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Cardenal Caffarra: es necesario que el pueblo combata por la ley

«Es necesario que el pueblo combata por la ley como por los muros de la ciudad»

Una meditación que parece escrita hoy

[…] «Uniones homosexuales y género. Si fuesen teoría sería más fácil el diálogo», nos dice el cardenal. «Porque las teorías son hipótesis que no temen someterse a la prueba de la falsificación. Por el contrario, son ideología, por eso braman solamente imposiciones y no quiere dialogar con cualquiera».

El 9 junio de 2015 el Parlamento Europeo aprobó una resolución promoviendo la ideología de género y, en consecuencia, las uniones homosexuales como una forma de matrimonio. Días después, el periodista Luigi Amiconi entrevistó al cardenal Carlo Caffarra respecto a esta novedad, cuyo texto transmitimos a continuación, en el que el fallecido pastor no sólo presenta un diagnóstico de la situación, sino que también traza una estrategia y un camino a seguir, para hacer frente a lo que él denomina “obra diabólica”.

El ocaso de una civilización

He hecho una serie de reflexiones a partir de esa moción votada en el Parlamento europeo. El primer pensamiento es éste: estamos en el final. Europa está muriendo, y tal vez ni siquiera quiere vivir más. Porque no ha habido civilización que haya sobrevivido al ennoblecimiento de la homosexualidad. No estoy diciendo el ejercicio de la homosexualidad, sino que digo: al ennoblecimiento de la homosexualidad. Agrego al pasar: algunos podrían observar que nunca una civilización ha sido empujada a afirmar el matrimonio homosexual. Y, en cambio, se debe recordar que el ennoblecimiento [de la homosexualidad] ha sido para significar que era algo superior al matrimonio. En varios pueblos la homosexualidad era un acto sagrado. De hecho, el adjetivo usado por el Libro del Levítico para juzgar el ennoblecimiento de la homosexualidad a través del rito sagrado es: ‘abominable’. Ese ennoblecimiento revestía un carácter sacro en los templos y en los ritos paganos.

"Tan cierto es esto que las dos únicas realidades civiles, llamémoslas así, los únicos dos pueblos que resistieron durante milenios -y en este momento pienso ante todo en el pueblo judío- fueron esos dos únicos pueblos que condenaban la homosexualidad: el pueblo judío y el cristianismo. ¿Dónde están hoy los asirios? ¿Dónde están hoy los babilonios? Y el pueblo judío era una tribu, parecía nada en comparación con otras realidades político-religiosas. Pero la reglamentación del ejercicio de la sexualidad, como por ejemplo la encontramos en el libro del Levítico, se ha convertido en un factor muy elevado de civilización. Ese fue mi primer pensamiento. Estamos en el final.

Satanás contra las evidencias

Segundo pensamiento, de carácter puramente de fe. Frente a hechos de este tipo me pregunto siempre: ¿Pero cómo es posible que en la mente del hombre se oscurezcan las evidencias tan originarias, cómo es posible? Y la respuesta a la que he llegado es la siguiente: en sentido estricto, todo esto es obra diabólica. Es el último desafío que Satanás lanza a Dios creador, diciéndole: "te hago ver que construyo una creación alternativa a la tuya y verás que los hombres dirán: se está mejor así. Le prometes libertad, yo le propongo licencia. Le das amor, yo le ofrezco emociones. Tú quieres la justicia, yo la igualdad perfecta que anula toda diferencia.

Abro un paréntesis. ¿Por qué digo "creación alternativa"? Porque si volvemos al Principio, como Jesús nos pide, si volvemos al diseño original, a como Dios ha pensado la creación, vemos que este gran edificio que es lo creado se sostiene sobre dos columnas: la relación entre el hombre y la mujer –la pareja– y el trabajo humano. Ahora estamos hablando de la primera columna, pero también se está destruyendo la segunda. Vemos, por ejemplo, con cuanta dificultad se puede hablar hoy todavía de la primacía del trabajo en los sistemas económicos. Pero aquí me detengo porque no es el tema de nuestra conversación. Por lo tanto, estamos frente al intento diabólico de construir una creación alternativa, desafiando a Dios en el sentido de que el hombre va a terminar pensando que se está mejor en esta creación alternativa. ¿Se acuerdan de la leyenda del Gran Inquisidor?

“¿Hasta cuándo, Señor?”

El tercer pensamiento me vino en forma de pregunta: “¿Hasta cuándo, Señor?”. Y desde entonces resuena siempre en mi corazón la respuesta que da el Señor en el Apocalipsis. En este libro se narra que a los pies del altar celestial están los muertos a causa de la justicia, los mártires, que dicen continuamente: “¿Hasta cuándo, Dueño santo y veraz, vas a estar sin hacer justicia y sin tomar venganza por nuestra sangre de los habitantes de la tierra?” (cfr. Ap 6, 9-10). Por eso, me viene a la mente decir: ¿Hasta cuándo, Señor, no defenderás tu creación? Y entonces resuena dentro de mí la respuesta del Apocalipsis: “se les dijo que esperasen todavía un poco, hasta que se completara el número de sus consiervos y hermanos que iban a ser muertos como ellos”. ¡Qué gran misterio es la paciencia de Dios! Pienso en la herida de Su corazón, que se ha hecho visible e histórica cuando un soldado abrió [con su lanza] el costado de Cristo. Porque de cada cosa y de cada criatura creada la Biblia dice “y Dios vio que era buena”. Pero al final, al culminar la creación, después de crear al hombre y a la mujer, dice que “Dios vio que todo era muy bueno”. ¡Es la alegría del gran artista! Ahora, esta gran obra de arte está totalmente desfigurada. Y él es paciente y misericordioso. Y a quien le pregunta “¿hasta cuándo?”, él le dice que espere. “Hasta que se complete el número de los elegidos”.

La fuerza del Redentor

"Y aquí está el último pensamiento. Un día, cuando yo era arzobispo en Ferrara, me encontraba en una de las aldeas más remotas, en el delta del Po. Un lugar que parece el fin de la Tierra, en medio de uno de esos meandros que hace el gran río, que va un poco donde quiere antes de ir al mar. A causa de la catequesis encontré un grupo de pescadores, gente que, literalmente hablando, pasa la mayor parte de su vida en el mar. Uno de ellos me hizo esta pregunta: ‘Usted piense al mundo como uno de esos vasos cilíndricos donde ponemos los peces recién pescados, el mundo es esta especie de barril y nosotros somos como peces recién pescados. La pregunta es: ¿la parte inferior de este barril como se llama, qué nombre tiene?’. Yo pensé: éste es un pescador que plantea la pregunta que está al principio de toda la filosofía: ¿cómo se llama el fondo de todas las cosas? Y entonces, muy sorprendido por esta pregunta, le respondí: "el fondo no se llama una cosa; se llama gratuidad y ternura de uno que nos mantiene a todos abrazados’. En estos días he repensado la pregunta y la respuesta que le di a ese viejo pescador, porque me pregunto: ¿todo este intento de desfigurar y destruir la creación tiene una fuerza que finalmente vencerá? No. Pienso que hay una fuerza más poderosa que es el acto redentor de Cristo, Redemptor hominis Christus, Cristo Redentor de los hombres.

La tarea de los pastores y de los esposos

Pero hago otra reflexión, suscitada precisamente por los pensamientos de estos días. Pero yo, como pastor, ¿cómo hago para ayudar a mi gente, a mi pueblo, a mantener la visión original en la mente y en la conciencia moral? ¿Cómo puedo impedir el oscurecimiento de los corazones? Pienso en los jóvenes, en quienes todavía tienen el coraje de casarse, en los niños. Y luego pienso en lo que normalmente se hace en el mundo común cuando se debe enfrentar una pandemia. ¿Qué hacen los organismos públicos responsables de la salud de los ciudadanos? Siempre actúan según dos directrices. La primera es que curan a quien está enfermo y tratan de salvarlo. La segunda, no menos importante y, de hecho, decisiva, es que tratan de entender por qué y cuáles son las causas de la pandemia, con el fin de desarrollar una estrategia de victoria.

En lo que nos interesa y preocupa, ahora la pandemia está aquí. Y como pastor tengo la responsabilidad de curar y de impedir que la gente se enferme. Pero al mismo tiempo tengo el grave deber de iniciar un proceso, es decir, una acción de intervención que requerirá paciencia, compromiso, tiempo. Y la lucha es cada vez más dura. Tanto es así que a veces digo a mis sacerdotes: estoy seguro de que voy a morir en mi cama. Estoy menos seguro qué es le va a ocurrir a mi sucesor, ya que probablemente morirá en la Dozza (la cárcel de Bolonia). Entonces, estamos hablando de un proceso largo y que nos verá comprometidos en un combate duro. Pero, en síntesis, estamos llamados a hacer ambas cosas: intervención pronta y lucha a largo plazo, una estrategia de urgencia y un largo proceso educativo.

¿Pero quiénes son los actores de esto último, es decir, de una empresa para la cual se necesitará tiempo y capacidad de sacrificio? En mi opinión, son básicamente dos: los pastores de la Iglesia, más precisamente los obispos. y los cónyuges cristianos. Para mí éstos serán los que reconstruirán las evidencias originarias en los corazones de los hombres.

Los pastores de la Iglesia: porque existen para esto. Han recibido una consagración dirigida a esto, el poder de Cristo está en ellos. “Son 2000 años que en Europa el obispo constituye uno de los ganglios vitales, no sólo de la vida eterna, sino de la civilización” (G. de Luca). Y una civilización es también la humilde y magnífica vida diaria del pueblo generado por el Evangelio que predica el obispo. Y luego los cónyuges. Porque el discurso racional viene después de la percepción de una belleza, de un bien que se ve delante de los ojos, el matrimonio cristiano.

¿Y respecto a la intervención de urgencia?

Debo confesar que yo mismo me encuentro en problemas. Y esto es porque no raramente me falta el aliado que es el corazón humano. Pienso en la situación entre los jóvenes. Ellos vienen y me preguntan: "¿Por qué tenemos que comprometernos definitivamente, cuando ni siquiera estamos seguros de llegar a querernos bien hasta la noche?". Ahora bien, frente a esta pregunta sólo tengo una respuesta: recógete en ti mismo y piensa qué experiencia hiciste cuando le dijiste a una chica o a un chico: "te quiero bien, te quiero realmente bien". ¿Has pensado en tu corazón: "doy todo de mí mismo a otro, pero sólo por un cuarto de hora o como mucho hasta la noche?". Esto no está en la experiencia del amor, que es un don. Eso está en la naturaleza de un préstamo, que es cálculo.

Ahora bien, si todavía puedes guiar a la persona a esta escucha interior (san Agustín), la has salvado. Porque el corazón no engaña. La gran tesis dogmática de la Iglesia Católica es que el pecado no ha corrompido radicalmente al hombre. Esto la Iglesia lo ha enseñado siempre. El hombre ha hecho desastres enormes, pero la imagen de Dios ha permanecido. Hoy veo que los jóvenes son cada vez menos capaces de este volverse hacia sí mismos. Es el mismo drama de san Agustín cuando tenía la edad de ellos. En el fondo, ¿qué es lo que conmovió a san Agustín hasta el final? Ver a un obispo, san Ambrosio; ver una comunidad que cantaba con el corazón más que con los labios la belleza de la creación -Deus Creator Omnium-, el hermosísimo himno de san Ambrosio.
Hoy es muy difícil esto con los niños, pero para mí ésta es la intervención de urgencia. No hay otra. Si perdemos este aliado, que es el corazón humano –el corazón humano es el aliado del Evangelio, porque el corazón humano ha sido creado en Cristo en correspondencia con Cristo–, decía que si perdemos a este aliado no veo ningún otro camino.

Quiero decir una última cosa. Cuanto más he andado en mi vida, más he descubierto la importancia que tienen en la vida del hombre las leyes civiles, en orden a una buena vida. Entiendo lo que dice Heráclito: "Es necesario que el pueblo combata por la ley como por las murallas de la ciudad". A medida que he envejecido tanto más me di cuenta de la importancia de la ley en la vida de un pueblo. Hoy parece que el Estado ha abdicado de su tarea legislativa, ha abdicado de su dignidad, reduciéndose a ser como una registradora de los deseos de los individuos, con el resultado de que se está creando una sociedad de egoísmos opuestos o de convergencias frágiles de intereses opuestos. Tácito dice: "Corruptissima re publica, plurimae leges". Hay muchísimas leyes cuando el Estado se corrompe. Cuando el Estado se corrompe, las leyes se multiplican. Ésta es la situación actual.

Es un círculo vicioso, porque por un lado las leyes parecen reducirse precisamente a ser una cinta registradora de deseos. Esto genera inevitablemente un conflicto social, de lucha, de supremacía de los más prepotentes sobre los más débiles, es decir, la corrupción de la idea misma del bien común, de la res publica. Entonces se busca remediar con las leyes, olvidando que nunca habrá leyes tan perfectas como para hacer inútil el ejercicio de las virtudes. Nunca las habrá. Aquí, en mi opinión, los pastores tenemos una gran responsabilidad, por haber permitido la irrelevancia cultural de los católicos en la sociedad. La hemos permitido, cuando no la hemos justificado. ¿Cuándo la Iglesia hizo alguna vez esto? ¿Cuándo hicieron esto los grandes pastores de la Iglesia?
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No nos queda más que proponer un pensamiento sobre la jornada del 20 de junio en Roma, donde católicos y no católicos manifestarán por qué se mantiene intacto a nivel legislativo el principio de que el matrimonio es entre un hombre y una mujer y que el derecho de cada niño a tener un padre y una madre, a ser educados y no manipulados con la ideología de género, debe ser salvaguardado de todo deseo de los adultos y de cualquier instrucción estatal.

No dudo para nada en decir que se trata de una manifestación positiva porque, como les decía, no podemos callarnos. ¡Ay si el Señor nos reprochara con las palabras del profeta: perros que no habéis ladrado! Sabemos que en los sistemas democráticos la deliberación política se lleva de acuerdo con el sistema mayoritario. Y me parece bien, porque es mejor contar las cabezas que cortarlas. Pero frente a estos hechos no hay mayoría que me pueda hacer callar. De otro modo, sería un perro que no ladra. Me gusta especialmente, y realmente aprecio que esa jornada se fije sobre esto: sobre la defensa de los niños. El papa Francisco ha dicho que el niño no puede ser tratado como un conejillo de Indias. Se hacen experimentos pseudo-pedagógicos sobre el niño. ¿Pero qué derecho tenemos para hacerlo? La cosa más terrible, la palabra más severa dicha por Jesús, se refiere a la defensa de los niños.

Entonces, para mí la iniciativa romana es algo que se ha hecho absolutamente. Al día siguiente, el Parlamento tal vez apruebe esta ley que reconozca las uniones entre personas del mismo sexo. Que lo haga. Pero que sepa que es algo profundamente injusto. Y debemos decírselo esa tarde en Roma. Cuando el Señor le dice al profeta Ezequiel: "tú llámalos" y parece que el Profeta dice: "sí, pero no me escuchan". Tú llama y al que llamaste será responsable, no tú, porque lo llamaste. Pero si no le llamaras, tú eres responsable. Si calláramos frente a algo así, seremos responsables de esta grave injusticia hacia los niños, que como sujetos de derecho -como toda persona humana- han sido transformados en objeto de los deseos de las personas adultas. Hemos vuelto al paganismo, donde el niño no tenía ningún derecho, era sólo un objeto "a disposición de". Por lo tanto, repito, para mí es una iniciativa que hay que apoyar, no nos podemos callar.

Publicado originalmente el 3 de marzo de 2018 en italiano en: www.totustuus.it/card-caffarra-b…

[Extraído de: www.tempi.it/famiglia-caffar…]

Traducción al español por: José Arturo Quarracino