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Un libro que por sí solo vale más que el Sínodo. Por Sandro Magister

En el Vaticano, el Sínodo avanza hacia su fase final, que en realidad no es final, ya que se volverá a convocar dentro de un año y sólo después el Papa, por sí solo, decidirá qué conclusiones extraer, en definitiva de un debate sobre el cual se sabe poco o nada, protegido como está por el secreto.

Mientras tanto, sin embargo, también hay un sínodo “fuera de los muros” [del Vaticano], del cual el libro mencionado es una voz, sobre un tema -la castidad- que casi se ha convertido en un tabú para aquellos que en la Iglesia invocan un “cambio de paradigma” en la doctrina católica sobre la sexualidad, liderada por el cardenal Jean-Claude Hollerich, a quien Francisco puso al mando del Sínodo.

El autor de Chastity. Reconciliation of the Senses, publicado el 12 de octubre por Bloomsbury y próximamente en librerías también en español, editado por Ediciones Encuentro, con el título Castidad. La reconciliación de los sentidos, es Erik Varden, 49 años, noruego, monje cisterciense estrictamente observante, Trapense, ex abad en Inglaterra de la abadía de Monte San Bernardo en Leicestershire, y desde 2020 obispo de Trondheim.

Varden, que no participa en el Sínodo, estuvo entre los firmantes -junto a todos los obispos de Escandinavia, entre ellos el cardenal de Estocolmo, Anders Arborelius- de esa “Carta pastoral sobre la sexualidad humana” difundida en la pasada Cuaresma, que Settimo Cielo publicó íntegramente en ese momento, la cual se destacó por su extraordinaria originalidad de lenguaje y contenido, capaz de exponer al hombre moderno toda la riqueza de la visión cristiana de la sexualidad con intacta fidelidad al magisterio milenario de la Iglesia y al mismo tiempo en clara oposición a la ideología de “género”.

Hay un estilo que une esa carta pastoral al libro de Varden. Pero también hay una diferencia importante. Chastity no se mezcla con las disputas, con los “Dubia”, sobre la bendición de las parejas homosexuales o sobre la Comunión para los divorciados vueltos a casar. Sobre estas cuestiones el autor anticipa que no se desvía ni un ápice de lo que enseña el Catecismo de la Doctrina Católica de 1992, y se refiere a él como “un gran tesoro”.

Pero justamente como obispo Varden quiere hacer algo más con su libro. Quiere “tender puentes”, llenar ese vacío que se ha creado entre el pensamiento de la sociedad secular moderna y la inmensa riqueza de la tradición cristiana, hoy disuelta por una amnesia generalizada.

Quiere, es decir, escribe, representar íntegramente la fe cristiana al mundo, sin compromisos. Pero al mismo tiempo expresarla de manera comprensible también para quienes es totalmente extraña: “apelar a la experiencia universal, tratando de leer esta experiencia a la luz de la revelación bíblica”.

Y Chastity es precisamente un viaje fascinante entre la Biblia y la gran música, la literatura, la pintura, desde los Padres del Desierto hasta la “Norma” de Bellini, desde Homero hasta la “Flauta Mágica” de Mozart, pasando por una buena docena de escritores y poetas modernos más o menos alejados de la fe cristiana. También el apóstol Mateo en la portada forma parte del juego. Está tomado del juicio final pintado al fresco en 1300 por Pietro Cavallini, precursor de Giotto, en la basílica romana de Santa Cecilia en el Trastevere. Sus ojos miran a Cristo, al destino final del hombre glorificado.

Todo para mostrar cómo Chastity, en los más diversos estados de vida, es reconciliación y satisfacción de deseos y pasiones, que tiene como meta precisamente ese hombre “vestido de gloria y honor”, que es Adán que salió de la creación, a la que Cristo nos lleva de vuelta.

A continuación se reproduce un breve extracto del libro, que sin embargo debe leerse en su totalidad, ya que es imperdible e incomparable con las débiles, aburridas y “esculturadas” charlatanerías sinodales.

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HA LLEGADO EL MOMENTO DE EFECTUAR UN “SURSUM CORDA”
por Erik Varden (de las páginas 114-116 de Chastity. Reconciliation of the Senses)

La santidad, la vida eterna, la configuración con Cristo, la resurrección del cuerpo: estas nociones no forman parte de la visión con la que, en la actualidad, la gente concibe las relaciones humanas y la sexualidad. Nos hemos alejado de la cosmovisión que dio lugar a la verticalidad de las catedrales del siglo XII, casas que contenían toda la vida al tiempo que la elevaban.

¿No escuchamos hace poco una propuesta para instalar una piscina en el techo restaurado de Notre Dame de París? Me pareció acertada. Habría restablecido simbólicamente la bóveda de agua que separaba la tierra del cielo en el primer día de la creación, antes de que se manifestara en ella la Imagen de Dios (cf. Gén 1,7). Habría anulado, también simbólicamente, la perforación del firmamento ocurrida en el bautismo de Jesús, que preanunciaba una nueva forma de ser humano. Cualquier rastro de misterio que pudiera quedar dentro de la catedral se habría celebrado bajo el chapoteo de cuerpos esforzándose por ponerse perfectamente en forma. La metáfora habría sido elocuente.

Una vez que el impulso sobrenatural ha desaparecido del cristianismo, ¿qué permanece? Un sentimiento bien intencionado y una serie de mandamientos que resultan opresivos, ya que la finalidad del cambio al que debían servir ha sido rechazada de manera sumaria.

Es comprensible, pues, que haya un movimiento para relegarlos a los archivos. ¿Qué propósito cumplirían? Una vez mundanizada, la Iglesia se acomoda al mundo y se siente razonablemente confortable en él. Tanto sus prescripciones como sus proscripciones reflejarán las costumbres del día y se adaptarán a ellas.

Esto demanda una flexibilidad permanente ya que las costumbres de la sociedad secular cambian con rapidez, también en la esfera de una reflexión “abierta” sobre el sexo. Algunos puntos de vista presentados como liberadores y proféticos no hace tanto tiempo —por ejemplo, sobre la sexualidad infantil— se consideran ahora, con razón, aberrantes. Sin embargo, nuevos profetas son ungidos con prontitud; nuevas teorías comienzan a circular para la experimentación en un área que nos toca en lo más íntimo.

Ha llegado el momento de efectuar un “Sursum corda”, de corregir una tendencia a una horizontalidad introspectiva para recuperar la dimensión trascendental de la intimidad encarnada, parte integral de la vocación universal a la santidad. Por supuesto, debemos tender la mano y dialogar con las personas alejadas de la enseñanza cristiana, los que se sienten marginados o consideran que se les impone una norma de cumplimiento imposible. Al mismo tiempo, no podemos olvidar que esta situación dista mucho de ser nueva.

En los primeros siglos de nuestra era había una tensión colosal entre los valores morales mundanos y los cristianos, sobre todo en lo relativo a la castidad. Y no porque los cristianos fueran mejores —la mayoría de nosotros, ahora como entonces, vivimos vidas mediocres—, sino porque tenían un sentido diferente de lo que es la vida. Aquellos fueron los siglos de las sutiles controversias cristológicas. La Iglesia luchó incansablemente por articular quién es Jesucristo: “Dios de Dios” y también “nacido de la Virgen María”; plenamente humano, plenamente divino. Sobre esta base, procedió a reflexionar sobre lo que significa el ser humano y cómo edificar un orden social verdaderamente humano.

En la actualidad, la cristología se encuentra eclipsada. Seguimos afirmando que “Dios se hizo hombre”. Pero en gran medida desplegamos una hermenéutica invertida, proyectando una imagen de “Dios” que emana de nuestra comprensión —en “ropaje de piel” (cf. Gn 3, 21)— de lo que es el hombre. El resultado es caricaturesco. Lo divino es reducido a nuestra medida. El hecho de que muchos contemporáneos rechacen a este “Dios” falsificado es, en muchos sentidos, un indicio de su sensatez.

(Sandro Magister) Al citar al cardenal Jean-Claude Hollerich como emblema del tabú que impide hablar de castidad en la Iglesia, había pasado por alto un detalle revelador, que sólo descubrí más tarde.
El pasado 27 de mayo, en una entrevista publicada en “Glas Koncila” [periódico semanal croata], Hollerich dijo que hablar hoy en día con alguien sobre la castidad “parece como si se le hablara en egipcio”. Así es: es como hablarle en egipcio.

Varden, que unos días antes había entregado al editor el manuscrito de su libro Castidad, se dio cuenta de esa entrevista y escribió una réplica, que vio la luz en The Tablet el 7 de octubre y es una perfecta introducción a su libro.

Publicado originalmente en italiano el 25 de octubre de 2023, en repubblica.it/…piu-del-sinodo-e-di-un-vescovo-ed-e-sulla-castita/

Traducción al español por: José Arturo Quarracino
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