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Sumamente obedientes y golpeados. Las desventuras de los responsables de prensa del Papa

Por Sandro Magister

Hace tres meses, el 1 de marzo, en dos páginas completas de "L'Osservatore Romano", Paolo Ruffini (en la foto) trazó un balance exaltante de los seis años de vida del Dicasterio para la Comunicación del que es prefecto. Exultante también por haber ahorrado a la Santa Sede, en un periodo de cinco años, la belleza de 16,6 millones de euros.

Pero de Francisco no llegó el más mínimo agradecimiento, ni para él ni para los otros copresidentes del dicasterio: desde Andrea Tornielli, director editorial, hasta Andrea Monda, director de "L'Osservatore Romano".

El 24 de mayo, el Papa visitó el edificio que alberga los medios de comunicación del Vaticano. Pero en lugar de celebrar los 160 años del histórico diario pontificio sólo tuvo palabras de reproche para él. El periódico que Jorge Mario Bergoglio prefirió celebrar, inmediatamente después de Pascua, fue "La Gazzetta dello Sport", el número uno de los diarios deportivos italianos, con 125 años, tantos como los Juegos Olímpicos modernos, que se vendió en los quioscos el día de su cumpleaños -el Sábado Santo- con un libro gratuito titulado "El deporte según el Papa Francisco", con una gran entrevista y una carta abierta a un imaginario atleta olímpico.

Desde hace unas semanas, este es el libro que el Papa regala con más frecuencia a sus invitados, editado por don Marco Pozza, capellán de la cárcel de Padua y sin cargo en el Vaticano, pero de hecho el activista predilecto del Papa en el campo de los medios de comunicación, junto con don Dario Viganò, quien volvió plenamente al servicio después de la inhabilitación que le tocó en 2018 por haber falsificado una incómoda carta del Papa emérito Benedicto XVI.

Porque a estas alturas ya se sabe que es el propio Francisco, y no alguien del Dicasterio para la Comunicación, quien inventa cada vez cómo y con quién hacer la noticia. El 31 de mayo, al recibir a directivos deportivos y campeones de baloncesto, abandonó la lectura del texto escrito para hablar en su lugar, con admiración, de “uno que en estos días quedó segundo”, pero besó la medalla en lugar de tirarla, como un verdadero deportista “con un gran corazón”. No dio su nombre, pero unos minutos después estaba con el Papa en todos los medios de comunicación del mundo: Josep Guardiola, entrenador del Manchester City, derrotado dos noches antes por el Chelsea en la final de la Liga de Campeones.

Ese mismo 31 de mayo Francisco recibió en audiencia oficial a Monda, y dos días antes a Tornielli. Pero no deben haber sido conversaciones relajadas. La humillación infligida a ambos y a Ruffini por la visita papal del 24 de mayo a su sede estaba demasiado fresca, hasta el punto de que se corrió la voz de que el prefecto estaba a punto de dimitir.

Todo hermoso, grandioso, organizado, les dijo el Papa, pero la pregunta “que me toca tanto el corazón” es esta otra: “¿Cuántos escuchan la Radio, y cuántos leen 'L'Osservatore Romano'?”. Ustedes son como “la montaña que da a luz al ratón”.
Ruffini, en su balance de los seis años de vida del Dicasterio, le dio algunas cifras sobre la circulación. Y en efecto, no son cifras explosivas. Vatican News, el “hub” en el que se ha fusionado Radio Vaticano, en 43 idiomas, declara un promedio de 21 millones de páginas leídas al mes, lo que significa que sus usuarios únicos son muchos menos. "L'Osservatore Romano", en 7 idiomas, tiene apenas 21.500 lectores diarios, y casi todos son digitales, porque hay poco más de mil ejemplares en papel, distribuidos en su mayoría en el Vaticano.

Francisco lo sabe. Y lo compensa a su manera y con sus hombres. Prefiere salir en la portada de “Vanity Fair"” o en “Vogue”, o en la “Gazzetta dello Sport”. O en horario de máxima audiencia en el Canal 5, el buque insignia de la televisión privada italiana. O en Netflix y Discovery, en una doble serie de películas.

El 24 de mayo por la tarde, después de la visita matutina de castigo al Dicasterio para la Comunicación, el Papa se dirigió al atrio de la sala de audiencias para saludar -en beneficio de la televisión- al centenar de indigentes y refugiados a los que poco antes había hecho proyectar el documental “Francisco”, del director estadounidense Evgeny Afineevski, famoso por haber puesto en boca del Papa que “las personas homosexuales tienen derecho a una familia”.

En realidad, Francisco nunca dijo estas palabras, las cuales fueron astutamente editadas a partir de fragmentos de una entrevista televisiva anterior que nunca se emitió. El pasado mes de octubre, cuando se presentó el documental en el Festival de Cine de Roma, los medios de comunicación del Vaticano ignoraron por completo la noticia y la consiguiente polémica. La Secretaría de Estado transmitió confidencialmente a los nuncios una nota correctiva. Pero el Papa recibió al director en una audiencia festiva, con una torta de cumpleaños, y le felicitó por escrito.

Tornielli tiene un vínculo de amistad con Bergoglio que se remonta a antes de su elección como Papa. Ruffini es el profesional al que el propio Papa puso al frente del Dicasterio, recibiendo de él obediencia total y deferencia. El jesuita Antonio Spadaro, el más escuchado de sus consejeros, le recomendó encarecidamente a Monda y le ofreció como regalo, entre los muchos actos de devoción, la puesta en marcha de la visita a su amiga la poeta judía Edith Bruck. Nada justificaría el trato humillante que Francisco infligió a los tres.

“Pero al Papa le gusta así”, tituló Settimo Cielo hace cuatro meses un reportaje sobre los "comunicadores del Vaticano en plena confusión". Con una lista detallada de sus penúltimas y desafortunadas desventuras.

repubblica.it/…ati-le-disavventure-degli-addetti-stampa-del-papa/

Traducción al español por: José Arturo Quarracino