Brodofoumé, Costa de Marfil. 20 de junio. Hoy, noveno día del campo del trabajo, nos hemos despertado como nos acostamos. Mojados. A pesar de ello, no han mermado nuestras fuerzas, sino que hemos ido a trabajar con aún más entusiasmo, si eso es posible.
Los cánticos eran cada vez más fuertes, los bautizos aumentaban en la fosa séptica, como el de Diego Fernández-Cuesta, José Luis Castedo, o incluso el don Pedro Marcos. Al salir de ella, lo único limpio que les quedaba era su sonrisa. Por fin hemos podido empezar a pintar las aulas, y ya hemos dado la primera capa.
Después de un reconfortante bocadillo, solo los más valientes han continuado la tarea, es decir, todos.
Al llegar del trabajo, las cocineras nos han deleitado una vez más con una exquisita comida, a base del ya famoso pescado de la zona, acompañado del típico arroz, y recubierto de una salsa de pistacho. Gracias a ello, un gran número de enfermos se ha ido recuperando.
La tarde, como viene siendo habitual no ha sido monótona. Unos han disfrutado del famoso juego del lobo, el nuevo mus (aunque Jacobo Zamora y Jaime Sunyer siguen pensando que es la pocha), otros han podido disfrutar de una exhibición de diábolo por parte de los nativos, y por último algunos han preferido conocer un poco más el poblado, siempre acompañados de los omnipresentes gendarmes. Tras la exposición del Santísimo que estamos realizando en esta Octava del Corpus, seguida de la Santa Misa, hemos cenado, rezado el Rosario, y finalmente antes de irnos a dormir hemos tenido nuestra siempre agradable tertulia, donde predominaban las anécdotas, y el ya habitual #Dato de Mario Antón.
