Y los lefebvristas dijeron no. ¿A alguien le extraña que Monseñor Fellay haya dicho que no pueden aceptar lo que la Iglesia Católica les ha pedido que acepten? A mí no, desde luego. Hay cosas que no …Más
Y los lefebvristas dijeron no.
¿A alguien le extraña que Monseñor Fellay haya dicho que no pueden aceptar lo que la Iglesia Católica les ha pedido que acepten? A mí no, desde luego. Hay cosas que no cambian por mucha buena voluntad que se quiera poner en ello. Y el lefbvrismo lleva décadas empeñado en que el Concilio Vaticano II se opone a la doctrina católica en cuestiones como el ecumenismo y la libertad religiosa. Y ante la posibilidad de interpretar los textos conciliares conforme a la tradición, no aceptan de ninguna de las maneras que el Catecismo sea el instrumento que marque dicha interpretación.
Se confirma que la división entre la Iglesia y los lefebvrianos es de carácter doctrinal. Lo cual les situa prácticamente en el mismo lugar que los protestantes, aunque obviamente las diferencias doctrinales entre católicos y lefbvristas son menores, y todavía menos graves, que entre católicos y protestantes. Pero son lo suficientemente importantes como para que los lefebvrianos …Más
¿A alguien le extraña que Monseñor Fellay haya dicho que no pueden aceptar lo que la Iglesia Católica les ha pedido que acepten? A mí no, desde luego. Hay cosas que no cambian por mucha buena voluntad que se quiera poner en ello. Y el lefbvrismo lleva décadas empeñado en que el Concilio Vaticano II se opone a la doctrina católica en cuestiones como el ecumenismo y la libertad religiosa. Y ante la posibilidad de interpretar los textos conciliares conforme a la tradición, no aceptan de ninguna de las maneras que el Catecismo sea el instrumento que marque dicha interpretación.
Se confirma que la división entre la Iglesia y los lefebvrianos es de carácter doctrinal. Lo cual les situa prácticamente en el mismo lugar que los protestantes, aunque obviamente las diferencias doctrinales entre católicos y lefbvristas son menores, y todavía menos graves, que entre católicos y protestantes. Pero son lo suficientemente importantes como para que los lefebvrianos …Más
Susy Longoria
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La desobediencia....la verdadera soberbia
El odio que el demonio mantiene hacia Dios y hacia la creatura humana lo explican la soberbia y los celos. En efecto, cuando Luzbel, el ángel más hermoso, observó cuánta dedicación y amor depositaba Dios en la creación de un nuevo ser viviente, luego de haber creado los animales, se sintió atacado por los celos y experimentó por primera vez ese sentimiento …Más
La desobediencia....la verdadera soberbia
El odio que el demonio mantiene hacia Dios y hacia la creatura humana lo explican la soberbia y los celos. En efecto, cuando Luzbel, el ángel más hermoso, observó cuánta dedicación y amor depositaba Dios en la creación de un nuevo ser viviente, luego de haber creado los animales, se sintió atacado por los celos y experimentó por primera vez ese sentimiento que es la envidia y que se deriva en tristeza o en dolor por el bien del otro. Ahora, se percató el ángel, había otra creatura a la que el Creador amaba.
Dios le hizo saber a Luzbel que tendría que servir al hombre, y él entonces, ya enardecido de rabia respondió Non serviam, no lo serviré, y a Dios le gritó que en eso no le obedecería. Así cayó ante Dios transformándose en Lucifer, y no cayó sólo… le acompañaban en su envidia y soberbia muchos ángeles más, todos los que evitaron constituirse en servidores de los hombres y negaron obediencia al Creador. Desde entonces esos ángeles caídos suponen que Dios es protagonista de un error y que el hombre no merece su atención, menos su amor.
Caídos los ángeles, y transformados en demonios, se mantienen ocupados en demostrar al Creador la bajeza de la creatura humana. Arrastrándolo al mal le demuestran a Dios su equivocación y llevándole a la perdición le arrebatan el objeto de su amor. En verdad las acciones diabólicas dirigen un doble ataque: contra Dios cuando lo hieren en quien más ama, y contra el hombre cuando lo privan de responder con amor a quien con amor le creó.
El odio que el demonio mantiene hacia Dios y hacia la creatura humana lo explican la soberbia y los celos. En efecto, cuando Luzbel, el ángel más hermoso, observó cuánta dedicación y amor depositaba Dios en la creación de un nuevo ser viviente, luego de haber creado los animales, se sintió atacado por los celos y experimentó por primera vez ese sentimiento que es la envidia y que se deriva en tristeza o en dolor por el bien del otro. Ahora, se percató el ángel, había otra creatura a la que el Creador amaba.
Dios le hizo saber a Luzbel que tendría que servir al hombre, y él entonces, ya enardecido de rabia respondió Non serviam, no lo serviré, y a Dios le gritó que en eso no le obedecería. Así cayó ante Dios transformándose en Lucifer, y no cayó sólo… le acompañaban en su envidia y soberbia muchos ángeles más, todos los que evitaron constituirse en servidores de los hombres y negaron obediencia al Creador. Desde entonces esos ángeles caídos suponen que Dios es protagonista de un error y que el hombre no merece su atención, menos su amor.
Caídos los ángeles, y transformados en demonios, se mantienen ocupados en demostrar al Creador la bajeza de la creatura humana. Arrastrándolo al mal le demuestran a Dios su equivocación y llevándole a la perdición le arrebatan el objeto de su amor. En verdad las acciones diabólicas dirigen un doble ataque: contra Dios cuando lo hieren en quien más ama, y contra el hombre cuando lo privan de responder con amor a quien con amor le creó.
Susy Longoria
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“No permitáis que vosotros mismos seáis engañados por las taimadas declaraciones de aquellos que persistentemente claman que desean estar con la Iglesia, amar a la Iglesia, luchar para que la gente no salga de ella… sino juzgarlo por sus obras. Si ellos desprecian a los pastores de la Iglesia e incluso el Papa, si intentan por todos los medios evadir su autoridad para eludir sus directivas y …Más
“No permitáis que vosotros mismos seáis engañados por las taimadas declaraciones de aquellos que persistentemente claman que desean estar con la Iglesia, amar a la Iglesia, luchar para que la gente no salga de ella… sino juzgarlo por sus obras. Si ellos desprecian a los pastores de la Iglesia e incluso el Papa, si intentan por todos los medios evadir su autoridad para eludir sus directivas y juicios… entonces, ¿de qué Iglesia hablan esos hombres? Ciertamente no de la establecida sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, con Jesucristo mismo como la piedra angular” (Ef 2,20)
San Pío X, discurso del 10 de mayo de 1909
San Pío X, discurso del 10 de mayo de 1909