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Domingo después de la Ascensión LA VIDA EN EL CIELO Santo Tomás de Aquino Nuestra morada está en los cielos (Flp 3, 20). El apóstol nos enseña en estas palabras que la vida de los justos está en los …Más
Domingo después de la Ascensión
LA VIDA EN EL CIELO
Santo Tomás de Aquino

Nuestra morada está en los cielos (Flp 3, 20). El apóstol nos enseña en estas palabras que la vida de los justos está en los cielos; y por eso, si queremos ser semejantes a ellos, no debemos vivir en las miserias de esta vida sino en los cielos. I. Los santos moran en los cielos por tres razones: 1º) Por la seguridad, pues quien vive en el cielo está al abrigo de los peligros de esta miserable vida. 2º) Por la alegría. El que morará en el cielo, tendrá como un continuo gozo y alegría. Ni su conversación tiene amargura, ni tedio su trato, sino alegría y gozo (Sab 8, 16). 3º) Por las cosas transitorias de este mundo. Los santos saben que todo este mundo pasará presto. Vendrá, pues, como ladrón el día del Señor; en el cual pasarán los cielos con grande ímpetu, y los elementos con el calor serán deshechos, y la tierra y todas las obras que hay en ella serán abrasadas. Pues como todas las cosas hayan de ser deshechas, ¿cuáles os conviene ser en santidad de vida y de piedad, esperando y apresurándoos para la venida del día del Señor, en el cual los cielos, ardiendo, serán deshechos, y los elementos se fundirán con el ardor del fuego? Pero esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los que mora la justicia (2 Ped 3, 10-13). II. Los santos viven en el cielo de tres modos: 1º) Por el pensamiento continuo en los bienes del cielo. 2º) Por un deseo ininterrumpido. En la liturgia se dice de estas dos cosas: Este santo, digno de vivir en el recuerdo de los hombres, ha pasado al goce de los ángeles; porque, mientras vivió corporalmente en esta peregrinación de aquí abajo, moró en aquella patria celestial con el pensamiento y el deseo. 3º) Viviendo conforme a las costumbres del cielo. La vida de los santos es semejante a la vida de los Ángeles en tres cosas: en la pureza, en la sencillez sin dolo, en la caridad. Estas tres cosas se dan sobre todo en los Ángeles: la simplicidad en su esencia, la pureza en su naturaleza, la caridad en la gracia. ‘También en estas tres cosas consiste la vida de los santos. (Serm. CXXXVI).

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NUESTRO SALVADOR HA SUBIDO A LOS CIELOS, TENGAMOS ALLÁ NUESTRA MENTE. San Agustín

Lecciones del II nocturno de Maitines

DOMINGO DESPUÉS DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR


Sermón de San Agustín, Obispo.
Sermón 2 de la Ascensión del Señor, el 175 del Tiempo.
Nuestro Salvador, carísimos hermanos, ha subido a los cielos; no nos conturbemos por lo tanto en la tierra. Tengamos allá nuestra mente, y aquí gozaremos de descanso. Entre tanto subamos junto a Cristo con el corazón; y cuando llegue el día prometido, le seguirá nuestro cuerpo. Con todo, hermanos, debemos saber que con Cristo no sube la soberbia, ni la avaricia, ni la lujuria. Ningún vicio nuestro sube con nuestro médico. Por lo cual, si deseamos subir en pos del médico, debemos deponer los pecados y los vicios. Todos éstos son como unas cadenas que pretenden mantenernos cautivos en los lazos de nuestros pecados, por lo cual con el auxilio divino, y según dice el Salmista: “Rompamos nuestras cadenas”, a fin de que podamos decir al Señor con seguridad: “Tú rompiste mis vínculos; te ofreceré un sacrificio de alabanza”.
La resurrección del Señor constituye nuestra esperanza; su ascensión, nuestra glorificación. Hoy celebramos la solemnidad de la Ascensión. De consiguiente, si celebramos la Ascensión del Señor recta, fiel, devota, santa y piadosamente, subamos con Él y elevemos también nuestros corazones. No obstante, con esta ascensión no nos envanezcamos, ni presumamos de nuestros méritos como si fuesen propios. Debemos tener levantados nuestros corazones al Señor. Tener el corazón levantado, pero no hacia el Señor, es soberbia; tener el corazón elevado al Señor es tenerlo en un refugio seguro. Atended, hermanos, a un gran milagro. Alto es Dios; si te exaltas, huye de ti; si te humillas, desciende a ti. ¿Por qué esto? Porque siendo el Señor, como es, altísimo, pone los ojos en las criaturas humildes y mira como lejos de sí a los altivos. Lo humilde, lo contempla de cerca, para elevarlo: lo alto, la soberbia, lo conoce desde lejos para abatirlo.
Cristo resucitó para darnos esperanza al mostrarnos cómo resucita un hombre que había muerto. Nos comunicó esta firme convicción, a fin de que al morir no desesperásemos, pensando que con la muerte termina nuestra vida. Estábamos ansiosos acerca de nuestra alma, y Él, resucitando, nos dio confianza de que resucitaría aun la carne. Cree, de consiguiente, para que seas purificado. Ante todo es necesario que creas, a fin de que después por la fe merezcas ver a Dios. ¿Deseas ver a Dios? Oye lo que Jesús dice: Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Ante todo, trata de purificar tu corazón. Quita de él cuanto pueda ser desagradable a Dios.

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