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Los misterios del Papa emérito

Por Riccardo Cascioli

El 28 de febrero de hace seis años Benedicto XVI dejaba definitivamente el Palacio Apostólico y proseguía su ministerio con una vida de oración. Pero el significado de esa renuncia permaneció siempre incomprendido, él mismo avaló una idea de reforma del papado, pero sin explicar los detalles. Es un tema del cual se habla poco, pero que tendrá grandes consecuencias para la Iglesia.


Muchos tendrán todavía impresos en sus ojos las imágenes de ese 28 de febrero de hace seis años, cuando el papa Benedicto XVI dejó definitivamente en un helicóptero el Palacio Apostólico en el Vaticano, para trasladarse temporalmente a Castelgandolfo, para comenzar «como peregrino la última etapa de su vida”. El 11 de febrero anterior, fiesta de Nuestra Señora de Lourdes, había anunciado su renuncia al papado.

Durante mucho tiempo se discutió, y se discute todavía, las verdaderas razones de esa renuncia, elaborando fantasías a menudo, a pesar de que Benedicto afirmó siempre que se trató de una decisión “en plena libertad”. Pero mucho menos se ha reflexionado sobre el “después de la renuncia”, que si se mira bien es el hecho más grave de las consecuencias para la Iglesia. Porque si la renuncia al papado ya ha ocurrido en el pasado y está prevista también por el Código de Derecho Canónico, nunca se ha pensado y, mucho menos teorizado, el papado “emérito”.

Para entender cuán sorpresiva fue la cuestión basta citar el artículo de Civiltà Cattolica (que sale a la venta después del visto de la Secretaría de Estado) publicado inmediatamente después del 11 de febrero, firmado por el sacerdote canonista Gianfranco Ghirlanda: “es evidente que el Papa que renunció ya no es Papa, por lo cual ya no tiene ninguna autoridad en la Iglesia y no puede entrometerse en ningún asunto de gobierno. Nos podemos preguntar qué título conservará Benedicto XVI. Pensamos que se le debe atribuir el título de obispo emérito de Roma, como cualquier otro obispo diocesano que cesa”.

Pero Benedicto XVI tenía en mente otra cosa y quiso ser “Papa emérito”, conservando el título de “Su Santidad” y vistiendo la simple túnica talar blanca. Algo inédito, cuyo significado y consecuencias para la Iglesia hay que explorar todavía. Seguramente, de alguna manera, se ha verificado un cambio del papado. Incluso si no es apropiado hablar de "dos Papas", Benedicto XVI no intentó renunciar ciertamente a su ministerio en forma íntegra. Lo dijo claramente en la última audiencia del 27 de febrero: “el ‘siempre’ es también un ‘para siempre’ - ya no hay un retorno a lo privado. Mi decisión de renunciar al ejercicio activo del ministerio no revoca esto. No es un retorno a la vida privada, a una vida de viajes, encuentros, recepciones, conferencias, etc. No abandono la Cruz, sino que quedo en una forma nueva con el Señor crucificado. Ya no llevo la potestad del oficio para el gobierno de la Iglesia, sino que permanezco en el servicio de la oración, por así decir, en el recinto de San Pedro”.

Como lo explicará monseñor Georg Gänswein, secretario personal de Benedicto XVI y prefecto de la Casa Pontificia, en un histórico discurso el 21 de mayo de 2016, aunque no hay “dos Papas”, sin embargo se puede hablar “de facto de un ministerio ampliado, con un miembro activo y un miembro contemplativo”. Y poco antes había dicho que “desde el 11 de febrero de 2013 el ministerio papal ya no es lo que era antes. Es y sigue siendo el fundamento de la Iglesia Católica, y sin embargo es un fundamento que Benedicto XVI ha transformado profunda y durablemente en su pontificado de excepción”.

Se trata de afirmaciones de un alcance enorme, sin embargo cayeron en el olvido. El papa Francisco nunca ha secundado esta visión, tratando de relegar a Benedicto XVI al simple ro de “abuelo sabio en casa” y valorando sólo el instituto de la renuncia del Papa. También aquí, frente a dos modos tan diferentes de comprender el pasaje histórico, esperaríamos un debate a la altura de la novedad. Pero no ha pasado nada.

Se puede seguir fingiendo que no ha pasado nada, pero el hecho histórico, la “reforma del Papado” permanece y seguirá produciendo consecuencias. Meritoriamente, en su último libro (El secreto de Benedicto XVI, Rizzoli) Antonio Socci vuelve a recorrer todos los pasajes fundamentales de esta experiencia, examinando las intervenciones de Benedicto XVI y de monseñor Gänswein, que han añadido a través de los detalles y criterios para comprender al menos en parte el sentido de la decisión del Papa emérito. La parte central del libro, con comentarios de varios canonistas, se convierte así en una síntesis imprescindible para comprender lo que está en juego.

Se puede o no concordar con las premisas de la renuncia de Benedicto XVI y sobre las conclusiones Socci extrae, pero queda el hecho que hoy, a una distancia de seis años, no es menos importante que entonces comprender cómo ha cambiado el papado. Así, vistos los desarrollos recientes, se diría que es todavía más urgente.

Publicado originalmente en italiano el 28 de febrero de 2019, en www.lanuovabq.it/it/i-misteri-del-papa-emerito

Traducción al español por: José Arturo Quarracino
DEFENSA DE LA FE
BENEDICTO XVI NO HA DEJADO DE SER EL PAPA DE MI IGLESIA.
elporron
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