by Webmaster Category: campos de trabajo, noticias generales0 comments Abidjan, 13 de junio. Nos levantamos a las ocho y bajamos a desayunar. A pesar de las nuevas condiciones climatológicas en las que nos encontramos, hemos conseguido dormir largo y tendido debido al cansancio acumulado del día anterior.
Una vez acabamos de desayunar, nos dedicamos a recoger la casa tal y como nos han enseñado durante doce años:”Trata a los demás como te gustaría que te tratasen a ti”.
Cuando estuvieron cargados los autobuses nos dirigimos a Niere, centro del Opus Dei en Costa de Marfil, para que don Juan Jolín nos celebrase la misa y para comer. Cuando nos bajamos del autobús, tuvimos nuestro primer contacto con los habitantes de este país, nuevo para nosotros. La mayoría eran niños de entre cuatro y doce años.
Si tuviese que destacar una sola cosa sería que todos y cada uno de ellos irradiaban alegría. Nos resultó imposible no jugar con ellos, subirlos a hombros o hacernos fotos con ellos.
Acabada la Santa Misa, degustamos un plato típico del país, pollo con couscous, que nos costó un poco conseguir, por lo que nos retrasamos dos horas en nuestro horario.
A continuación nos fuimos a la embajada española, nuestra última parada en la ciudad. Nos recibió don Luis Prados, embajador de España en Costa de Marfil y antiguo alumno de Retamar. Tuvimos una agradable ronda de preguntas en la que hablamos de temas como las relaciones entre España y Costa de Marfil, cómo es la vida en este país y muchas más curiosidades que iban surgiendo. Mientras tanto nos invitó a un refresco y empezamos a valorar lo que es un vaso de agua de agua fría en medio de un clima tan húmedo y caluroso.
Volvimos a subirnos a nuestro querido autobús y viajamos hasta Brofodoume, lugar donde vamos a pasar los próximos dieciocho días. El viaje fue cuanto menos entretenido, entre los acertijos y las paradas en todas las gasolineras que encontramos, porque hemos descubierto que, efectivamente, el malarone tiene efectos secundarios…
Por fin llegamos al poblado. Nos recibieron con una calurosa y peculiar bienvenida. Saludamos al jefe del poblado y a todos sus notables. Cantaron, tocaron canciones típicas y hasta nos sacaron a bailar. Después de derramar un licor en el suelo y de pedirle a Dios por todos nosotros nos fuimos a distribuir las habitaciones y ver que todas las mosquiteras, elemento esencial en nuestra aventura africana, estuvieran en orden.
