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La apostasía es el más grave de todos los pecados. Santo Tomás entiende la apostasía como el pecado de
infidelidad (rechazo de la fe, negarse a creer) en su forma máxima, y señala la raíz de su más profunda maldad:
«La infidelidad como pecado nace de la soberbia, por la que el hombre no somete su entendimiento a las reglas de la fe y a las enseñanzas de los Padres» (
STh II-II,10, 1 ad3m). «Todo pecado consiste en la aversión a Dios. Y tanto mayor será un pecado cuanto más separa al hombre de Dios. Ahora bien, la infidelidad es lo que más aleja de Dios… Por tanto, consta claramente que
el pecado de infidelidad es el mayor de cuantos pervierten la vida moral» (ib. 10,3). Y la
apostasía es la forma extrema y absoluta de la infidelidad (
ib. 12, 1 ad3m).