El último año ha sido el más difícil de su vida, declaró el arzobispo Georg Gänswein, de 68 años, a Bild.de (11 de agosto): "Pero estoy reconciliado".
Había tenido otros planes, ninguno de los cuales llegó a materializarse. "Simplemente hacía falta tiempo para que cicatrizaran las dolorosas heridas".
Y "Reconozco que estaba muy decepcionado".
Había mantenido su promesa de mostrar reverencia y obediencia a los papas: "Si fui feliz haciéndolo es otra cuestión".
Había derramado lágrimas desde su despido del Vaticano. También ha tenido que asimilar la muerte del Papa Benedicto XVI.
Dentro de unas semanas, el arzobispo Gänswein se trasladará a Vilna como nuncio. Allí tiene previsto reunirse no sólo con políticos, diplomáticos y obispos, sino también con el mayor número posible de fieles.
Actualmente se está preparando para su nueva misión, que espera con impaciencia.
Imagen: Georg Gänswein © Mazur CC BY-NC-SA, Traducción IA