Un día, me contaba un sacerdote amigo, voy a la parroquia a confesar y se me acerca un pobre, comiendo un pastel, para pedirme una limosna. Le contesta, yo puedo darte algo que los demás no pueden, ¿Cuanto tiempo hace que no te confiesas? Mucho. ¿Y si te ayudo te confesarías? Y en medio de una calle peatonal muy transitada, se mete el pastel en un bolsillo de la camisa, y comienza la confesión. …Más
Un día, me contaba un sacerdote amigo, voy a la parroquia a confesar y se me acerca un pobre, comiendo un pastel, para pedirme una limosna. Le contesta, yo puedo darte algo que los demás no pueden, ¿Cuanto tiempo hace que no te confiesas? Mucho. ¿Y si te ayudo te confesarías? Y en medio de una calle peatonal muy transitada, se mete el pastel en un bolsillo de la camisa, y comienza la confesión.
Cuando llevaba un rato, aparece otro pobre, y le dice al sacerdote: ¡A ver cuando los curas se dedican a la atención espiritual de los pobres! Y el sacerdote señala al pobre que se estaba confesando, y le dice: ¡Dile que estaba haciendo contigo! Me estoy confesando.
Creo que fue un Ángel de Dios el que interrumpió, en forma de pobre, para que no se me olvidase en la vida: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.”