evangelii gaudium”, a la que hay que aspirar «incluso con el riesgo de ensuciarnos en el lodo del camino».
Pasemos en limpio: a la perfección cristiana a la que todos estamos llamados se llega gradualmente. Es un camino que los místicos dividen en tres etapas. Las mismas virtudes, que son hábitos, se adquieren gradualmente, y a veces lleva años el adquirirlas. Sobre estoy no dudas.
Pero pareciera que Tucho el Teólogo confunde el estado de perfección cristiana o el estado de virtudes adquiridas con el estado de gracia. A la gracia –el Dios Uno y Trino habitando en el alma-, no se llega gradualmente: se llega o no se llega; se posee o no se posee; se encuentra o se pierde. El cristiano está en gracia o está en estado de pecado; nunca la teología católica escuchó que se puede estar “gradualmente” en gracia: media gracia o un cuarto de gracia no son medidas vigentes, hasta ahora.
Lo que pretende hacer el Tucho es explicar por qué un divorciado que contrajo nuevas nupcias civiles y que, por tanto, vive en adulterio, puede comulgar: no ha llegado al grado de “matrimonio perfecto” sino que se está acercando gradualmente a él. Esto quiere decir que su alma en un estado gradual de gracia, inferior al máximo deseable, pero la suficiente para poder recibir la Sagrada Eucaristía sin cometer sacrilegio.
“Cuando Jesús salía para irse, vino un hombre corriendo, y arrodillándose delante de Él, le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?” Jesús le respondió: “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo uno, Dios. Tú sabes los mandamientos: ‘No mates, no cometas adulterio, no hurtes, no des falso testimonio, no defraudes, honra a tu padre y a tu madre.’” (Mc. 10, 17-19)
¿Hace falta la exégesis? El Señor no le dijo al joven rico: “Gradualmente deja de matar; gradualmente deja de cometer adulterio; gradualmente…”. Lo de Mons. Tucho es, a mi entender, lisa y llanamente una falsificación del mensaje evangélico y una traición al depósito de la Fe, tal como la recibimos de nuestros padres.
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