Evidentemente, Jorge Mario ya no el jesuita infatuado que se sentía el Ignacio de Loyola del siglo XX-XXI. Ahora se cree Jesucristo reencarnado en él, por eso se permite cambiar las palabras de Nuestro Señor en la Última Cena, siguiendo las nauseabundas enseñanzas del prepósito general de la Compañía de Jesús, quien sostiene que como no había grabador, no se sabe realmente lo que dijo Jesús en la tierra, razón por la cual hay que "interpretarlo".
Pero lamentablemente para él, este pichón de Ignacio-Nuevo Jesucristo actúa cada vez más como un triste y payasesco delegado de George Soros en el Vaticano. Por algo sólo quería y quiere ser llamado "obispo de Roma", porque evidentemente el papado le queda inmenso.
Estimado Jorge Mario, "allá en el horno nos vamos a encontrar", porque ese será tu destino eterno. Por fin estaremos juntos, a pesar tuyo. Pero si todavía crees en serio en Jesucristo, pedile que sea misericordioso y te libere de tan triste suerte: conmigo en el infierno. Esa túnica blanca que calzas no merece semejante indignidad