Monseñor Schneider: El Rito Romano “no es propiedad privada de un Papa”
· El compromiso por parte de los funcionarios de la Santa Sede, de muchos obispos e incluso de sacerdotes y laicos de mentalidad tradicional, respecto al enorme mal de la creciente industria fetal, cuyo principal producto son las vacunas contaminadas por el aborto, es también una falta de valentía para luchar sin concesiones contra el monstruoso mal que es la industria fetal.
· Nadie puede dudar de que vivimos en una época que tiene las características de una dictadura atea global y en la que el pecado y la rebelión contra Dios han alcanzado proporciones casi inimaginables.
· Traditionis Custodes y la carta que la acompaña cometen una injusticia con todos los católicos que adhieren a la forma litúrgica tradicional, al acusarlos en general de sembrar la discordia. El tono despectivo de estos documentos hacia la forma litúrgica tradicional lleva a cualquier observador imparcial a concluir que tales argumentos no son más que un pretexto y una artimaña, y que se trata de otra cosa.
· Un tesoro litúrgico [= Rito Romano] que ha sido válido y altamente valorado durante casi mil años no es propiedad privada de un Papa. Los fieles, los seminaristas y los sacerdotes deben pedir el derecho a utilizar este tesoro común de la Iglesia, y si se les niega este derecho, pueden sin embargo utilizarlo.
· La creciente difusión de las celebraciones de la Misa tradicional revela a todos que existe -si se examina de cerca y con honestidad- una verdadera ruptura entre los dos ritos, tanto en términos de rito como de doctrina.
· El rito tradicional es, por así decirlo, un reproche constante a las autoridades de la Santa Sede, al decir: “Ustedes han hecho. Vuelvan a una verdadera continuidad entre las dos formas litúrgicas”.
· La reforma litúrgica que los Padres conciliares tenían en mente es la que Pablo VI aprobó en 1965 y que los Padres conciliares celebraron en la última sesión.
· Es necesario ver la extraordinaria crisis que golpea a la Iglesia desde hace unos 60 años, y que ha alcanzado proporciones aterradoras bajo el pontificado de Francisco.
· Pienso que, efectivamente, todavía hay obispos en la Iglesia que viven la integridad de la fe y la liturgia con convicción y la aman. Sin embargo, no hay muchos obispos que se comprometan públicamente a ello.
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