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Díselo a Francisco: ¡Menos locuacidad y menos visibilidad! Por Antonio Lasierra*

Hace unos cuantos decenios, alguien - creo que el príncipe consorte- tuvo la ideíca de que la BBC hiciera un reportaje mostrando la realidad cotidiana de la familia real británica. Tras la emisión, la Reina ordenó sepultar el programa bajo llave, no redifundirlo jamás, y no volver a caer nunca jamás en la tentación de acercar la realidad al pueblo. Sencillamente porque el dichoso programa ponía al descubierto la realidad de unos «royals» tan insípidos y vulgares como cualquiera, incapaces de hacer o decir nada de interés, y del todo carentes de la majestad y superioridad que se les suponía. Por lo visto el Papa y sus asesores no conocen el suceso. O, si lo conocen, no terminan de entender su significado.

Quien encarna una institución de naturaleza simbólica, de fuerte contenido metafísico y hasta mágico, debe rodearse de cierto halo de excepcionalidad y de misterio concordes con la naturaleza del oficio. Renunciar a él y mostrar la realidad es peligroso, sobre todo cuando la realidad se muestra en toda su vulgaridad.

Casi todo es opinable, claro, pero lo que yo he visto es desalentador. El Papa no atiende a las preguntas (Herrera le pregunta por la eutanasia y responde sobre el aborto); no sabe con quién va a hablar en Hungría (¿pero los viajes y el orden del día no están preparadísimos y controladísimos con antelación?); da sobre «Traditionis custodes» un razonamiento de aurora boreal; deja a los sacerdotes jóvenes que quieren conocer la tradición como unos esnobs esclavos de la moda; dice cosas espinosísimas (¿de verdad hay que respetar las tradiciones culturales talibanes?); se rebaja a mero gestor de lo decidido por los cardenales en el precónclave (¿para qué entonces un Papa si valdría una simple comisión gestora); declara intrascendente la reforma de la Curia (¿y para algo irrelevante llevan ocho años de reuniones?); aborda el asunto China con una superficialidad estupefaciente (solo importa el diálogo; no se sabe para qué ni con que resultados); una y otra vez coloca sus tópicos preferidos -periferias, puentes, acogida, diálogo…- porque sí, sin porqué ni para qué; y hasta dice cosas desagradables de escuchar e imaginar (la historia del anciano «babeándose»)… Solo he visto firmeza en la creencia en el Diablo y en la condena de la pedopornografía.

Si yo fuera el Secretario de Estado, o el jefe del Dicasterio de Comunicaciones, o incluso el Prefecto de la Casa Pontificia (ah, no; que este está «missing»), diría al Papa algo parecido a lo que la reina Isabel a sus allegados modernizantes: se acabó, fin de la campechanía, y a partir de ahora, solo encíclicas y documentos. Menos locuacidad y menos visibilidad.

Algunos, no obstante, habrán quedado muy satisfechos con la revelación de la ausencia de propósito de renuncia. Vale. Pero lo relevante no es solo que renuncia o no; que también. Lo significativo es que vaticanistas, comentaristas, analistas, periodistas, han empezado a hablar de cónclave, a examinar el «dramatis personae»,y hasta a promocionar descaradamente candidatos al solio pontificio. Lo que quiere decir que todos esos gremios informados dan el pontificado por finiquitado, Y por lo escuchado hoy, parece que ya no hay más conejos en la chistera.

*El texto fue publicado originalmente como comentario de un lector debajo de este artículo:
infovaticana.com/…gs/cigona/le-entrevista-del-papa-a-carlos-herrera/
ppedro1 shares this
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Saludos