◄ Santiago 3 ►El poder de la lengua1 Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos
de vosotros , sabiendo que recibiremos un juicio más severo.
2 Porque todos tropezamos de muchas maneras. Si alguno no tropieza en lo que dice, es un hombre perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.
3 Ahora bien, si ponemos el freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, dirigimos también todo su cuerpo.
4 Mirad también las naves; aunque son tan grandes e impulsadas por fuertes vientos, son, sin embargo, dirigidas mediante un timón muy pequeño por donde la voluntad del piloto quiere.
5 Así también la lengua es un miembro pequeño, y
sin embargo, se jacta de grandes cosas. Mirad, ¡qué gran bosque se incendia con tan pequeño fuego!
6 Y la lengua es un fuego, un mundo de iniquidad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, la cual contamina todo el cuerpo, es encendida por el infierno e inflama el curso de
nuestra vida.
7 Porque todo género de fieras y de aves, de reptiles y de
animales marinos, se puede domar y ha sido domado por el género humano,
8 pero ningún hombre puede domar la lengua;
es un mal turbulento
y lleno de veneno mortal.
9 Con ella bendecimos a
nuestro Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que han sido hechos a la imagen de Dios;
10 de la misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.
11 ¿Acaso una fuente por la misma abertura echa
agua dulce y amarga?
12 ¿Acaso, hermanos míos, puede una higuera producir aceitunas, o una vid higos? Tampoco
la fuente de agua salada
puede producir agua dulce.