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¿Reforma de la liturgia? Comenzar mirando al Señor

Ofrecer la Misa con todos mirando al Señor ayudará mucho "a mostrar que la Misa no es una especie de evento social entre el sacerdote y los feligreses, o de los feligreses entre sí", dijo el cardenal …More
Ofrecer la Misa con todos mirando al Señor ayudará mucho "a mostrar que la Misa no es una especie de evento social entre el sacerdote y los feligreses, o de los feligreses entre sí", dijo el cardenal Raymond Burke en una entrevista concedida a The Wanderer (21 de agosto).
Según el cardenal, es necesaria otra reforma respecto a la disposición de la Iglesia: "En muchos lugares los tabernáculos fueron removidos del santuario de la Iglesia como resultado de una falsa interpretación del Concilio Vaticano II".
"La manera de recibir la Santa Comunión en forma reverencial, arrodillados y en la lengua es otro (ámbito) importante para comenzar", agregó el cardenal.
Imagen: Raymond Burke, © Saint Joseph, Flickr, CC BY-NC-ND, #newsZstbbaupxu
jamacor
La Santa Misa en la vida del cristiano
La Santa Misa nos sitúa de ese modo ante los misterios primordiales de la fe, porque es la donación misma de la Trinidad a la Iglesia. Así se entiende que la Misa sea el centro y la raíz de la vida espiritual del cristiano. Es el fin de todos los sacramentos. En la Misa se encamina hacia su plenitud la vida de la gracia, que fue depositada en nosotros por el …More
La Santa Misa en la vida del cristiano

La Santa Misa nos sitúa de ese modo ante los misterios primordiales de la fe, porque es la donación misma de la Trinidad a la Iglesia. Así se entiende que la Misa sea el centro y la raíz de la vida espiritual del cristiano. Es el fin de todos los sacramentos. En la Misa se encamina hacia su plenitud la vida de la gracia, que fue depositada en nosotros por el Bautismo, y que crece, fortalecida por la Confirmación. Cuando participamos de la Eucaristía, escribe San Cirilo de Jerusalén,experimentamos la espiritualización deificante del Espíritu Santo, que no sólo nos configura con Cristo, como sucede en el Bautismo, sino que nos cristifica por entero, asociándonos a la plenitud de Cristo Jesús.

La efusión del Espíritu Santo, al cristificarnos, nos lleva a que nos reconozcamos hijos de Dios. El Paráclito, que es caridad, nos enseña a fundir con esa virtud toda nuestra vida; y consummati in unum, hechos una sola cosa con Cristo, podemos ser entre los hombres lo que San Agustín afirma de la Eucaristía: signo de unidad, vínculo del Amor.

No descubro nada nuevo si digo que algunos cristianos tienen una visión muy pobre de la Santa Misa, que para otros es un mero rito exterior, cuando no un convencionalismo social. Y es que nuestros corazones, mezquinos, son capaces de vivir rutinariamente la mayor donación de Dios a los hombres. En la Misa, en esta Misa que ahora celebramos, interviene de modo especial, repito, la Trinidad Santísima. Corresponder a tanto amor exige de nosotros una total entrega, del cuerpo y del alma: oímos a Dios, le hablamos, lo vemos, lo gustamos. Y cuando las palabras no son suficientes, cantamos, animando a nuestra lengua —Pange, lingua!— a que proclame, en presencia de toda la humanidad, las grandezas del Señor.
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