Me viene a la cabeza el fervor con que tanta gente, en la Semana Santa de Sevilla, gritaba al paso de la Macarena: ¡guapa, guapa y guapa! Con lo femenina que es nuestra Madre, podemos estar seguros de que le gustarán los piropos que le lancemos. Madre mía, procuraré decirte algo -aunque solo sea: ¡guapa!- cada vez que vea una imagen tuya. ¡Ah! y qué buena idea la de aquel que siempre que veía una chica guapa decía a María en su interior: ¡Tú sí que eres guapa! Ahora puedes seguir hablando a María con tus palabras, comentándole algo de lo que has leído. Después termina con la oración final. ORACIÓN FINAL ¡OH SEÑORA MÍA, Oh Madre mía! Yo me ofrezco enteramente a ti; y en prueba de mi amor de hijo te consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón; en una palabra, todo mi ser. Ya que soy todo tuyo, Madre buena, guárdame y defiéndeme como cosa y posesión tuya. Amén