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NO MATARÁS: (VIDA HUMANA, ABORTO Y EUTANASIA) 1. "La vida humana es sagrada porque desde su inicio implica 'la acción creadora de Dios' y siempre está en una relación especial con el Creador, su único …Más
NO MATARÁS: (VIDA HUMANA, ABORTO Y EUTANASIA)

1. "La vida humana es sagrada porque desde su inicio implica 'la acción creadora de Dios' y siempre está en una relación especial con el Creador, su único propósito. Solo Dios es el Soberano de la vida desde su comienzo hasta su fin: nadie, bajo ninguna circunstancia, puede reclamar el derecho de matar directamente a un ser humano inocente". Con estas palabras, la Instrucción Donum vitae expone el núcleo de la revelación divina sobre la sacralidad e inviolabilidad de la vida humana.

La Sagrada Escritura ordena al hombre el mandamiento divino "no matarás" (Éxodo 20:13; Deuteronomio 5:17). Este mandamiento, como ya he mencionado, se encuentra en el Decálogo, en el corazón de la Alianza que el Señor establece con el pueblo elegido. Sin embargo, ya estaba presente en la alianza original de Dios con la humanidad después del diluvio, causado por la propagación del pecado y la violencia (Génesis 9:5-6).

Dios se declara como el dueño absoluto de la vida del hombre, creado a su imagen y semejanza (Génesis 1:26-28). Por lo tanto, la vida humana tiene un carácter sagrado e inviolable, que refleja la inviolabilidad misma del Creador. Es por esto que Dios se convierte en un juez severo ante cualquier violación del mandamiento "no matarás", que es la base de la convivencia social. Dios es el defensor del inocente (Génesis 4:9-15; Isaías 41:14; Jeremías 50:34; Salmo 18:15). De esta manera, Dios demuestra que "no se deleita en la destrucción de los vivientes" (Sabiduría 1:13). Solo Satanás puede encontrar gozo en ello, ya que la muerte entró en el mundo debido a su envidia (Sabiduría 2:24). Satanás, quien es "homicida desde el principio" y también "mentiroso y padre de la mentira" (Juan 8:44), engaña al hombre y lo lleva al pecado y la muerte, presentándolos como logros o frutos de la vida.

2. El mandamiento "no matarás" tiene un contenido negativo claro: marca un límite que nunca debe ser traspasado. Sin embargo, implícitamente, también conduce a una actitud positiva de respeto absoluto por la vida, fomentando su promoción y progreso a través del amor que se da, acoge y sirve. El pueblo de la Alianza, aunque lentamente y con contradicciones, ha ido madurando gradualmente en esta dirección, preparándose para la gran enseñanza de Jesús: el amor al prójimo es un mandamiento similar al amor a Dios. "De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas" (Mateo 22:36-40). Como señala San Pablo, "los preceptos... no matarás... y todos los demás se resumen en esta fórmula: 'Amarás a tu prójimo como a ti mismo'" (Romanos 13:9).

3. Jesús, el Hijo de Dios encarnado, revela plenamente el significado y el alcance del mandamiento "no matarás". Él nos enseña que no solo está prohibido quitar la vida de otro ser humano, sino que también debemos amar y respetar a nuestros prójimos, incluso a nuestros enemigos. Jesús nos muestra que el amor es la ley fundamental que gobierna nuestras relaciones con los demás, y el amor excluye cualquier forma de violencia, odio o desprecio hacia el prójimo.

En el Sermón del Monte, Jesús dice: "Habéis oído que se dijo a los antiguos: 'No matarás', y todo aquel que mate será reo de juicio. Pero yo os digo que todo aquel que se enoje con su hermano, será reo de juicio" (Mateo 5:21-22). Jesús eleva el mandamiento "no matarás" a un nivel más profundo, no solo se trata de evitar el acto físico de quitar la vida, sino también de purificar nuestros corazones de todo resentimiento, ira y odio que puedan llevar a la violencia.

Jesús también nos enseña el valor de la reconciliación y la misericordia. Nos insta a perdonar a aquellos que nos han hecho mal y a buscar la paz en lugar de la venganza. En el contexto del mandamiento "no matarás", Jesús nos dice: "Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda" (Mateo 5:23-24).

4. El respeto y la protección de la vida humana desde su concepción hasta su fin natural son fundamentales para la ética cristiana. Esto implica rechazar cualquier forma de violencia, incluido el aborto, la eutanasia, la pena de muerte y la guerra injusta. La vida humana es un don sagrado dado por Dios, y solo Él tiene el poder de darla y quitarla.

La Iglesia Católica enseña que el aborto es un acto intrínsecamente malo porque directamente quita la vida de un ser humano inocente en su etapa más vulnerable. La vida humana comienza en el momento de la concepción, y cualquier intento de interrumpir ese proceso es una violación grave del mandamiento "no matarás". La Iglesia defiende la dignidad y los derechos de todos los seres humanos, incluidos los no nacidos, y trabaja para promover alternativas al aborto, como el apoyo a las mujeres embarazadas, la adopción y la educación sobre la vida.

En cuanto a la eutanasia, la Iglesia sostiene que la vida humana debe ser respetada y protegida hasta el momento natural de su fin. La decisión de poner fin a la vida de una persona no puede ser tomada por otros, ni siquiera por la propia persona, ya que pertenece únicamente a Dios. En su lugar, se debe brindar cuidado y apoyo adecuados a las personas que sufren y están al final de su vida, proporcionándoles alivio del dolor y acompañamiento compasivo.

5. La pena de muerte también es un tema controvertido desde la perspectiva ética cristiana. Si bien la Iglesia reconoce el derecho legítimo de los estados a defender la vida y la seguridad de sus ciudadanos, también enseña que el recurso a la pena de muerte debe ser muy excepcional, si no es que prácticamente inexistente, debido a los avances en los sistemas penales modernos que permiten la protección efectiva de la sociedad sin recurrir a la ejecución de los criminales.

La Iglesia promueve una visión más amplia de la justicia y busca fomentar la rehabilitación y la reconciliación en lugar de la venganza y el castigo extremo. Reconoce la posibilidad de redención y conversión incluso en aquellos que han cometido los crímenes más graves y aboga por un sistema de justicia que priorice la restauración y la sanación en lugar de la retribución puramente punitiva.

6. Por último, la ética cristiana también aboga por la promoción de la paz y la resolución pacífica de los conflictos. La guerra injusta y la violencia armada son incompatibles con los principios del amor, la justicia y la solidaridad cristiana. La Iglesia defiende el diálogo, la negociación y la diplomacia como medios preferidos para resolver las diferencias entre las naciones y los grupos.

En resumen, la ética cristiana sostiene que la vida humana es sagrada y debe ser respetada y protegida en todas sus etapas y circunstancias. El mandamiento "no matarás" se extiende más allá del acto físico de quitar la vida y abarca el rechazo de toda forma de violencia, odio y desprecio hacia el prójimo. Jesús, en su enseñanza y ejemplo, nos muestra el camino del amor, la reconciliación y la misericordia como respuesta al mandamiento "no matarás".