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FELIZ LA QUE HA CREÍDO - MARÍA: A. Poco después de la narración de la anunciación, el evangelista Lucas nos guía tras los pasos de la Virgen de Nazaret hacia "una ciudad de Judá" (Lc 1, 39). Según …Más
FELIZ LA QUE HA CREÍDO - MARÍA:

A. Poco después de la narración de la anunciación, el evangelista Lucas nos guía tras los pasos de la Virgen de Nazaret hacia "una ciudad de Judá" (Lc 1, 39). Según los estudiosos, esta ciudad debería ser la actual Ain-Karim, situada entre las montañas, no distante de Jerusalén. María llegó allí "con prontitud" para visitar a su pariente Isabel. El motivo de la visita se halla también en el hecho de que, durante la anunciación, Gabriel había nombrado de modo significativo a Isabel, que en edad avanzada había concebido un hijo por el poder de Dios. El mensajero divino se había referido a cuanto había acontecido en Isabel, para responder a la pregunta de María. Esto sucederá precisamente por el "poder del Altísimo", como y más aún que en el caso de Isabel.

B. María, movida por la caridad, se dirige a la casa de su pariente. Cuando entra, Isabel, al responder a su saludo y sintiendo saltar de gozo al niño en su seno, "llena de Espíritu Santo", a su vez saluda a María en alta voz. Esta exclamación o aclamación de Isabel entraría posteriormente en el Ave María, convirtiéndose así en una de las plegarias más frecuentes de la Iglesia. Isabel da testimonio de María: reconoce y proclama que ante ella está la Madre del Señor, la Madre del Mesías. De este testimonio participa también el hijo que Isabel lleva en su seno: "saltó de gozo el niño en su seno". El niño es el futuro Juan el Bautista, que en el Jordán señalará en Jesús al Mesías.

C. En el saludo de Isabel cada palabra está llena de sentido y, sin embargo, parece ser de importancia fundamental lo que dice al final. Estas palabras se pueden poner junto al apelativo "llena de gracia" del saludo del ángel. En ambos textos se revela un contenido mariológico esencial, o sea, la verdad sobre María, que ha llegado a estar realmente presente en el misterio de Cristo precisamente porque "ha creído". La plenitud de gracia, anunciada por el ángel, significa el don de Dios mismo; la fe de María, proclamada por Isabel en la visitación, indica como la Virgen de Nazaret ha respondido a este don.

D. "Cuando Dios revela hay que prestarle la obediencia de la fe" (Rom 16, 26; cf. Rom 1, 5; 2 Cor 10, 5-6), por la que el hombre se confía libre y totalmente a Dios, como enseña el Concilio. Esta descripción de la fe encontró una realización perfecta en María. El momento "decisivo" fue la anunciación, y las mismas palabras de Isabel "Feliz la que ha creído" se refieren en primer lugar a este instante. En efecto, en la Anunciación María se ha abandonado en Dios completamente, manifestando "la obediencia de la fe" a aquel que le hablaba a través de su mensajero y prestando "el homenaje.

E. Alabemos y bendigamos a María, que con su fe y obediencia se convirtió en la Madre de nuestro Salvador. En su visita a Isabel, María demuestra su disponibilidad y humildad al ponerse al servicio de su pariente en un momento crucial de su vida. Este encuentro no solo fortalece el vínculo entre ellas, sino que también nos revela la grandeza de María como la Madre del Señor.

F. La presencia del Espíritu Santo es evidente en este encuentro entre las dos mujeres. Isabel, llena del Espíritu Santo, reconoce y proclama la maternidad divina de María. El niño en el vientre de Isabel, Juan el Bautista, salta de gozo ante la presencia de Jesús en el seno de María. Este evento muestra cómo María se convierte en un canal de bendición y alegría, llevando en su seno al Salvador y trayendo bendiciones a aquellos que la rodean.

G. La visita de María a Isabel es un testimonio vivo de la fe y confianza que María deposita en Dios. Su respuesta al anuncio del ángel revela su profunda entrega y disposición para cumplir la voluntad divina. A través de su fe, María se convierte en un modelo de fe para todos nosotros, invitándonos a confiar plenamente en Dios y a responder con generosidad a su llamado.

H. En la visita de María a Isabel también encontramos una confirmación de la importancia de la maternidad en la vida de la mujer. María, como madre, lleva en su seno al Hijo de Dios, y su presencia y bendición traen alegría y salvación. Esta experiencia nos recuerda el valor y la dignidad de la maternidad, así como la responsabilidad de cuidar y proteger la vida desde su concepción.

I. En la visita de María a Isabel, vemos el encuentro de dos mujeres que comparten una experiencia única y sagrada. Ambas están embarazadas por obra del Espíritu Santo, y juntas se animan y se fortalecen en su fe. Esta escena nos enseña la importancia de la comunidad y el apoyo mutuo en nuestra vida espiritual, así como la importancia de reconocer y celebrar los dones y las bendiciones que Dios nos concede.

J. En resumen, la visita de María a Isabel es un momento significativo en la vida de ambas mujeres y en la historia de la salvación. A través de su fe, obediencia y amor, María se convierte en un instrumento de la gracia divina, llevando en su seno al Salvador del mundo. Su visita a Isabel es un testimonio de su disponibilidad y humildad, así como una confirmación de la grandeza de María como la Madre de Dios. Que este encuentro nos inspire a seguir el ejemplo de María y a abrirnos a la gracia de Dios en nuestras vidas.

K. En la visita de María a Isabel, vemos también el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento. La llegada de Jesús como el Mesías, el Salvador prometido, es anunciada y reconocida por Isabel. Esta visita confirma que Dios está cumpliendo sus promesas y que la salvación está cerca. María se convierte en un testimonio vivo de la fidelidad de Dios a su pueblo y nos recuerda la importancia de confiar en sus promesas.

L. La visita de María a Isabel también nos muestra el papel de la humildad y la disponibilidad en la vida cristiana. María, a pesar de ser elegida para ser la Madre de Dios, no busca la gloria personal ni el reconocimiento. En su visita a Isabel, pone su atención en el servicio a los demás y en llevar la bendición de Dios. Este ejemplo nos desafía a cultivar la humildad en nuestras vidas, a estar disponibles para hacer la voluntad de Dios y a servir a los demás con amor y generosidad.

CONCLUSIÓN:

La conclusión de este texto destaca la importancia de la fe de María en el plan de salvación de Dios. Desde el momento de la anunciación, María demostró una obediencia total y una confianza plena en las palabras del ángel. Su fe se manifestó en su fiat, su consentimiento para convertirse en la Madre de Dios. A lo largo de su vida, María siguió creyendo y confiando en las promesas de Dios, incluso en momentos difíciles y dolorosos.

María es comparada con Abraham, el padre de la fe, ya que ambos confiaron en Dios contra toda esperanza. La fe de María culminó en la aceptación de su papel como la Madre de Jesús, el Mesías prometido y el Rey eterno. A través de su fiat y su obediencia constante, María participó en el misterio de la encarnación y se convirtió en un ejemplo de fe para todos los creyentes.

Las palabras de Isabel y Simeón confirman la grandeza de María y su papel en el plan de Dios. Isabel la llama "la Madre de mi Señor" y Simeón predice que una espada atravesará su alma. Estas palabras apuntan a la cercana participación de María en el sufrimiento de su Hijo, pero también revelan su papel central en la redención de la humanidad.

En resumen, la fe de María es un modelo de confianza, obediencia y entrega total a la voluntad de Dios. Su fiat y su camino de fe son una inspiración para todos los creyentes, y su papel como la Madre de Dios y la participante en el misterio de la salvación la convierte en un símbolo de esperanza y redención para la humanidad.