El tiempo de la misericordia
6 de Marzo de 2014
«¿Tú lloras? ¿O hemos perdido las lágrimas? ¿Lloras por tu pueblo? ¿Haces oración de intercesión ante el Sagrario? ¿Luchas con el Señor por tu pueblo? Por la noche, ¿cómo concluyes tu jornada? ¿Con el Señor o con la televisión? ¿Cómo es tu relación con los niños, con los ancianos, con los enfermos? ¿Sabes acariciarlos, o te avergüenzas de acariciar a un anciano?».
Y aún más: «¿Conocéis las heridas de vuestros parroquianos? ¿Las intuís? ¿Sois cercanos a ellos?». El obispo de Roma se reúne con los sacerdotes de su diócesis para iniciar el camino cuaresmal. Habla con ellos de la misericordia, poniendo una serie de preguntas directas y apremiantes. Y enriquece su reflexión con una serie de recuerdos personales, relacionados con su experiencia de sacerdote y luego de obispo en Buenos Aires.
Entre otras cosas, contó la historia de una pequeña cruz que siempre lleva consigo, incluso si hoy «las camisas de Papa no tienen bolsillos», precisó sonriendo. La custodia en una funda de tela que tiene en el pecho, bajo la vestimenta. Revela que la tomó del ataúd del padre Aristi, un sacerdote sacramentino, «confesor famoso» en la arquidiócesis argentina. «Este hombre —confesó— perdonó los pecados a todo el clero de Buenos Aires, también a mí». Tuvo incluso el privilegio de confesar a Juan Pablo II durante uno de sus viajes al país.
Luego explicó qué significa ser sacerdotes de la misericordia a partir del ejemplo del buen samaritano: es decir, capaces de poner las manos en la carne de los hermanos heridos para curarlos. Pero para hacer esto, recuerda, es necesario imitar a Jesús, que «estaba siempre por la calle». Y era capaz, dice también el Papa, de conmoverse cuando veía «a las personas cansadas y extenuadas, como ovejas sin pastor».
También hoy, advirtió, hay «muchas, muchas heridas» para curar en el cuerpo de la humanidad; «y también en la Iglesia», añadió. He aquí que volvió al tema de la misericordia como medicina para curar «las heridas abiertas»: después, dice, se harán «los análisis», los «tratamientos especializados». Aquí está la esencia del sacramento de la reconciliación, un sacramento —advirtió— que antes que todos, los sacerdotes deben aprender a amar para poder donarlo luego a quien lo pide. Y en este punto el Papa Francisco recomendó evitar dos actitudes que no se relacionan con el confesor: el laxismo y el rigorismo. Porque «la verdadera misericordia se hace cargo de la persona, la escucha atentamente, se acerca con respeto y con verdad a la situación y la acompaña en el camino de la reconciliación.
El texto completo de la meditación del Papa
Fuente
www.osservatoreromano.va/…/el-tiempo-de-la…
