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Sobre la Reparación del Interior, por el R.-P. Jean-Joseph Surin

Extracto del CATECISMO ESPIRITUAL DE LA PERFECCIÓN CRISTIANA, TOMO I, Compuesto por RPJJ SURIN, de la Compañía de Jesús:

Sobre la reparación del interior

¿Cuáles son las causas del deterioro interior?

La primera es la disipación; cuando la mente presta demasiada atención a los objetos externos y se aleja de la presencia de Dios, imperceptiblemente pierde su fuerza y cae en la relajación. Esta disipación proviene del afán que tenemos por ocupaciones inútiles, o de la gran cantidad de las que parecen necesarias. También se presenta gracias a las satisfacciones naturales y a las vanas diversiones a las que nos entregamos. La segunda causa de la decadencia interior es la interrupción de los santos ejercicios y prácticas de la virtud: somos exactos en cumplirlos por un tiempo, luego los olvidamos o los descuidamos; es el medio para caer pronto: el espíritu sólo puede mantener su vigor con la asiduidad y la constancia en la realización de lo que se ha emprendido. El gran daño interior proviene también de que muchas veces actuamos sin pureza de intención y sin fervor, de forma natural y por pura costumbre, necesitando nuestro corazón ser sostenido y fortalecido por grandes motivos del amor de Dios y del Señor. deseo de complacerlo; de lo contrario, cae por sí mismo y se degrada rebajándose a motivos humanos y naturales.

¿Cómo se puede reparar el interior?

Utilizando tres medios directamente opuestos a las causas de su decadencia. La primera es retomar el hábito de la contemplación, reunir las fuerzas disipadas, del modo que describimos en el Capítulo anterior. Se trata ahora de proporcionar un medio particular para restaurar el interior a través de la práctica de la meditación. Debemos empezar por condenarnos a un silencio riguroso, al menos durante dos o tres meses, durante los cuales sólo debemos hablar de cosas necesarias o útiles para el avance espiritual. Durante este tiempo, uno debe renunciar a toda ocupación inútil, a todo lo que sólo resulte en la autosatisfacción, para que no haya nada afuera que distraiga la atención del alma interior, y dejar que toda su fuerza sea empleada en el interior. Si con esto nos aplicamos asiduamente a la oración, pronto recuperaremos lo que habíamos perdido por la disipación. Lo que sería muy necesario en estas ocasiones sería hacer retiro: el divorcio que haríamos por un tiempo con los objetos externos, combinado con oraciones frecuentes, haría más fácil y eficaz el remedio que proponemos.

¿Cuál es la segunda forma que contribuye a la recuperación desde dentro?

Es una aplicación constante y continua para combatir las inclinaciones y movimientos de la naturaleza. La relajación del interior va siempre acompañada de despreocupación en la práctica del bien y de facilidad en la realización del mal. Ya no nos esforzamos en mentir como antes; cedemos a la impaciencia; herimos la caridad con nuestras palabras; tomamos una pequeña venganza; nos alabamos a nosotros mismos; nos buscamos en cada encuentro. Quien quiera recobrar su primer fervor debe estar en guardia contra sus faltas y reprimir hasta los más leves movimientos, tan pronto como los sienta surgir en su alma. Y, para cortar con mayor seguridad el mal, debemos aspirar a eliminar todo lo que es inútil y que sólo emprendemos para nuestro propio placer. La disipación en la que no dejamos de caer, cuando nos relajamos, tiene la costumbre de dedicarnos a lecturas, visitas y conversaciones que, al no tener a Dios como motivo, sólo nos debilitan y aceleran la ruina de nuestro interior.

¿Qué significa para ti resistir eficazmente a las inclinaciones de la naturaleza, que conducen al mal, y eliminar la inutilidad que implica la disipación?

No queda otra cosa que la reflexión frecuente y el examen de conciencia. Así como es a través de la oración como uno se acostumbra a la meditación, es a través del examen de conciencia que quien trabaja para reparar desde dentro debe utilizar para deshacerse de sus faltas. Examinándonos y volviendo a nosotros mismos, conocemos nuestras faltas, las corregimos armándonos de santos propósitos y fortaleciéndonos con la penitencia.

¿Cuál es la tercera forma de reparar el interior?

Es la justicia de intención por la cual consideramos y buscamos sólo el bien, es decir, la voluntad de Dios en todas las cosas. Esta práctica contiene tres puntos. El primero analiza la naturaleza de nuestras acciones; sólo debemos hacer las buenas, alejarnos de las malas y prescindir de las inútiles, preguntándonos muchas veces si estamos en el orden de la voluntad de Dios, si nos aplicamos a lo que es el deber, a lo que contribuye al avance espiritual. . El segundo punto es llevar la propia intención a Dios y tener especial cuidado en hacerla recta y pura, hablando con el corazón más que con la boca; Quiero hacer esto para Dios, para su mayor gloria, para la salvación de las almas, etc. Así nos llenamos del amor de Dios y logramos renovar nuestro interior. El tercer punto es no contentarse con la intención general con la que ofrecemos todas nuestras acciones a Dios, por la mañana al despertar, en la misa o en la oración; sino hacer esta intención actual y particular en todas sus acciones; lo cual debe practicarse constantemente por elevaciones del corazón, hasta que se forme el hábito, y el alma se lleve como por sí a la voluntad de Dios, la ame, la desee y la bese; que es la intención más noble que uno puede proponer.

tomado del excelente blog católico : le-petit-sacristain.blogspot.com