Francisco rechazó dos veces ser obispo en las periferias
También le propusieron ser obispo de una zona de Corrientes, en el norte de Argentina. El nuncio le animó a aceptar, diciendo que allí estaban las ruinas jesuitas del pasado.
Bergoglio contestó que no quería ser “guardián de ruinas” y se negó, sin importarle la gente de esas periferias. Pero cuando le ofrecieron Buenos Aires “con la autorización firmada por el Prepósito General, el padre Hans-Peter Kolvenbach” [que no era necesaria], aceptó -cita humorística- “con espíritu de obediencia”.
En el libro El Papa dictador, Henry Sire escribe que Kolvenbach entregó una evaluación negativa de Bergoglio en un intento infructuoso de frustrar su ascenso.
Francisco dijo a los jesuitas que un Papa no debe dimitir, porque el papado es vitalicio y que él no tenía planes de dimitir.
El que odia la Misa Romana elogió el rito congoleño que se inventó en 1988. Francisco “no lo llamó una adaptación”, sino de “realidad poética, creativa, para ser significativa y adecuada a la realidad congoleña. Así que sí, me gusta y me da alegría”.
Fuera de contexto añadió que “una de las cosas más feas en la Iglesia es el autoritarismo, que se convierte en un espejo de la sociedad herida por la mundanidad y la corrupción”. Hablaba de sí mismo.
En un encuentro llevado a cabo el 4 de febrero con jesuitas en Sudán del Sur, un adulador preguntó a Francisco sobre “el secreto de su sencillez”... Francisco no cayó en la trampa: “¿Yo, sencillo? Me siento demasiado complicado”.
En cuanto a su vida de oración, dijo que preside la Eucaristía y recita el breviario corto del Novus Ordo. “A veces rezo el Rosario, a veces tomo el Evangelio y lo medito”.
En 2013, Francisco todavía afirmaba rezar los 15 misterios del Rosario todos los días, mientras se refería a los católicos como “contadores de rosarios”.
Imagen: © Mazur/cbcew.org.uk, CC BY-NC-ND, #newsPhymvjuazh
