S.S. Juan Pablo II reconfortó y dio aliento a los enfermos del ISSSTE

el 24 de enero de 1999 en el hospital Adolfo López Mateos.

Consoló a 27 enfermos terminales

En el atardecer de sus vidas, cuando las primeras sombras invaden sus rostros, 27 enfermos terminales, que en el cuarto piso del hospital Adolfo López Mateos aguardan la llegada de la noche, recibieron la luz de la esperanza.


Con su lento andar, mirada tierna y rostro amable, apoyado en su bastón, coronado con un Cristo, Juan Pablo II acudió a visitar y consolar a los enfermos.

Su mayor preocupación, platicar en privado con pacientes -cuyos expedientes clínicos son del ISSSTE- con padecimientos irreversibles, entre los que se encontraban seis contagiados de sida; dos niños con leucemia, dos con cáncer, una niña con infarto cerebral por traumatismo, uno con síndrome de Down y otra hemipléjica.

Era la tarde del domingo 24 de enero, el tercer día de su estancia en la capital del país. El jefe de la Iglesia católica acudió al centro hospitalario del ISSSTE, localizado al sur de la ciudad, en Avenida Universidad 1321, colonia Florida.

Reconfortó y dio aliento
El Papa llegó acompañado por el nuncio apostólico, Justo Mullor, y el cardenal Norberto Rivera Carrera. Su objetivo, reconfortar y dar aliento espiritual a pacientes en fase terminal y, desde aquí, enviar un mensaje de aliento a los que sufren por alguna enfermedad en todo el continente americano.

A las puertas del hospital, inaugurado el 17 de noviembre de 1970, Karol Wojtyla fue recibido por el secretario de Salud, Juan Ramón de la Fuente; la directora general del ISSSTE, Socorro Díaz; el director del IMSS, Genaro Borrego Estrada, y el director del DIF, Mario Luis Fuentes Alcalá, así como por la directora del nosocomio, Elsa Carolina Rojas Ortiz.

En su recorrido de la Nunciatura Apostólica, donde durmió las cuatro noches que permaneció en México, en la colonia San José Insurgentes, al hospital de la colonia Florida, tan sólo cuatro kilómetros, Juan Pablo II volvió a recibir muestras de cariño y simpatía de toda la gente.

Sobre las vallas cientos de personas se acercaban para captar la mejor mirada, la bendición, un gesto del hombre nacido en Polonia hace 79 años.

Al llegar a la esquina de Avenida Universidad y Río Churubusco, a unos cuantos metros del moderno edificio, que cuenta con tres torres: Hospitalización, Consulta Externa y Areas Administrativas, con 430 camas en operación, estalló un sentimiento especial de alegría y esperanza entre quienes sufren.

"Tú eres mi amigo del alma, realmente el amigo, que en toda jornada está siempre conmigo...", la canción que identifica a este hombre de sotana y solideo blancos, sonó con fuerza. La estudiantina, integrada por trabajadores del ISSSTE y sus hijos, produjo las más diversas reacciones entre los asistentes.

Rostros de dolor y desesperanza se iluminaron con la llegada de quien también padece la enfermedad y el cansancio de un intenso pontificado que cumplió ya dos décadas.

Entre gritos de entusiasmo, lágrimas no contenidas por la emoción, gestos de dolor de los que sufren, el religioso descendió del vehículo blanco llamado Papamóvil, adaptado con cristales blindados que permiten la visibilidad por todos lados.

Con su caminar lento y su eterno gesto de bondad, ingresó al hospital. En el lobby principal lo esperaba otro grupo, de 80 enfermos, médicos y personal administrativo del nosocomio, considerado de tercer nivel por la alta especialización de los servicios que brinda. Dos ancianas en silla de ruedas, con rosarios en la mano, le tendieron sus brazos. Juan Pablo II las acercó a su pecho y las consoló.

Enseguida cargó y besó tiernamente a un pequeño de ocho años con parálisis cerebral. Un joven, con síndrome de Down y en silla de ruedas, trataba de decirle algo que fue ahogado por el llanto. Sus balbuceos conmovieron al representante de Cristo y a todos los presentes.


Mensaje de consuelo a los enfermos.
Otros enfermos, emocionados, gritaban, lloraban, trataban de acercarse al Papa, quien seguido por las autoridades del sector salud les tendía la mano, los acercaba a su regazo, les daba palabras de aliento y su bendición.

Las imágenes aumentaron en dramatismo y la música subió de volumen.
La estudiantina cantaba Pescador y Cielito lindo.
Conmovido, el jefe de la Iglesia católica avanzaba entre manos que le tendían rosarios, imágenes y otros objetos religiosos.

Se detuvo por un instante, ya sin bastón, frente a casi 80 enfermos, para dirigirles una breve oración.
También tuvo un mensaje para ellos y sus familiares. El texto del mismo lo entregó al presidente episcopal de la Comisión de Salud, el obispo auxiliar de Monterrey, José Luis Lizares Estrada, para que lo leyera mientras él, con la directora del hospital, Elsa Carolina Rojas Ortiz, se dirigía al cuarto piso, donde lo esperaban 27 pacientes terminales.

En el documento Juan Pablo II manifiesta a los enfermos su afecto. "Me asocio a su oración y a la de sus seres queridos pidiendo a Dios, por intercesión de la Santísima Virgen de Guadalupe, la conveniente salud del cuerpo y del alma, la plena identificación de sus sufrimientos con los de Cristo y la búsqueda de los motivos que, basados en la fe, nos ayudan a comprender el sentido del dolor humano".

Les dice además que se siente muy cercano a cada uno de los que sufren, así como a los médicos y demás profesionales que prestan su abnegado servicio a los enfermos.

"Quisiera que mi voz traspasara estos muros para llevar a todos los enfermos y agentes sanitarios la voz de Cristo y ofrecer así una palabra de consuelo en la enfermedad y de estímulo en la misión de la asistencia, recordando muy especialmente el valor que tiene el dolor en el marco de la obra redentora del Salvador", apunta.

Su presencia con los enfermos, continúa el prelado, es para poder servirles con amor y competencia; y no sólo una obra humanitaria y social, sino sobre todo una actividad eminentemente evangélica.

Mientras el obispo auxiliar de Monterrey, José Luis Lizares Estrada, leía el mensaje papal Juan Pablo II visitaba el cuarto piso del hospital, justo donde se encontraban los 27 enfermos terminales, motivo de su preocupación.

De manera privada, sin testigos, el también llamado vicario de Cristo estuvo con cada uno de ellos.
El hombre está llamado a una vida feliz.
Abajo, en el lobby, el mensaje a los enfermos era difundido a todo el mundo católico a través de la radio y la televisión mexicanas. En él Karol Wojtyla señala que el hombre está llamado a la alegría y a la vida feliz, pero experimenta diariamente muchas formas de dolor, y la enfermedad es la expresión más frecuente y más común del sufrir humano.

Frente a ello, agrega, "es espontáneo preguntarse: ¿Por qué sufrimos? ¿Para qué sufrimos? ¿Tiene un significado que las personas sufran? ¿Puede ser positiva la experiencia del dolor físico o moral?"... Para los cristianos, se responde el Papa, todas éstas no son interrogantes sin respuesta.

"El dolor es un misterio, muchas veces inescrutable para la razón. Forma parte del misterio de la persona, que sólo se esclarece en Jesucristo, que es quien revela al hombre su propia identidad. Sólo desde él podremos encontrar el sentido a todo lo humano".

Visto así, prosigue el mensaje del sumo pontífice, el dolor, la enfermedad y los momentos oscuros de la existencia humana adquieren una dimensión profunda e incluso esperanzada. Nunca se está solo frente al misterio del sufrimiento: "se está con Cristo, que da sentido a toda la vida: a los momentos de alegría y paz, igual que a los de aflicción y pena. Con Cristo todo tiene sentido, incluso el sufrimiento y la muerte; sin él nada se explica plenamente, ni siquiera los legítimos placeres que Dios ha unido a los diversos momentos de la vida humana".

Al término de su visita al cuarto piso y de la lectura de su mensaje a los enfermos el Papa, pensativo, consternado por lo que había visto, bendijo dos imágenes de la Virgen de Gua-dalupe. Una de ellas es réplica de la que trajo a México el ilustre obispo de Michoacán, Vasco de Quiroga, benefactor del pueblo purépecha, más conocido como Tata Vasco.

Con el fondo musical de la estudiantina, que interpretaba canciones típicas mexicanas, la directora general del ISSSTE le entregó un libro conmemorativo de su visita: Historia de un hospital: el Hospital Real de Naturales, obra del historiador y etnólogo Antonio Zedillo Castillo.

Según el prólogo, escrito por Socorro Díaz, el Hospital Real de Naturales fue el primer centro de salud de la Nueva España del siglo XVI. Se dedicó a atender a los indígenas de la ahora ciudad de México.


Antecedente claro de seguridad social.
El hospital estuvo bajo el patrocinio real, pero es significativo que haya sostenido parte de sus actividades con aportaciones de la comunidad. "Por sus características es el antecedente más claro de la seguridad social en México", indica.

Juan Pablo II también recibió la impresión de un poema de la Madre Teresa de Calcuta, que es un canto a la vida y al humanismo, así como una medalla conmemorativa.

Cuando la noche cubría ya el cielo de la ciudad de México el Papa abandonó, con un gesto de dolor, el hospital Adolfo López Mateos. Atrás había dejado la palabra de aliento, el consuelo y una luz de esperanza para quienes sufren y los que ven avanzar por las ventanas del cuarto piso la oscuridad.

Afuera, detrás de las vallas, la gente, hombres, mujeres y niños, pero sobre todo muchos adolescentes y jóvenes, emocionada lo vitoreaba a su paso: "El Pa-pa, el Pa-pa, el Pa-pa". "Se ve, se siente, el Papa está presente".

Por momentos Juan Pablo II, en el Papabús, tranquilo, sonreía, luego meditaba. Pensaba, rezaba aún por los enfermos, por los que sufren, quienes ahora tienen un motivo más para vivir
Rumbo al área donde se encuentran los enfermos terminales.
Niños y ancianos muestran su amor al Papa.
Dos ancianas en silla de ruedas, con rosarios en la mano, le tendieron los brazos. El Papa las acercó a su pecho y las consoló.

En el atardecer de sus vidas, cuando las primeras sombras invaden sus rostros, 27 enfermos terminales, que en el cuarto piso del hospital Adolfo López Mateos aguardan la llegada de la noche, recibieron la luz de la esperanza.

Con su lento andar, mirada tierna y rostro amable, apoyado en su bastón, coronado con un Cristo, Juan Pablo II acudió a visitar y consolar a los enfermos.

Su mayor preocupación, platicar en privado con pacientes -cuyos expedientes clínicos son del ISSSTE- con padecimientos irreversibles, entre los que se encontraban seis contagiados de sida; dos niños con leucemia, dos con cáncer, una niña con infarto cerebral por traumatismo, uno con síndrome de Down y otra hemipléjica.

Era la tarde del domingo 24 de enero, el tercer día de su estancia en la capital del país. El jefe de la Iglesia católica acudió al centro hospitalario del ISSSTE, localizado al sur de la ciudad, en Avenida Universidad 1321, colonia Florida.


Reconfortó y dio aliento.
El Papa llegó acompañado por el nuncio apostólico, Justo Mullor, y el cardenal Norberto Rivera Carrera. Su objetivo, reconfortar y dar aliento espiritual a pacientes en fase terminal y, desde aquí, enviar un mensaje de aliento a los que sufren por alguna enfermedad en todo el continente americano.

A las puertas del hospital, inaugurado el 17 de noviembre de 1970, Karol Wojtyla fue recibido por el secretario de Salud, Juan Ramón de la Fuente; la directora general del ISSSTE, Socorro Díaz; el director del IMSS, Genaro Borrego Estrada, y el director del DIF, Mario Luis Fuentes Alcalá, así como por la directora del nosocomio, Elsa Carolina Rojas Ortiz.

En su recorrido de la Nunciatura Apostólica, donde durmió las cuatro noches que permaneció en México, en la colonia San José Insurgentes, al hospital de la colonia Florida, tan sólo cuatro kilómetros, Juan Pablo II volvió a recibir muestras de cariño y simpatía de toda la gente.

Sobre las vallas cientos de personas se acercaban para captar la mejor mirada, la bendición, un gesto del hombre nacido en Polonia hace 79 años.

Al llegar a la esquina de Avenida Universidad y Río Churubusco, a unos cuantos metros del moderno edificio, que cuenta con tres torres: Hospitalización, Consulta Externa y Areas Administrativas, con 430 camas en operación, estalló un sentimiento especial de alegría y esperanza entre quienes sufren.

"Tú eres mi amigo del alma, realmente el amigo, que en toda jornada está siempre conmigo...", la canción que identifica a este hombre de sotana y solideo blancos, sonó con fuerza. La estudiantina, integrada por trabajadores del ISSSTE y sus hijos, produjo las más diversas reacciones entre los asistentes.

Rostros de dolor y desesperanza se iluminaron con la llegada de quien también padece la enfermedad y el cansancio de un intenso pontificado que cumplió ya dos décadas.

Entre gritos de entusiasmo, lágrimas no contenidas por la emoción, gestos de dolor de los que sufren, el religioso descendió del vehículo blanco llamado Papamóvil, adaptado con cristales blindados que permiten la visibilidad por todos lados.

Con su caminar lento y su eterno gesto de bondad, ingresó al hospital. En el lobby principal lo esperaba otro grupo, de 80 enfermos, médicos y personal administrativo del nosocomio, considerado de tercer nivel por la alta especialización de los servicios que brinda. Dos ancianas en silla de ruedas, con rosarios en la mano, le tendieron sus brazos. Juan Pablo II las acercó a su pecho y las consoló.

Enseguida cargó y besó tiernamente a un pequeño de ocho años con parálisis cerebral. Un joven, con síndrome de Down y en silla de ruedas, trataba de decirle algo que fue ahogado por el llanto. Sus balbuceos conmovieron al representante de Cristo y a todos los presentes.
Mensaje de consuelo a los enfermos
Otros enfermos, emocionados, gritaban, lloraban, trataban de acercarse al Papa, quien seguido por las autoridades del sector salud les tendía la mano, los acercaba a su regazo, les daba palabras de aliento y su bendición.

Las imágenes aumentaron en dramatismo y la música subió de volumen.
La estudiantina cantaba Pescador y Cielito lindo.

Conmovido, el jefe de la Iglesia católica avanzaba entre manos que le tendían rosarios, imágenes y otros objetos religiosos.

Se detuvo por un instante, ya sin bastón, frente a casi 80 enfermos, para dirigirles una breve oración.
También tuvo un mensaje para ellos y sus familiares. El texto del mismo lo entregó al presidente episcopal de la Comisión de Salud, el obispo auxiliar de Monterrey, José Luis Lizares Estrada, para que lo leyera mientras él, con la directora del hospital, Elsa Carolina Rojas Ortiz, se dirigía al cuarto piso, donde lo esperaban 27 pacientes terminales.

En el documento Juan Pablo II manifiesta a los enfermos su afecto. "Me asocio a su oración y a la de sus seres queridos pidiendo a Dios, por intercesión de la Santísima Virgen de Guadalupe, la conveniente salud del cuerpo y del alma, la plena identificación de sus sufrimientos con los de Cristo y la búsqueda de los motivos que, basados en la fe, nos ayudan a comprender el sentido del dolor humano".

Les dice además que se siente muy cercano a cada uno de los que sufren, así como a los médicos y demás profesionales que prestan su abnegado servicio a los enfermos.

"Quisiera que mi voz traspasara estos muros para llevar a todos los enfermos y agentes sanitarios la voz de Cristo y ofrecer así una palabra de consuelo en la enfermedad y de estímulo en la misión de la asistencia, recordando muy especialmente el valor que tiene el dolor en el marco de la obra redentora del Salvador", apunta.

Su presencia con los enfermos, continúa el prelado, es para poder servirles con amor y competencia; y no sólo una obra humanitaria y social, sino sobre todo una actividad eminentemente evangélica.

Mientras el obispo auxiliar de Monterrey, José Luis Lizares Estrada, leía el mensaje papal Juan Pablo II visitaba el cuarto piso del hospital, justo donde se encontraban los 27 enfermos terminales, motivo de su preocupación.
De manera privada, sin testigos, el también llamado vicario de Cristo estuvo con cada uno de ellos.
El hombre está llamado a una vida feliz.
Abajo, en el lobby, el mensaje a los enfermos era difundido a todo el mundo católico a través de la radio y la televisión mexicanas. En él Karol Wojtyla señala que el hombre está llamado a la alegría y a la vida feliz, pero experimenta diariamente muchas formas de dolor, y la enfermedad es la expresión más frecuente y más común del sufrir humano.

Frente a ello, agrega, "es espontáneo preguntarse: ¿Por qué sufrimos? ¿Para qué sufrimos? ¿Tiene un significado que las personas sufran? ¿Puede ser positiva la experiencia del dolor físico o moral?"... Para los cristianos, se responde el Papa, todas éstas no son interrogantes sin respuesta.

"El dolor es un misterio, muchas veces inescrutable para la razón. Forma parte del misterio de la persona, que sólo se esclarece en Jesucristo, que es quien revela al hombre su propia identidad. Sólo desde él podremos encontrar el sentido a todo lo humano".

Visto así, prosigue el mensaje del sumo pontífice, el dolor, la enfermedad y los momentos oscuros de la existencia humana adquieren una dimensión profunda e incluso esperanzada. Nunca se está solo frente al misterio del sufrimiento: "se está con Cristo, que da sentido a toda la vida: a los momentos de alegría y paz, igual que a los de aflicción y pena. Con Cristo todo tiene sentido, incluso el sufrimiento y la muerte; sin él nada se explica plenamente, ni siquiera los legítimos placeres que Dios ha unido a los diversos momentos de la vida humana".

Al término de su visita al cuarto piso y de la lectura de su mensaje a los enfermos el Papa, pensativo, consternado por lo que había visto, bendijo dos imágenes de la Virgen de Gua-dalupe. Una de ellas es réplica de la que trajo a México el ilustre obispo de Michoacán, Vasco de Quiroga, benefactor del pueblo purépecha, más conocido como Tata Vasco.

Con el fondo musical de la estudiantina, que interpretaba canciones típicas mexicanas, la directora general del ISSSTE le entregó un libro conmemorativo de su visita: Historia de un hospital: el Hospital Real de Naturales, obra del historiador y etnólogo Antonio Zedillo Castillo.

Según el prólogo, escrito por Socorro Díaz, el Hospital Real de Naturales fue el primer centro de salud de la Nueva España del siglo XVI. Se dedicó a atender a los indígenas de la ahora ciudad de México.
Antecedente claro deseguridad social.
El hospital estuvo bajo el patrocinio real, pero es significativo que haya sostenido parte de sus actividades con aportaciones de la comunidad. "Por sus características es el antecedente más claro de la seguridad social en México", indica.

Juan Pablo II también recibió la impresión de un poema de la Madre Teresa de Calcuta, que es un canto a la vida y al humanismo, así como una medalla conmemorativa.

Cuando la noche cubría ya el cielo de la ciudad de México el Papa abandonó, con un gesto de dolor, el hospital Adolfo López Mateos. Atrás había dejado la palabra de aliento, el consuelo y una luz de esperanza para quienes sufren y los que ven avanzar por las ventanas del cuarto piso la oscuridad.

Afuera, detrás de las vallas, la gente, hombres, mujeres y niños, pero sobre todo muchos adolescentes y jóvenes, emocionada lo vitoreaba a su paso: "El Pa-pa, el Pa-pa, el Pa-pa". "Se ve, se siente, el Papa está presente".

Por momentos Juan Pablo II, en el Papabús, tranquilo, sonreía, luego meditaba. Pensaba, rezaba aún por los enfermos, por los que sufren, quienes ahora tienen un motivo más para vivir.
Juan Pablo II recibió la impresión de un poema de la Madre Teresa de Calcuta y una medalla conmemorativa
El Papa da su bendición a personas con discapacidad.
Estudiantina integrada por trabajadores del ISSSTE e hijos.
Más que un acercamiento. El clero ora por el mejoramiento de la salud de los enfermos.


www.issste.gob.mx/…/visitó Juan Pab…
Irapuato
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