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Cuando el alma hace memoria de la vida, pasión y oraciones de Jesús, los ángeles se ponen alrededor de esta alma y recogen sus palabras, sus oraciones, sus compadecimientos, sus lágrimas y sus ofrendas, las unen a las de Jesùs, y las llevan ante la Majestad Divina, para renovarle a Jesús la gloria de su vida misma. 13 de octubre de 1916
Estaba haciendo las Horas de la Pasión y mi bendito Jesús me dijo:
«Hija mía, en el curso de mi vida mortal, millones y millones de ángeles cortejaban a mi Humanidad y recogían todo lo que yo hacía, los pasos, las obras, las palabras y aun mis suspiros, mis penas, las gotas de sangre, en suma, todo. Eran ángeles destinados a mi custodia, a darme honor, obedientes a todas mis señales, subían y bajaban del Cielo para llevar al Padre todo lo que yo hacía. Ahora estos ángeles tienen un oficio especial, y conforme el alma hace memoria de mi vida, de mi Pasión, de mi sangre, de mis llagas, de mis oraciones, se ponen en torno a esta alma y recogen sus palabras, sus oraciones y los compadecimientos que me hacen, las lágrimas, los ofrecimientos, los unen con los míos y los llevan ante mi Majestad para renovarme la gloria de mi misma vida. Es tanta la complacencia de los ángeles, que permanecen reverentes en torno al alma para oír lo que dice y rezan junto con ella; por eso, con qué atención y respeto el alma debe hacer estas horas, pensando que los ángeles están pendientes de sus labios, para repetir junto con ella lo que ella dice.»
Luego añadió: «Ante tantas amarguras que las criaturas me dan, estas Horas son los pequeños sorbos dulces que las almas me dan, pero ante tantos sorbos amargos que recibo, son demasiado pocos los dulces, por eso, más difusión, más difusión.»
Lo que el Padre Celestial encontró en Jesús, es decir, gloria, complacencia, amor, satisfacción completa, perfecta, a bien de todos, lo quiere encontrar Jesús en las almas, como otros tantos Jesús que se asemejen a él.
«Estas Horas son el orden del universo, ponen en armonía el cielo y la tierra, y hacen que no pueda destruir el mundo.»
Al meditar las Horas de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, se pone en circulación su sangre, sus llagas, su amor y todo lo que él hizo y que aun corre para la salvación de todos. Es como si se repitiera la misma vida de Jesús de nuevo. 16 de mayo de 1917
Después me hallé fuera de mí misma; me encontraba en medio de muchas almas que me decían (parecían ser almas del purgatorio y santos y nombraban a una persona conocida mía que había fallecido no hacía mucho):
«Él (Jesús) se siente como feliz al ver que no hay alma que entre en el purgatorio que no lleve el sello de las Horas de la Pasión, y ayudada y rodeada por el cortejo de estas Horas, toma sitio en un lugar seguro. No hay alma que vuele al paraíso que no sea acompañada por estas Horas de la Pasión. Estas Horas hacen llover del cielo un continuo rocío sobre la tierra, en el purgatorio e incluso en el cielo.»
Oyendo esto decía yo para mí: «Tal vez mi amado Jesús para mantener su palabra de que por cada palabra de las Horas de la Pasión él daría un alma, hace que no haya alma salvada que no se sirva de estas Horas.»
Después de esto, volví en mí misma y encontrando a mi dulce Jesús le pregunté si eso era cierto y él me dijo:
«Estas Horas son el orden del universo, ponen en armonía el cielo y la tierra, y hacen que no pueda destruir el mundo. Siento que ponen en circulación mi sangre, mis llagas, mi amor y todo lo que yo hice y que corre sobre todos para salvar a todos. Cuando las almas hacen estas Horas de la Pasión, siento que le dan vida a mi sangre, a mis llagas, a mis ansias de salvar almas; así que, sintiendo que mi vida se repite, ¿cómo podrían obtener las criaturas algún bien si no por medio de estas Horas? ¿Por qué dudas? La cosa no es tuya sino mía, tú sólo has sido el esforzado y débil instrumento.»
Por cada palabra que el alma medita de las Horas de la Pasión, se abren tantas vías de comunicación con Dios. 12 de julio de 1918
Estaba rezando con cierto temor y ansiedad por un alma moribunda, y mi amable Jesús al venir me ha dicho:
«Hija mía, ¿por qué temes? ¿No sabes tú que por cada palabra sobre mi pasión, pensamiento, compasión, reparación, recuerdo de mis penas, tantas vías de comunicación de electricidad se abren entre el alma y yo, y por lo tanto de tantas variedades de belleza se va adornando el alma?»