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Angelo Lopez
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El Exorcista, la Verdadera Historia. Por eso vino Jesucristo al mundo, para Vencer al maligno. Documental que presenta el caso real, en el que se basó la historia de la película "El Exorcista". El …Más
El Exorcista, la Verdadera Historia.

Por eso vino Jesucristo al mundo, para Vencer al maligno.
Documental que presenta el caso real, en el que se basó la historia de la película "El Exorcista". El Exorcista es una de las películas más renombradas en el mundo del cine de terror, sin embargo, pocos saben que este filme se basa en un caso real. Tanto nos ha amado Dios que llegó a entregarnos, por el sacrificio, a su Hijo... que nos amó y se entregó por nosotros» (Jn 3,16; Gál 2,20).
Isaías 52,13-53.12: Él fue traspasado por nuestras rebeliones. El cuarto cántico de Isaías sobre el Siervo de Dios nos presenta al Mesías como Víctima vicaria y solidaria, machacada por nuestros pecados. Varón de dolores; castigado y herido por nuestras iniquidades.

–Con el Salmo 30 decimos: «A Ti, Señor, me acojo, no quede yo nunca defraudado; Tú eres justo, ponme a salvo. A tus manos encomiendo mi espíritu; Tú, el Dios leal, me librarás»

–Hebreos 4,14-16; 5,7-9: Experimentó la obediencia y se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen. Es una proclamación del Sacerdocio Mediador de Cristo, el Inocente, el Hijo muy amado, Víctima de nuestros pecados. Por ello es causa de salvación para cuantos creen en Él.

–Juan 18,1-19,42: Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. La meditación de la Pasión evoca los acontecimientos del Calvario. No interesa tanto lo anecdótico de los sucesos, cuanto la obediencia, el Amor victimal y la inocencia redentora con que Jesús nos amó y se entregó por nosotros. Oigamos a San Agustín:

«Marchaba, pues, Jesús para el lugar donde había de ser crucificado, llevando su cruz. Extraordinario espectáculo: a los ojos de la piedad, gran misterio; a los ojos de la impiedad, grande irrisión; a los ojos de la piedad, firmísimo cimiento de la fe; a los ojos de la impiedad documento de ignominia; a los ojos de la piedad, un rey que lleva, para en ella ser crucificado, la cruz que había de fijarse en la frente de los reyes; para los ojos de la impiedad, la mofa de un rey que lleva por cetro el madero de su suplicio. En la Cruz había de ser despreciado por los ojos de los impíos, y en ella ha de ser la gloria del corazón de los santos, como diría después San Pablo: “No quiero gloriarme, sino en la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo” (Gál 6,14). Él recordaba su cruz llevándola sobre sus hombros; llevaba el candelabro de la lucerna encendida, que no debía ser puesta debajo del celemín» (Tratado 119,1 sobre el Evangelio de San Juan).