Kevin Angel
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Evangelio según San Marcos 3, 20-21. (23/01/2016)

Jesús regresó a la casa, y de nuevo se juntó tanta gente que ni siquiera podían comer.
Cuando sus parientes se enteraron, salieron para llevárselo, porque decían: "Es un exaltado".

Palabra del Señor.


Debe haber sido muy difícil para los familiares de Jesús entender su comportamiento. Casi constantemente estaba rodeado de muchedumbres, entrando en controversias con los jefes judíos, enseñando y orando hasta avanzadas horas de la noche. En este pasaje vemos un ejemplo más de lo mucho que trabajaba el Señor. Cuando volvió de la montaña con su grupo de apóstoles recién designados, se aproximó a su casa y allí encontró a otra multitud de gente reunida que le esperaba. Movido por la compasión, les dio tiempo y atención, y ¡ni siquiera tuvo tiempo para descansar ni comer!

Los preocupados familiares de Jesús pensaron que no estaba actuando de un modo sensato, y ¡hasta era posible que hubiera perdido el juicio! Ellos temían que Jesús no estuviera llevando una vida sana y equilibrada, pero al Señor lo que le preocupaba era el Reino de Dios. Lo que más quería era demostrar el amor de Dios a cada persona que acudía a su lado, tanto así que voluntariamente se arriesgaba a que sus parientes no lo comprendieran.

En efecto, así como Jesús no se sentía abrumado por los gentíos que se reunían frente a su casa, tampoco se siente abrumado cuando nosotros acudimos a él con nuestras debilidades, aun cuando lo hagamos con mucha frecuencia. El Señor no se oculta de nosotros, y comprende nuestras debilidades. Precisamente asumió nuestra naturaleza humana para poder curarnos y renovarnos. Por eso, su familia verdadera la forman todos aquellos que acuden a su lado con fe, convencidos de que él ha venido del Padre para salvarnos del pecado y la oscuridad.

En esta Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, tal vez la esperanza de la unidad con los cristianos de otras confesiones nos parezca efímera, un sueño distante. Pero de todos modos debemos seguir rezando; debemos creer que encontraremos las respuestas a nuestras divisiones si recurrimos al corazón de Cristo. ¡Qué buena noticia sería que, ahora que estamos orando por la unión de las iglesias, le pudiéramos dar nosotros al Señor la buena noticia diciéndole: “Señor, aquello que tú deseabas tanto, que todos fuésemos uno, como tú y el Padre son uno, se ha realizado.”


“Padre eterno, enséñanos a acercarnos a tu Hijo amado, y ayúdanos a actuar con un espíritu de compasión, paciencia y unidad con nuestros hermanos cristianos de otras confesiones hasta que te veamos cara a cara.”
Tina 13
🙏