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Un Papa que cayó en la herejía: Juan XXII y la visión beatífica de los justos después de la muerte (por Roberto de Mattei)

Entre las verdades más bellas y misteriosas de nuestra fe está el dogma de la visión beatífica de las almas en el cielo. La visión beatífica consiste en la contemplación inmediata e intuitiva de Dios reservada a las almas llegadas a la otra vida en estado de Gracia y completamente purificadas de toda imperfección. Esta verdad de fe, enunciada en la Sagrada Escritura y confirmada en los siglos por la Tradición, es un dogma irreformable de la Iglesia católica.

El Nuevo catecismo lo reconfirma en el nº 1023: “Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios y están perfectamente purificados, viven para siempre con Cristo. Son para siempre semejantes a Dios, porque lo ven ‘tal cual es’ (1 Jn 3, 2), ‘cara a cara’ (cf. 1 Co 13, 12)”.

A comienzos del siglo XIV un Papa, Juan XXII, impugnó esta tesis en su magisterio ordinario y cayó en la heterodoxia. Los católicos más celantes de su época lo reprobaron públicamente. Juan XXII ‒escribió el Cardenal Schuster‒ “tiene graves responsabilidades ante el tribunal de la historia (…)”, porque “ofreció a la Iglesia entera el espectáculo humillante de los príncipes, del clero y de las universidades que vuelven a meter al Papa en el recto camino de la tradición teológica católica, poniéndolo en la dura condición de tener de desdecirse” ((Idelfonso Schuster o.s.b., Gesù Cristo nella storia. Lezioni di storia ecclesiastica, Benedictina Editrice, Roma 1996, pp. 116-117).

Juan XXII, alias Jacques Duèze, fue elegido al solio pontificio en Lyon, el 7 de agosto de 1316, tras dos años de sede vacante, después de la muerte de Clemente XV. Juan XXII tuvo que vivir en una época atormentada de la historia de la Iglesia, entre la espada del Rey de Francia Felipe IV el Hermoso y la pared del Emperador Luis IV de Baviera, ambos enemigos del Primado de Roma. Para reconfirmar la supremacía del Romano Pontífice, contras las pulsiones galicanas y laicistas que serpenteaban, el teólogo agustiniano Agustín Triunfo (1243-1328) compuso, por encargo del Papa, entre 1324 y 1328, su Summa de ecclesiastica potestate. Pero Juan XXII entró en contraste con la tradición de la Iglesia en un punto de primaria importancia.

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