Lo que dices es rigurosamente cierto (y te honra mucho verlo así), pero también lo es que como consecuencia de décadas de políticas destructivas de la identidad como católicos y de los roles de cada sexo (especialmente, el masculino), unidos a un bienestar excesivo y la inclusión de disruptores endocrinos, la masculinidad ha perdido gran parte de su fuerza en países como España. Desde luego, también hay muchos hombres jóvenes viriles y con dignidad, con capacidad de pelear por lo suyo si les dieran un poco de guía e instrucción. Pero estos últimos están desactivados aún.
Hay países que, a mi juicio, están mucho peor que nosotros. El otro día me crucé con un grupo de nórdicos turistas (hombres todos, diría que suecos o noruegos) y por un hecho que observé que sería muy largo de explicar, os puedo decir que pude comprobar que no tenían ni una gota de adrenalina en sus venas. Eran como robots, incapaces de reaccionar a un estímulo.