49:15
malemp
555
RESTAURACION DE LA CULTURA CRISTIANA _John Senior. GRAN LIBRO CATOLICO PARA ESTOS TIEMPOS LA RESTAURACIÓN DE LA CULTURA CRISTIANA _John Senior - Sobre el autor: Nacido en 1923, John Sénior realizó sus …Más
RESTAURACION DE LA CULTURA CRISTIANA _John Senior.

GRAN LIBRO CATOLICO PARA ESTOS TIEMPOS
LA RESTAURACIÓN DE LA CULTURA CRISTIANA _John Senior
- Sobre el autor
: Nacido en 1923, John Sénior realizó sus estudios en Columbia, donde obtuvo el doctorado en filosofía. Se convirtió y fue recibido en la Iglesia en 1960. Pronto que se dio cuenta que su trabajo como profesor en Cornell no daba los frutos que deseaba, por lo que decide trasladarse a la Universidad de Kansas donde un ocupa un cargo de literatura comparada.
A comienzo de los ‘70 inicia con otros dos colegas, en la misma Universidad, un programa llamado Pearson Integrated Humanities Program, IHP, (Programa Integrado de Humanidades Pearson). Los profesores eran católicos, pero el programa no. Su trabajo consistía en enseñar los clásicos y transmitir a sus estudiantes el amor por el conocimiento y el aprecio por el legado de la civilización occidental.
Pero el IHP tuvo el efecto adicional de provocar un alarmante (para algunos) número de conversiones al catolicismo entre ateos, judíos, protestantes y católicos nominales, conversiones que produjeron frutos extraordinarios. Este programa, como era lógico, no era bien visto en ámbitos universitarios donde reinaba el relativismo cultural y un humanismo secularizado. Los tres profesores eran radicales en su doctrina: enseñaban a creer en lo real, a buscar la sabiduría más bien que el conocimiento, a buscar la Verdad, la Belleza y el Bien. “Éramos la generación de la televisión -dice uno de los alumnos. Nuestras vidas estaban fragmentadas, nuestros pensamientos interrumpidos cada diez minutos por los comerciales. Los profesores trataron de tomar todos os fragmentos y formar una pintura completa”.
Las conversiones fueron más de doscientas, y a ellas siguieron las de familiares y amigos. Varios de ellos ingresaron en la abadía benedictina Notre-Dame de Fontgombault, en Francia; otros, son sacerdotes religiosos o seculares; algunos se dedicaron a la enseñanza; un grupo se ha instalado en Gallup, un pequeño pueblo del desierto de Nuevo México, donde, alejados del espanto de la ciudad, viven manteniendo la fe de nuestros padres.
John Senior falleció en 1999.

* * *

Un cristiano desorientado
[2]
Como muchos católicos, me encuentro preocupado y desorientado por esta «noche oscura» de la Iglesia, que la aflige desde hace quince añosinfocatolica.com/…/1505100705-la-r…. Yo duermo, pero mi corazón vigila. Como un maestro de escuela a la antigua usanza, llevo el rumboso título de Profesor, pero no soy experto en teología. El enfoque de este libro es el de un aficionado, alguien que ama la religión sin ser muy religioso. Como un portero, abro la puerta a los demás, y los animo a entrar en habitaciones en las cuales nunca he estado (…).

Cultura cristiana como medio natural donde se da la verdad y la propuesta de Senior

“Como decía Chesterton, el loco no es el que ha perdido la razón, sino el que ha perdido todo excepto la razón. La restauración de la razón supone la restauración del amor, y nosotros no podemos amar sino aquello que hemos conocido porque antes lo hemos tocado, gustado, olido, escuchado y visto. Este encuentro con la realidad exterior engendra naturalmente respuestas interiores, que urgen, que motivan y liberan las energías de la inteligencia y la voluntad, infinitamente más poderosas que la de los átomos. Privados de estas motivaciones, el pensamiento y la acción son sin objeto, a veces ciegos, más frecuentemente mecánicos; son comandados tiránicamente, es decir, desde el exterior. La cultura cristiana es el medio natural de la verdad (…). Lo que yo propongo, no como respuesta a todos nuestros problemas, sino como condición de la respuesta, es algo a la vez simple y difícil: se trata de reinstalar en nuestros hogares “las caricias de una dulce armonía”, a fin de que nuestros hijos crezcan mejor que nosotros

Menos tecnología y más lectura

Como primera medida, destruyan vuestro aparato de televisión. La Iglesia Católica no se opone a la violencia, sino solamente a la violencia injusta. Entonces, destruyan vuestro televisor. Y con el tiempo y el dinero que ahorran en él compren un piano, y restauren en vuestros hogares el gusto por la música, la música cristiana corriente, ordinaria que, en su mayoría, es fácil de ejecutar (…). Por ejemplo, los aires irlandeses o italianos, luego de algunas horas de aprendizaje. De este modo, la familia se reunirá por la noche en el hogar; porque vivirá al unísono, el afecto y el amor renacerán sin pensarlo. No hay nada que desintegre más el amor que los intentos artificiales destinados a favorecerlo, como grupos de encuentro u otras “dinámicas” del mismo género. El amor nace y crece; no puede ser fabricado ni exigido; y, solamente crecerá con las dulces armonías de la música.
La clase más importante de música, en sentido amplio, entendiendo con esto toda expresión cultural, es, por supuesto, la música de las palabras: la poseía y la literatura. La música en sentido estricto, ya sea vocal o instrumental, juega un rol muy importante en la formación de la sensibilidad; y lo mismo ocurre con las artes plásticas. Pero lo que uno lee entra directamente en la inteligencia y por tanto, tiene un efecto mayor. Debemos poner nuestro mayor esfuerzo en restaurar la lectura en la casa y, sobre todo, la lectura en voz alta: junto al fuego del hogar en invierno, y en el porche, en las noches de verano.
Para los chicos más grandes y los adultos la lectura silenciosa, pero todos reunidos en la sala. No es necesario buscar las grandes obras maestras de la literatura que necesitan una lectura analítica y son útiles sobre todo a los especialistas, sino leer lo que podemos llamar los “mil buenos libros”, que tienen que estar en toda biblioteca (…)

¿Televisión sí o televisión no?

Pero, en primer lugar, no seríamos serios en nuestra intención de restaurar la Iglesia y la Ciudad si no tenemos el sentido común de destruir nuestro aparato de televisión. Se dice que la televisión no es buena ni mala. Que es un instrumento como podría ser un revolver: su moralidad depende del uso que se le dé. No es mala per se sino accidentalmente, como dicen los moralistas. Es verdad, pero las situaciones concretas son per se accidentales! La televisión no es mala sólo por accidente, es mala de modo general y determinante. No es cuestión de elegir los mejores programas, de influenciar sobre los productores o los anunciantes, o lanzar un canal propio. La televisión posee dos defectos: su radical pasividad, física e imaginativa, y la distorsión de la realidad. Sentados frente a la pantalla, no ejercitamos nuestra mirada para fijar y seleccionar los detalles, aquello que los poetas llaman “remarcar” las cosas. Ni tampoco ejercitamos nuestra imaginación como nos vemos obligados a hacer cuando leemos metáforas, que nos exigen saltar al “tercer término” sugerido por la juxtaposición de imágenes, y reparar en similitudes y diferencias, capacidades que Aristóteles dice que son uno de los principales signos de inteligencia. La televisión es mala, por tanto, intrínsecamente, como también lo es extrínsecamente. Todo pasa por el filtro laicista de los que tienen el poder. “¡Qué hermoso es ver el Papa!”. Pero ustedes no ven el Papa; ven el Papa visto por los periodistas y su media, a través de sus comentarios, de las elecciones que ellos hacen de lo que van a pasar y de sus montajes.
Toda la televisión está mal orientada porque quienes la dirigen no son solamente no-cristianos sino anti-cristianos. Y no solamente en los programas obviamente malos sino también en aquellos llamados educacionales que son realizados con el mismo fin: extirpar de la cultura, y deformar todo lo que sea cristiano. Aún en algunas emisiones, como reportajes o documentales, programas deportivos o de variedades que, en sí, no tiene nada malo, sí lo tiene el contexto, y es el contexto lo determinante. Y esto no es lo peor; lo peor es el insidioso irrealismo. Me refiero a la cuestión del profesionalismo deportivo. ¡Mi partido de fútbol!, es el grito paterno: Nerón mirando la lucha de gladiadores que se matan entre ellos, mientras beben una insípida cerveza y comen papas fritas. En tanto, los niños se embrutecen escuchando rock en el pasacintas. ¿Les gusta el fútbol? Salgan los domingos y juégenlo con sus hijos.
Acepto el riesgo de pasar por un fanático peligroso, pero repito con toda la calma y seriedad que puedo: deshagámonos de todos estos aparatos mecánicos y electrónicos y restauremos en nuestros hogares la música y la literatura real, viva, simple, cristiana, doméstica. Sé que no es agradable recibir una reprimenda; es más fácil escuchar al profeta cuando critica a los filisteos que viven al otro lado de la calle; pero, como decía Newman, el predicador va muy lejos cuando comienza a llegar a nosotros (…).

No falta fe, falta el gusto por las cosas bellas
No es falta de fe, es falta de música:
nunca han tenido en su hogar aquello que les hubiera formado el buen gusto y el buen sentido.
¿Y qué decir de la lectura en el hogar? Ya nadie lee. El movimiento en favor de los «grandes clásicos» lanzado por la generación que nos ha precedido no pudo alcanzar su cometido. No por culpa de los libros. Ellos eran, como bien decía Matthew Arnold, “lo mejor que se ha pensado y dicho”, pero del mismo modo que el vino se pierde en botellas agrietadas, los libros se perdieron en espíritus que ya no sabían leer (…).