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El demonio de la acedia: Lucha y Victoria - P. Bojorge _ 12 de 13 25 Porque si pecamos a sabiendas después de haber reconocido la verdad, ya no nos queda hostia que ofrecer por los pecados, 26 sino …Más
El demonio de la acedia: Lucha y Victoria - P. Bojorge _ 12 de 13

25 Porque si pecamos a sabiendas después de haber reconocido la verdad, ya no nos queda hostia que ofrecer por los pecados,
26 sino antes bien una horrenda expectación del juicio y del fuego abrasador, que ha de devorar a los enemigos de Dios. 27 Uno que prevarique contra la ley de Moisés, y se haga idólatra, siéndole probado con dos o tres testigos es condenado sin remisión a muerte. 28 Pues ahora, ¿cuánto más acerbos suplicios, si lo pensáis, merecerá aquel que hollare al Hijo de Dios, y tuviese por vil e inmunda la sangre divina del Testamento, por la cual fue santificado, y ultrajare al Espíritu Santo autor de la gracia? 29 Pues bien conocemos quién es el que dijo: A mí está reservada la venganza, y yo soy el que la ha de tomar. Y también: El Señor ha de juzgar a su pueblo. 30 Horrenda cosa es por cierto caer en manos del Dios vivo. 31 Traed a la memoria aquellos primeros días de vuestra conversión, cuando después de haber sido iluminados sufristeis con valor admirable un gran combate de persecuciones;
32 por un lado habiendo servido de espectáculo al mundo, por las injurias y malos tratamientos que habéis recibido, y por otro tomando parte en las penas de los que sufrían semejantes indignidades. 33 Porque os compadecisteis de los que estaban entre cadenas; y llevasteis con alegría la rapiña de vuestros bienes, considerando que teníais un patrimonio más excelente y duradero. 34 No queráis, pues, malograr vuestra confianza, la cual recibirá un gran galardón.
35 Porque os es necesaria la paciencia para que, haciendo la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. 36 Pues dentro de un brevísimo tiempo, dice Dios, vendrá aquel que ha de venir, y no tardará. 37 Entretanto el justo mío, añade el Señor, vivirá por la fe; pero si desertare, no será agradable sino aborrecible a mi alma. 38 Mas nosotros, hermanos, no somos de los hijos que desertan de la fe para perderse, sino de los fieles y constantes para poner a salvo al alma, y asegurarle la eterna gloria. 39 Es, pues, la fe el fundamento o firme persuasión de las cosas que se esperan, y un convencimiento de las cosas que no se ven. Hebreos 10, 25-39