Argumentos filosos: Viganò refuta a Ratzinger y Sarah sobre la “reforma de la reforma”
Sus autores sabían que los obispos “conservadores” interpretarían ambos en forma católica, mientras que la verdadera intención y el resultado eran todo menos eso. Viganò hace una pregunta reveladora:
“¿Han visto alguna vez a un sacerdote que celebre el Novus Ordo con el altar de cara a Dios, enteramente en latín, vistiendo la casulla (romana) y distribuyendo la Comunión en el comulgatorio, sin que esto despierte la ira de su obispo y de sus hermanos, aunque, estrictamente hablando, esta forma de celebrar sería perfectamente legítima?”.
Algunos sacerdotes han intentado ciertamente hacer esto, pero han sido tratados “peor que los que celebran habitualmente la Misa Tridentina”, subraya Viganò.
Está en desacuerdo con Ratzinger, Sarah y otros que abogan por un “renacimiento litúrgico” gradual de la Misa Nueva. Para Viganò, tales intentos utilizan un disfraz para hacer presentable el impresentable Nuevo Rito. Hace la pregunta obvia: “¿Qué sentido tiene celebrar el Novus Ordo hacia Dios, cambiando las oraciones del Ofertorio y distribuyendo la Comunión en la lengua, cuando la Misa romana siempre ha previsto esto?”.
La “reforma de la reforma” parte para Viganò de los mismos presupuestos erróneos que animaron los cambios después del Vaticano II, cuando se modificó la liturgia “a voluntad” y se “modernizó” y desvirtuó el venerable Rito Romano. Recientemente, la “reforma de la reforma” ha querido vestir el Nuevo Rito “para que parezca lo que no es ni quiere ser”, declara Viganò.
En el primer caso, esto obligaba a una reina [= el Rito Romano] a usar zuecos y a vestirse con harapos; en el segundo, se hacía que un plebeyo [= el Rito Nuevo] llevara una tiara real sobre el cabello alborotado o se sentara en un trono con un sombrero de paja. Detrás de estos intentos se encuentra para Viganò algo que estos prelados no se atreven a confesar: “el fracaso del Concilio y más aún de su liturgia”.
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