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“Dios no castiga, NOSOTROS MISMOS NOS CASTIGAMOS…” "Lo ha dicho el padre en la Misa, Dios no castiga, NOSOTROS MISMOS NOS CASTIGAMOS…” José Miguel Arráiz, el 25.07.15 a las 10:01 PM Heme aquí con …Más
“Dios no castiga, NOSOTROS MISMOS NOS CASTIGAMOS…”

"Lo ha dicho el padre en la Misa, Dios no castiga, NOSOTROS MISMOS NOS CASTIGAMOS…”

José Miguel Arráiz, el 25.07.15 a las 10:01 PM
Heme aquí con la segunda parte de la nueva serie sobre el castigo divino. Sí, unos dirán “Más de lo mismo…” y otros me reprocharán que anunciara esta serie hace cinco meses y ahora es que vengo a continuarla. Pero ni es más de lo mismo, ni se me ha olvidado el tema. Las verdades católicas hay que defenderlas y machacarlas a expensas de parecer monótono, sobre todo cuando son hoy tan silenciadas, y lo que es peor aún, cuando el error es predicado desde los púlpitos inclusive por sacerdotes.

En mi entrega anterior analizaba algunos de los nuevos argumentos del libro “Dios No Castiga: Edición revisada” de Alejandro Bermúdez, en el cual se presentan como grandes objeciones filosóficas lo que no son sino objeciones procedentes del paganismo y del gnosticismo que han sido bien refutadas a lo largo de los siglos desde la fe católica. Antes de continuar analizando esas objeciones voy a dedicar esta entrega a analizar la objeción más común que se escucha desde los púlpitos para afirmar que Dios no castiga, y es:

“Dios no castiga, NOSOTROS MISMOS NOS CASTIGAMOS…”

Esta forma de ver el asunto, aun bien intencionada, surge ante la dificultad de explicar al pueblo llano y a los no creyentes la verdadera doctrina católica del castigo divino, ya sea porque se la desconoce, o se la considera muy compleja, y para eso se sirve de una simplificación errónea donde se confunden la culpa y el castigo.

Por eso, cuando alguien dice “nosotros mismos nos castigamos” lo que en el fondo intenta decir es que si sufrimos un justo castigo es porque nosotros mismos nos lo hemos ocasionado, o dicho en lenguaje teológico, de nosotros procede la culpa.

Y esto último sí es cierto, de nosotros procede la culpa porque el pecado es una transgresión voluntaria de la ley de Dios, y al ser voluntaria procede de….adivinaron…de nosotros mismos. Pero aunque es correcto decir que de nosotros procede la culpa, no es cierto que de nosotros proceda el castigo. Ejemplifiquémoslo con algunos casos de la vida diaria:

- En el orden civil cuando una persona comete un crimen (por ejemplo: asesina otra persona) y es capturada por las autoridades es juzgada por un juez, y es el juez el que impone la pena o castigo. Nadie entiende en este caso que el castigo procede del propio reo a expensas de ser irrazonable. No es el reo el que dice “yo voy a pasar treinta años en la cárcel”, es el juez el que dice “te sentencio a pasar treinta años en la cárcel”. En este ejemplo se distingue claramente que si bien la culpa procede del reo, el castigo procede del juez, y no por eso se puede decir que el juez es “malo” cuando impone una pena, si esta pena es justa.

Segundo ejemplo:

- En el orden natural, cuando una persona se dedica a una vida desordenada se expone a la consecuencia natural de sus acciones. Si por ejemplo fornica y contrae una enfermedad de transmisión sexual (SIDA, etc.) o bebe y contrae una cirrosis hepática, su pena tendrá carácter de castigo y nuevamente de él ha procedido la culpa, pero la pena tampoco en este caso procede de él, sino del orden natural establecido por Dios.

Ya a partir de estos ejemplos podemos empezar a puntualizar varias cosas:

Primero, que hay distintos tipos de penas. Tenemos la pena jurídica, que es la sanción merecida por parte de la justicia divina por haber trasgredido el orden moral al pecar. Tenemos también la pena ontológica que es la consecuencia de la acción que puede a su vez afectar al pecador así como a otras personas.

Surge aquí la pregunta: ¿Cuándo la pena tiene carácter de castigo? Sólo cuando está unida a la culpa. Lo explicó el san Juan Pablo II:

El libro de Job no desvirtúa las bases del orden moral trascendente, fundado en la justicia, como las propone toda la Revelación en la Antigua y en la Nueva Alianza. Pero, a la vez, el libro demuestra con toda claridad que los principios de este orden no se pueden aplicar de manera exclusiva y superficial. Si es verdad que el sufrimiento tiene un sentido como castigo cuando está unido a la culpa, no es verdad, por el contrario, que todo sufrimiento sea consecuencia de la culpa y tenga carácter de castigo.” (Juan Pablo II, Salvífici Doloris, 11)

Y a la pregunta: ¿De quién procede el castigo? Se debe responder que aunque dediversos modos, el castigo procede de Dios, que es el supremo legislador. Por esto establece claramente la Revelación:

Yo Yahveh soy quien castiga” (Ezequiel 7,9)

Tú corriges a los hombres, castigando sus culpas” (Salmos 39,12)

No rechaces, hijo mío, el castigo del Señor…” (Proverbios 3,11)

“…está escrito: Yo castigaré. Yo daré la retribución, dice el Señor” (Romanos 12,19)
Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza; yo daré lo merecido. Y también: El Señor juzgará a su pueblo” (Hebreos 10,30)

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