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Las apariciones de El Escorial; habla el entorno de Luz Amparo

Las apariciones de El Escorial: habla el entorno de Luz Amparo
Nunca antes había hablado el entorno de Luz Amparo Cuevas, quien desde 1981 afirma recibir mensajes de la Virgen. El libro de José María Zavala que resume en ALBA Carmelo López-Arias pone sobre la mesa los elementos de debate.

El domingo 14 de junio de 1981, cuatro personas divisaron una nube blanca saliendo de un fresno en la finca de Prado Nuevo (El Escorial). Luz Amparo Cuevas, uno de sus hijos, su marido y un compañero de trabajo de este se dirigían a un pilón cercano para lavar los platos. Acababan de almorzar en un huerto municipal que cuidaban los dos hombres. Ella cayó de rodillas ante el árbol y permaneció inmóvil, como clavada al suelo, durante una hora. La nube –aseguró luego– “adquirió gradualmente la forma de un ser humano, hasta concretarse claramente en la figura de María Santísima”.

Acababa de nacer un fenómeno que, 30 años después, continúa vivo, y cuyos trazos esenciales ha plasmado el escritor José María Zavala en un libro de investigación periodística: Las apariciones de El Escorial (LibrosLibres).

Zavala recoge abundantes testimonios que permiten reconstruir cómo vive el entorno de Luz Amparo la fe en que los acontecimientos vividos por ella tienen carácter sobrenatural.

El arzobispado de Madrid en 1985, siendo titular de la diócesis el cardenal Ángel Suquía, aseguró que “no consta” el carácter sobrenatural de las aparicionesEn aquel momento se pidió encarecidamente a sacerdotes y religiosos que no participasen en acto alguno relacionado con el caso, pero en 1994 el mismo cardenal Suquía erigió canónicamente la asociación pública de fieles Reparadores de la Virgen de los Dolores.

En los últimos tiempos, el cardenal Antonio María Rouco ha ido favoreciendo la atención espiritual a las personas que allí acuden, autorizando las confesiones y la celebración pública de la misa en una nave cercana cada primer sábado de mes.

En la actualidad, los Reparadores tienen tres residencias de ancianos, en Griñón (Madrid), Torralba del Moral (Soria) y Peñaranda de Duero (Burgos), además de una casa de formación sacerdotal en El Escorial.

Hace años que Luz Amparo, octogenaria y enferma, no aparece en público, y ha respetado la petición del cardenal Suquía de no acudir al fresno los días de mayor afluencia de gente.

Lo cual no obsta para que las grandes cuestiones que plantea El Escorial sigan siendo los fenómenos que rodean la vida de esta madre de siete hijos nacida en Pesebre (Albacete), que no pudo estudiar y pasó una infancia muy dura de pobreza y abandono.

En este sentido, el libro de Zavala es decisivo porque aporta una información documental de gran importancia, al recoger el testimonio de personas del entorno más íntimo de la vidente que nunca antes habían relatado cuanto han vivido y oído.

Entre otros, y como fuente principal, los escritos del carmelita Alfonso María López Sendín, su confesor, ya fallecido, y exhaustivas entrevistas con don José Arranz, sacerdote, capellán de los Reparadores, y Julia Sotillo, hoy amiga íntima de la vidente, a quien conoció cuando empezó a trabajar en su casa poco antes de las apariciones.

Según su entorno, Luz Amparo Cuevas ha vivido una gran cantidad y variedad de hechos extraordinarios y llamativosLos mensajes que le habría transmitido la Virgen forman hoy cinco libros. ¿Cómo los recibía? “Mientras repetía los mensajes con voz casi inaudible, ella no era consciente de lo que decía. Era como si suplantasen su personalidad, pues expresaba palabras y conceptos que ni ella misma entendía, incluso en extrañas lenguas pese a ser casi analfabeta”, explica Zavala.

Bilocación
Estos mensajes piden a los fieles conversión, oración y penitencia, fidelidad a sacerdotes y religiosos –“¡Cuántas almas consagradas se han retirado del camino de Cristo y se han introducido en la vida de placeres, hija mía!”–, advierten de un castigo “muy próximo”, solicitan la construcción de una capilla –la Virgen “hizo incluso caminar en éxtasis a su elegida para delimitar las dimensiones exactas de la capilla: 14 por 28 metros”– y prometen que las aguas de la fuente cercana curarán si se construye.

Los mensajes han ido acompañados de visiones de la Virgen María, aunque también de Jesucristo y, en una ocasión, de las moradas celestiales y de un alma del purgatorio y un alma del infierno, que describieron a Luz Amparo su situación.

Mantuvo un encuentro místico con el padre Alfonso al día siguiente de su fallecimiento en 2002. “He dirigido tu alma todo lo mejor que he podido para encaminarla a Dios; sigue por el camino perfecto, desprendido, y humíllate, hija mía, que todo el que se humille será ensalzado...”, le dijo.

Luz Amparo padece los estigmas de la Pasión desde que sangrara por primera vez en 1980, medio año antes de la primera aparición, cuando en plena calle brotó sangre de manos, rodillas, pies, costado y frente. Esto ha sucedido ante distintos testigos. No es permanente, y suele ir acompañado de una extraordinaria rigidez del cuerpo, que en ocasiones adopta la forma de Cristo crucificado.

En el centro del pecho se le forma “un corazón en relieve, traspasado por una especie de flecha de cuyos extremos salían chorritos de sangre”, cuenta Julia. Se trataría de una huella de la transverberación, a modo de flecha de amor divino lanzada por un ángel, similar a la de Santa Teresa de Jesús. Sucedió en 1989, según atestigua don José. ¿Cada cuánto tiempo recibía los estigmas y el corazón transverberado?: “La propia vidente respondía así al presentador José María Íñigo, durante una entrevista televisada hace ya casi 30 años: ‘Al principio, me pasó una semana entera; luego, se me quedó el jueves y viernes; y más tarde, sólo los primeros viernes de mes; ahora me suele pasar varios viernes”.

Asimismo, hay registrados varios momentos de doble ubicación de Luz Amparo: “Yo misma la he visto varias veces en bilocación”, asegura Julia, “situaciones en las que un ángel tomaba su cuerpo”.

Por ejemplo, Luz Amparo estuvo a los pies de la cama de una persona que quería suicidarse, y lo evitó. Y una niña de cuatro años con dificultades para moverse “aseguraba que por las noches acudía a verla una tal Amparo para hacer gimnasia con ella”, y a quien reconoció en cuanto la vio en persona.

La vidente de El Escorial ha sido agredida por el demonio. Una vez, en Prado Nuevo, “el demonio la empujó varias veces tratando de estamparla contra el suelo. Fue preciso sujetarla entre varios para evitar que se lastimase”, cuenta don José.

Otro día el diablo llegó a tirarla por la ventana, explica Julia: “Vi que Amparo estaba nueve metros más abajo... El demonio la había arrojado por la ventana. Le pregunté: ‘¿Qué te ha pasado?’. Ella simplemente dijo: ‘Me mata; un día me mata’”. Y es que el diablo ya le había puesto “un ojo negro” durante un éxtasis, e “hizo jirones su ropa muchas veces”.

Don José se ha dejado aconsejar por ella en algún exorcismo para decidir si hay o no presencia diabólica: “Si está uno con Amparo, es posible que ella tenga visión de la posesión”. De hecho, “una vez, el diablo salió con la intervención directa de Amparo”, bajo su autorización: “Colocó su mano en la espalda del endemoniado, haciendo presión. En ese preciso instante, el poseso empezó a chillar como un cerdo en el matadero, quejándose de un inmenso dolor, hasta quedar liberado del todo”.

En Luz Amparo Cuevas coinciden dolores y consuelos. Entre estos últimos, una fragancia delicadísima, definida por el padre Alfonso como un “misterioso aroma” que impregna el ambiente, un “intenso olor a rosas” que suele acompañar a sus éxtasis y perdura horas e incluso días.

Entre los primeros, además de los estigmas, la capacidad para sufrir la enfermedad de otra persona. Don José Arranz estuvo ingresado, por un accidente de tráfico, sin un solo dolor: “La convalecencia la pasó Luz Amparo en su propia casa”.
Multiplicación de alimentos.

Como la de Julián Argüello, quien, tras una operación de hernia discal, esperaba un posoperatorio dolorosísimo. Pero no necesitó ni un calmante. Ni médicos ni enfermeras se lo explicaban, hasta que ella aclaró qué había pasado: “Claro hijo, tú has estado en la cruz pero los clavos los tengo yo”.

Otro don de la vidente ha dejado huella: “Yo misma la he visto varias veces leyendo el alma de la gente gracias a su carisma de introspección de conciencias...”, afirma Julia. “Cuando estás delante de ella, te saca hasta las entrañas...”, completa don José, quien lo sabe por su experiencia “y por la de otros muchos”.

Tanto Julia como el padre Alfonso refieren casos de “multiplicación de alimentos”, pero no es la única intervención celestial en su vida, que también registra la intervención angélica en tareas cotidianas.

Como cuando Julia y Luz Amparo echaron en falta los cordones de unas botas de montaña de uno de los niños: “Entonces la oí cuchichear y vi de repente los cordones flotando en el aire y cómo ella los cogía. El ángel se los estaba dando”.

Todos estos fenómenos que recoge Las apariciones de El Escorial –junto con la historias de las persecuciones padecidas, el afianzamiento de la obra o las conversiones que suceden en Prado Nuevo–, o no se conocían o carecían de respaldo testimonial.

Tras este libro, disponemos de un arsenal informativo mucho mayor para responder las dos preguntas alternativas que quedan en pie.

O bien cuándo declarará el arzobispado de Madrid la sobrenaturalidad de los hechos, o bien qué vio en ellos –o además de ellos– para afirmar que esa sobrenaturalidad no consta. Porque, como afirma Zavala en la frase final de su libro, “cada cual sigue siendo muy libre de creer o no en las apariciones de El Escorial”.