Un signo de Dios llevó al crítico de Francisco a actuar
El sacerdote capuchino Thomas Weinandy fue llevado por un “signo de Dios” a publicar su áspera crítica del papa Francisco. Así lo explicó en un artículo en el blog de Sandro Magister.
Mientras estaba a comienzos de este año en Roma y evaluaba si debía escribir su crítica, Weinandy le pidió a Dios un signo: Dios debía enviarle durante la siguiente mañana a alguien que él no hubiera visto durante un largo tiempo, alguien a quien él nunca esperaría ver en Roma en ese momento y que no fuera de Estados Unidos, Canadá o Gran Bretaña. Además, esta persona debería decirle: “conserva la buena escritura”.
A la mañana siguiente el padre Weinandy fue a rezar a dos Iglesias de Roma y después se encontró con un seminarista para almorzar en un restaurante en la calle. En ese momento, el signo que él había pedido ya no formaba parte de sus prioridades en su mente. Los dos estaban sentados afuera del restaurante. Al final de la comida apareció un arzobispo entre dos automóviles estacionados frente a su mesa. Weinandy no lo había visto por lo menos durante veinte años.
Los dos se reconocieron inmediatamente. A causa de las recientes circunstancias personales del arzobispo, Weinanady nunca habría esperado verlo en Roma o en algún otro lado, excepto en su propia arquidiócesis.
Después de una corta conversación, el arzobispo le dijo a Weinandy: “conserva la buena escritura”.
Imagen: © Democracy Chronicles, CC BY, #newsUkvubctzvv
Mientras estaba a comienzos de este año en Roma y evaluaba si debía escribir su crítica, Weinandy le pidió a Dios un signo: Dios debía enviarle durante la siguiente mañana a alguien que él no hubiera visto durante un largo tiempo, alguien a quien él nunca esperaría ver en Roma en ese momento y que no fuera de Estados Unidos, Canadá o Gran Bretaña. Además, esta persona debería decirle: “conserva la buena escritura”.
A la mañana siguiente el padre Weinandy fue a rezar a dos Iglesias de Roma y después se encontró con un seminarista para almorzar en un restaurante en la calle. En ese momento, el signo que él había pedido ya no formaba parte de sus prioridades en su mente. Los dos estaban sentados afuera del restaurante. Al final de la comida apareció un arzobispo entre dos automóviles estacionados frente a su mesa. Weinandy no lo había visto por lo menos durante veinte años.
Los dos se reconocieron inmediatamente. A causa de las recientes circunstancias personales del arzobispo, Weinanady nunca habría esperado verlo en Roma o en algún otro lado, excepto en su propia arquidiócesis.
Después de una corta conversación, el arzobispo le dijo a Weinandy: “conserva la buena escritura”.
Imagen: © Democracy Chronicles, CC BY, #newsUkvubctzvv