Dos palabras que no debieron ser dichas

El puñal fue presentado y puesto a la vista de todos desde el inicio, con la más absoluta insolencia y arrogancia. El título de la proclama define y sintetiza siglos de persistente rebelión en la historia del pensamiento de la humanidad. Pero ahora desde el mismo Vaticano. Descaradamente claro y como perfecta fórmula que da cuenta de siglos de intentos y ensayos, todo se condensa en dos fatídicas palabras que nunca debieron ser dichas. Y a renglón seguido, como confirmación, como muestra de desafío y consciente obstinación, aparece ese funesto primer párrafo que ya será imposible de borrar. Lo escrito, escrito está. Las tediosas e insignificantes páginas que siguen, solo funcionan como imperfecto disfraz que no alcanza para ocultar y reparar la gravedad de lo anterior. No hay que tenerlas en cuenta. No valen nada. Y por si fuera poco, incluyen una grave mentira que ensucia la memoria de un buen Papa muerto en 2005.
Hoy 8 de abril del año del Señor de 2024, celebración de la Encarnación del Verbo Eterno, cuando se recuerda el “He aquí la esclava del Señor”, pronunciado para toda la eternidad por la que es más que todo el universo junto, con ángeles y santos incluidos, un cardenal encargado de custodiar la ortodoxia, lanzó frente al mundo el insólito y peor error que marca un nuevo hito de consecuencias impensables.
Federico Nietzsche resumió las reflexiones de cientos de ateos más o menos inteligentes con la muerte de Dios. Si el cardenal en cuestión hubiese definido algo semejante, no habría hecho tanto daño. Porque la afirmación de la muerte de Dios, conlleva como consecuencia lógica inevitable, la muerte del hombre y acaso una última posibilidad de reacción y redención. Varios ateos que han llevado al extremo sus premisas se han convertido. No sé por qué razón, hoy he recordado a uno muy querido, que sabía al menos, lo que era escribir con arte y elocuencia. Hasta el perverso Michel Foucault se dio cuenta de todo esto y lo dijo con contundencia, al final de “Las palabras y las cosas”. Si aún vivera, tal vez haría mejor papel que uno sentado en un cargo que debería abandonar si es que quiere salvar su alma. Porque lo de hoy supera todo lo de antes y da un verdadero salto cualitativo: Fiducia supplicans no es nada al lado de lo que fue publicado en el día de la fecha.
Si traducimos lo que quiere decir “dignidad infinita”, advertimos que al hombre se le añade un atributo exclusivo de Dios. Si se sabe ver, hoy el hombre fue identificado con el mismo Creador. Y si esto fue lanzado al mundo por una alta autoridad de la Iglesia, podemos con todo derecho preguntarnos si la Religión de Cristo, ha dado un paso definitivo para convertirse en religión del hombre.
Marcelo Fernando de Argentina
“ En nuestros días —y Nietzsche señala aquí también el punto de inflexión— lo que se afirma no es tanto la ausencia o la muerte de Dios, sino el fin del hombre. (...) Más que la muerte de Dios –o más bien en el surco de esta muerte y de acuerdo con una profunda correlación con ella- lo que se anuncia en el pensamiento de Nietzsche es el fin del asesino; es el estallido del rostro del hombre …Más
“ En nuestros días —y Nietzsche señala aquí también el punto de inflexión— lo que se afirma no es tanto la ausencia o la muerte de Dios, sino el fin del hombre. (...) Más que la muerte de Dios –o más bien en el surco de esta muerte y de acuerdo con una profunda correlación con ella- lo que se anuncia en el pensamiento de Nietzsche es el fin del asesino; es el estallido del rostro del hombre en la risa y el retorno a las máscaras.”

(M. Foucault, “Las palabras y las cosas”, S. XXI, México, 1985, págs 373-374)
Marcelo Fernando de Argentina
Por las dudas aclaro que el ateo comverso al que me refiero es Giovanni Papini.