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Monseñor Gustavo Zanchetta, el McCarrick argentino de Bergoglio - Por José Arturo Quarracino, Buenos Aires

Por José Arturo Quarracino, Buenos Aires
18 de febrero de 2019

Como ya se anunció oficialmente a través de la Congregación para la Doctrina de la Fe y se divulgó “urbe et orbi”, el ex cardenal Theodore McCarrick fue reducido al estado laical, es decir, desde ahora en más es "Mr." Theodore McCarrick, "señor" McCarrick.

Quiérase o no, el caso le ha explotado en las manos y en la cara al papa Francisco, dado el encubrimiento que le supo brindar a este triste y escandaloso personaje, maniobra puesta en evidencia por el famoso Testimonio¸ el primero, del arzobispo Carlo Maria Viganò en agosto del año pasado, con los datos demoledores que presentó y que nunca fueron refutados por Francisco ni tampoco por ninguna instancia vaticana. Y tal como computa diariamente Marco Tosatti en su blog Stilum Curiae, el silencio del Papa sobre la denuncia del ex nuncio en Estados Unidos ya lleva 168 días. Como dice un antiguo refrán español, “el que calla otorga”.

En el día de ayer el vaticanista Marco Tosatti ha advertido que el papa Francisco se desentendió de esta denuncia y que no le dio importancia, tal como lo ha dado a conocer el escritor francés Frederic Martel, en su libro recientemente publicado, Sodoma: poder y escándalo en el Vaticano, en el que afirma que el entorno que rodea al papa Francisco “le indicó que Francisco ‘fue informado inicialmente por Viganò que el cardenal McCarrick había tenido relaciones homosexuales con seminaristas mayores de edad, lo cual no era suficiente a sus ojos para condenarlo” [1].

Otro antiguo refrán español afirma que “el que siembra tormentas, cosecha tempestades”. El ahora señor McCarrick supo sembrar tormentas durante muchísimos años, con su conducta depredadora, ahora le llegó el tiempo de la cosecha y la tempestad lo dejó al descubierto, totalmente desprotegido y abandonado, incluso por sus hasta ahora protectores y encubridores en su país natal y en la Santa Sede, sin ningún escudo con el que pueda atajar los próximos embates judiciales que seguramente le sobrevendrán.

Pero como bien han puesto en evidencia Riccardo Cascioli y Marco Tosatti, entre otros, la ejemplar medida de reducción al estado laical se tomó en persona contra Theodore McCarrick, pero al mismo tiempo en la Santa Sede pareciera que se ha dado luz verde a la línea “política depredadora” del hoy caído en desgracia, visto el reciente nombramiento del Camarlengo vaticano.

Típica e histórica maniobra bipolar en Jorge Mario Bergoglio, como es condenar una acción repudiable desde todo punto de vista, y al mismo tiempo promover personajes que están en línea con la acción condenada.

Y llama mucho la atención la inversión del antiguo principio pastoral-moral cristiano, según el cual “la Iglesia condena el pecado, pero no el pecador”. En este caso en particular, no ha habido la más mínima piedad ni misericordia para el ex purpurado, se lo arrojó a la calle a una edad más que avanzada. En su condición de sacerdote, McCarrick bien podría haber sido enclaustrado y obligado a llevar una vida de oración y penitencia, como se ha hecho en casos similares. Pero parece ser que cuando se corre el peligro de manchar la sotana papal, no hay misericordia que valga.

En Argentina, pasó desapercibida una noticia que puede desembocar en lo que llamaríamos el caso “McCarrick argentino”.

El 12 de febrero se hizo público que la Fiscalía Penal de Violencia Familiar y de Género, de la ciudad de Orán, en la provincia de Salta, había comenzado a actuar de oficio en la causa contra el ex obispo Gustavo Zanchetta, por presuntos abusos sexuales. Pero además el Procurador general de la Provincia, el doctor Pablo López Viñals, dispuso que esta investigación sea acompañada por la Unidad de Delitos contra la Integridad Sexual. A todo esto se acaba de agregar una nueva denuncia penal contra Zanchetta, por parte de un damnificado, quien sería miembro de la congregación religiosa que dirigía el ex obispo (ver El Tribuno de Salta, “Ya hay denuncia penal contra Zanchetta”, 12 de febrero de 2019 ).

Es decir, el caso Zanchetta desbordó las paredes de la Iglesia y ha comenzado a recorrer el camino de un proceso judicial civil y penal, fuera del ámbito de la Iglesia, que es lo mismo que pasó hace unos meses con McCarrick en Estados Unidos y que desembocó primero en su degradación cardenalicia y ahora en su expulsión de la Iglesia jerárquica para ser un simple fiel, a partir del momento que su caso llegó a las instancias judiciales civiles.

El problema es que Francisco, como Papa, heredó el “paquete” McCarrick, aunque luego lo encubrió, según testimonio de Carlo Maria Viganó. Pero Zanchetta es “creación” del mismo Francisco, fue uno de sus primeros nombramientos para la Iglesia universal, e indudablemente era, ¿hasta ahora?, su protegido, lo que quedó demostrado por su inexplicable encumbramiento en la APSA vaticana.

Un ejemplar sacerdote argentino, monseñor Gustavo Podestá, ex profesor de la Universidad Católica Argentina, de la estirpe de los clérigos que han dedicado y ofrendado su vida al servicio de Jesucristo y de su Iglesia, que no se ha servido de ésta para lucimiento personal, pronunció una histórica homilía[2], a causa de un escándalo público, en el año 2005, de acciones homosexuales por parte del entonces obispo de Santiago del Estero, monseñor Juan Carlos Maccarone (+), filmadas con una cámara oculta en el dormitorio del prelado, acontecimiento que le costó su jubilación anticipada como obispo y su posterior reclusión en una casa de Don Orione en Argentina, hasta su fallecimiento, sin ser reducido al estado laical[3].

En la mencionada homilía, monseñor Gustavo Podestá se refirió al ritual de degradación de un sacerdote o de un obispo en casos como éstos, ritual que formaba parte del Pontifical Romano anterior al Concilio Vaticano II, y que si bien no está incorporado al nuevo Pontifical, no ha sido derogado.

Recuerda monseñor Podestá que cuando el crimen era público, la Iglesia castigaba públicamente al culpable de ese crimen. El ritual se ejecutaba en las escalinatas que llevaban a las puertas del templo, y allí el Obispo celebrante comenzaba recitando la oración-fórmula por la que se anunciaba la privación de todos los cargos y oficios y su deposición y degradación.
A continuación -en caso de un obispo- el Obispo retiraba la mitra de la cabeza del reo, despojándolo de su dignidad pontifical. Luego le retiraba de sus manos un evangelio, significando el estado de indignidad en que había caído y que le impedía continuar predicándolo. A continuación le retiraba el anillo, que significaba la fidelidad que había jurado a la Iglesia de Dios y que había traicionado. Posteriormente, le era retirado el báculo, para que no se atreviera más a ejercer el oficio de dirigir.

Y por último, con un vidrio sin filo, en primer lugar se raspaban simbólicamente los dedos y las manos del degradado, para significar la privación de su bendición sacerdotal y de su unción episcopal; en segundo lugar, se pasaba el vidrio por la frente, para significar que se borraban la consagración, la bendición y la unción se le había conferido al obispo caído en desgracia.
Una vez concluido el ritual, se exhortaba al degradado a que hiciera penitencia y se arrepintiera, y en caso de que hubiera cometido un delito se lo entregaba al fuero civil.

Advierte monseñor Podestá que hace mucho tiempo que ese ritual no se ha ejecutado, “porque no era fácil que ningún obispos sinvergüenza se aviniera a someterse libremente a la degradación”, aunque “no sería malo que de vez en cuando se utilice”.

En definitiva, con o sin ritual de degradación pública, ¿monseñor Gustavo Zanchetta correrá el mismo destino que el ahora señor Theodore McCarrick? Todo parece indicar que sí, con grave perjuicio para el obispo de Roma, quien lo apadrinó y “defendió” hasta ahora, al formar parte de su círculo de amigos y protegidos. Como si la gravedad de un pecado dependiera de la cercanía o lejanía que se tiene con el obispo de Roma o con cualquier otro obispo o cardenal, no de la materia del acto.

Parece que muchos han olvidado las palabras de Nuestro Señor Jesucristo, cabeza y jefe indiscutido de su Iglesia: “Porque no hay nada oculto que no se descubra algún día, ni nada secreto que no deba ser conocido y divulgado” (Lc 8, 17).

[1] En www.marcotosatti.com/…/clamoroso-sodom…
[2] Se la puede leer completa en infovaticana.com/…/imperdible-docu…. Al día siguiente de predicar en Misa esta homilía, monseñor Gustavo Podestá fue obligado a retirarse de la parroquia en la que ejercía su ministerio sacerdotal y después fue jubilado como docente de la Universidad, sin poder conservar vínculos con la institución después de su retiro. Todo ello por orden del entonces vicario general de la arquidiócesis de Buenos Aires, monseñor Joaquín Mariano Sucunza. El arzobispo en ese momento era el cardenal Jorge Mario Bergoglio.
[3] El caso de monseñor Maccarone tuvo amplia repercusión, no sólo por la acción en sí – mantener relaciones homosexuales con un joven de 23 años-, sino porque era la primera vez que un obispo caía en desgracia por este tipo de acción. En ese momento desde varias instancias eclesiásticas se intentó amortiguar el impacto de las acciones de monseñor Maccarone, denunciando operaciones políticas y de inteligencia por parte del gobierno provincial, con el que el prelado estaba enfrentado. Pero se comprobó que lo filmado era auténtico, más allá del contexto en el que se lo produjo.