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Queremos ser creyentes, no queremos ser sólo creíbles

RICCARDO CASCIOLI, 26-02-2019,
AD www.lanuovabq.it/IT/VOGLIAMO-ESSERE…

Sobre la cuestión de los abusos sexuales sentimos decir muchas veces que la Iglesia se juega su credibilidad. Pero esta expresión es en realidad el signo más evidente de un pensamiento ahora completamente secularizado. La Iglesia es creible objetivametne porque es querida por Cristo

En los últimos meses, y sobre todo en estos días, hemos sentido repetir muchas veces por cardenales, obispos y comentaristas varios que en la lucha contra los abusos sexuales la Iglesia se juega su credibilidad. Vale decir que si continuara la plaga de los abusos sobre menores y las diversas complicidades y encubrimientos por parte de los sacerdotes, la Iglesia no tendría ni siquiera un título que proponer al mundo, no tendría ni siquiera la autoridad de decir algo verdadero y definitivo sobre el hombre y sobre su destino.

Un primera impresión podría dar la idea de seriedad con la que se afronta el tema de los abusos, pero en realidad es el signo más evidente de un pensamiento ahora completamente secularizado. Porque la credibilidad de la Iglesia no depende del comportamiento de los hombres, sino de ser una institución querida por Cristo. Es el elemento divino que hace santa a la Iglesia y por eso creíble, no el elemento humano. La credibilidad de la Iglesia, su santidad es objetiva, no depende del comportamiento de los católicos. La falta de credibilidad se refiere solamente a los individuos de la Iglesia, cuando no son acordes a la tarea que Dios le ha confiado.

El difunto cardenal Giacomo Biffi decía que “La iglesia no debe ser creíble, debe ser un creyente". Es triste notar, sin embargo, cuántos obispos y cuántos cardenales se preocupan sobre todo por ser creíbles, con lo cual la esperanza de prevenir o detener los abusos contra los menores se la hace apoyar sobre una serie de medidas, protocolos y procedimientos; Y es inevitable que en la formación de los seminaristas sean decisivos los psicólogos. No es que no deba haber también este compromiso y que no haya que valerse de la contribución de las ciencias humanas, pero lo que está sucediendo es que todo parece estar confiado a un esfuerzo humano, a la capacidad de los hombres para administrar la empresa que es la Iglesia, que como cualquier otra empresa de este mundo necesita, para afirmarse, tener una buena reputación. Nos preocupa la ética –y en definitiva la imagen pública– en lugar de la salvación.

Es que también hay procedimientos cuando son necesarios, pero nos preocupa sobre todo mirar a Cristo que nos ha creado para ser santos. Recurramos también a la contribución de los psicólogos cuando sea necesario, pero en el seminario preocupémonos sobre todo por tener formadores santos.

El pecado de los hombres de Iglesia los hace poco creíbles, crea escándalo, es decir, hace más difícil que las personas se reúnan para encontrar y seguir a Cristo, pero no pone en discusión la credibilidad de la Iglesia.

Decía el cardenal Robert Sarah en una conferencia celebrada en Trieste hace dos años: “La moral cristiana no coincide con el voluntarismo, con el sentido del deber, con el puro compromiso solidario, cosas que a menudo son encomiables pero que permanecen en un plano natural. Para nosotros, los cristianos, la moral parte de Dios, de su don de santidad en nosotros; Él nos quiere santos como él, nuestro Padre, es santo: un don espléndido y libre al que el Señor nos invita a corresponder libremente”. Y más aún: “en la doctrina y en los sacramentos nos es dada de nuevo y siempre esa santidad objetiva de la Iglesia, la cual participa en nosotros convirtiéndose en santidad subjetiva de los creyentes”.

En otras palabras: la santidad, la credibilidad de la Iglesia no es la suma de la santidad –o del comportamiento irreprensible- de los individuos cristianos. Es al contrario: la santidad objetiva de la Iglesia es la que nos permite a los cristianos participar personalmente en ella. Prosigue diciendo el cardenal Sarah: “Así como a pesar de nuestros pecados la Iglesia permanece siempre santa, con la ayuda de Dios debemos esforzarnos para no arruinar en nosotros lo que no puede ser socavado en sí mismo”. Es decir, debemos cuidar nuestra santidad personal, para evitar que la santidad objetiva de la Iglesia, la cual no es afectada por nuestras faltas, sea puesta en duda por los que, viendo nuestra vileza, se vean tentados de atribuirla a la Iglesia en cuanto tal.

Nos hubiera gustado que desde la cumbre vaticana sobre los abusos sexuales hubiera surgido esta perspectiva, la única que puede dar una esperanza a los hombres. Queremos creer que al menos en el debate un obispo habrá hablado de esta manera, lamentablemente en la comunicación oficial sólo se pasan los informes fundamentales, preocupados principalmente por dar la “línea” política.

Pero si algo cambiará verdaderamente en los próximos meses y años será sólo allí donde haya pastores preocupados por ser creyentes, más que creíbles.

Publicado originalmente en italiano el 26 de febrero de 2019, en www.lanuovabq.it/it/vogliamo-essere…

Traducción al español por: José Arturo Quarracino