¿Por qué si Dios es perfecto ha hecho un mundo imperfecto, donde campa el Mal? Esta es una de las preguntas más importantes para entender de qué va el mundo que nos rodea, y suele confundirnos durante …Más
¿Por qué si Dios es perfecto ha hecho un mundo imperfecto, donde campa el Mal?

Esta es una de las preguntas más importantes para entender de qué va el mundo que nos rodea, y suele confundirnos durante las situaciones desagradables de la vida, porque nos hace preguntarnos _¿Por qué, Señor? ¿Por qué si eres tan bueno, el mundo que has creado es a veces tan malo?

Dios, que tiene tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo (el Padre es Dios, el Hijo (Jesucristo) es Dios y el Espíritu Santo es Dios), es perfecto, es muy cierto.

Y si es perfecto sus creaciones son perfectas según el sentido de lo que haya querido crear. Dios lo hace todo bien. Y en el Génesis nos dice el Espíritu Santo a través de los hombres que lo escribieron, que cuando Dios creó el mundo, en cada una de sus etapas: "Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno" (Gn 1, 12.18.21.25)

Así que Dios no hace nada malo, porque Dios es el Bien. El Mal no es Dios, pero no es que sea el Mal otro dios diferente, sino que el Mal es sencillamente la ausencia de Dios, al igual que la oscuridad no es un segundo tipo de luz, la oscuridad es la ausencia de luz.

Entonces, Dios crea un mundo donde no existe el Mal, porque todo ha salido de sus manos, y Él es el Bien. No hay enfermedades, no hay catástrofes y no hay pecado. Pero al crear al Hombre (hombre y mujer los creó), quiso hacerlo muy diferente a todas las demás criaturas, nos hizo a su imagen y semejanza en muchas cosas, y entre ellas nos hizo con libertad. Esa libertad es muy peligrosa, porque si tú eres un general y en vez de mandar a tus soldados, les das libertad esperando que hagan lo que tienen que hacer, te arriesgas a que se rebelen contra ti, a que se maten entre ellos, a que roben, se alíen con el enemigo, etc. Pero como Dios no es un jefe militar sino un padre, quiso que sus hijos no fueran robots teledirigidos por Él, que pudiéramos incluso pecar. Dios confió en nosotros. Él sabía todo lo que iba a pasar, pero aun así no quiso arrebatarnos la dignidad de la libertad, porque un buen padre que ama a su hijo, no le quita la libertad a pesar de todo el lío que con ello el hijo vaya a armar.

Y el Hombre pecó. Adán y Eva pecaron, y junto con ellos todos nosotros también hemos participado en el pecado tantas veces, somos todos culpables como Adán y Eva. Al pecar el Hombre por primera vez (que se llama Pecado Original) desordenó la Naturaleza, porque el Hombre forma parte de la Naturaleza, de la Creación, y si el Hombre destruye la armonía, toda la Creación se desarregla: y empiezan a aparecer desórdenes: catástrofes, terremotos, tsunamis, enfermedades, etc. Es decir, que Dios no es el causante del Mal, sino el Hombre. Es como si la Creación quisiera mortificarse, purificarse, para compensar el pecado del Hombre, porque las criaturas de Dios: piedras, animales, plantas,... son buenas y de alguna manera purgan un poco el mal que nosotros estamos haciendo. Así mismo, la naturaleza psicológica del Hombre también enferma, y si antes teníamos un equilibrio perfecto que nos permitía ser santos con bastante facilidad, ahora nos es difícil no pecar, se nos hace cuesta arriba y nos hemos quedado con una inclinación hacia el Mal, una inclinación que podemos vencer con la ayuda de Dios, pero la tenemos. Así que aquel mundo bello y bueno ha quedado lleno de cosas malas, peligros y pecados, no por Dios, sino por el Hombre, que ha roto la casa tan bonita que le regaló el Señor. Este desorden no lo causa Dios pero sí es querido por Dios, ya que entra dentro de sus leyes y su Justicia, así que en la Biblia aparece como una maldición de Dios, un castigo de Dios. No es que Dios se haya ido y el mundo se haya desordenado, sino que Él, enfadado justamente, nos somete a esta prueba que durará hasta la muerte, y por tanto no es un castigo realmente sino un correctivo, algo así como un bofetón de un padre a su hijo, pero no es el castigo eterno todavía. A partir de ahora será para el Hombre más difícil ser santo, pero Dios nos ayudará si queremos serlo, y en todo caso esta situación solo durará hasta que nos muramos, momento en que nos volverá a dar otro Paraíso infinitamente mejor que el Paraíso terrenal primigenio, nos dará a Él mismo, seremos uno con Él, eso es el Cielo. Y para el que no haya querido estar con Él, para el que le haya rechazado: el Infierno, el cual es un castigo eterno de Dios, pero castigo justamente aplicado porque hay que querer ir al infierno para ir, hay que pecar voluntariamente; a nadie lanza Dios al infierno por capricho, sino que todos van porque han querido ir, porque han querido rebelarse contra Dios y han elegido el Mal antes que el Bien.

Y junto con esto están Satanás y los demonios tentando a los hombres para que pequemos y vayamos al infierno, los cuales son ángeles que un día decidieron fríamente (pues también tienen libre albedrío) rebelarse contra Dios. Y como apartarse de Dios significa quedarse en el no-Dios, en el Mal, pues si Dios es 100% Amor, el no-Dios, el infierno, los demonios son 100% odio. Y ese odio se manifiesta en quitarle a Dios sus hijos. El demonio nos tienta para hacerle daño a Dios, le pega a Dios allí donde más le duele, no nos tienta por nosotros, que le damos igual, lo que quiere es hacerle daño a Dios.

Y ese es el panorama que nos encontramos al nacer: un mundo lleno de desgracias naturales y de pecados, pero en cuyo trasfondo se adivina la belleza con que lo decoró Dios y la santidad de la que es capaz cada alma.

Pero entonces viene la "sorpresa", la Buena Noticia, y es que en teoría, si pecamos, nos apartamos de Dios y merecemos ir al infierno, pero Dios es tan bueno y nos ama tanto, que se hace Hombre (Cristo-Dios) y muere por nosotros para ofrecer su sacrificio a Dios Padre (que es Él mismo) y pagar así con su Sangre nuestro pecado. De manera que si pecamos, Dios nos da otra oportunidad si estamos arrepentidos de verdad: nos confesamos y la Preciosísima Sangre de Cristo-Dios paga por nosotros, de modo que salimos del confesionario limpios, como si no hubiéramos cometido pecado. Si morimos sin haber cometido otro nuevo pecado grave, ya vamos al Cielo -pasando quizá por el Purgatorio un tiempo para purificarnos-. Y la segunda "sorpresa", la segunda Buena Noticia, es que además de darnos a su Hijo para que nos salve, también nos da a su Madre como madre nuestra para que nos acompañe y ayude: la Santísima Virgen María. Ya hay que ser malo para ser condenado en un juicio en que nuestra abogada es la madre del juez, es una gran ayuda. Confiemos en María, que es la solución de todo, y por pecadores e incrédulos que seamos, jamás nos acostemos sin rezar las Tres Avemarías, que son prenda de salvación eterna.

En resumen: el Mal del mundo (el natural y el moral) no viene de Dios, son los efectos de apartarnos los hombres de Él. Cuando suframos ese mal no echemos la culpa a Dios sino quejémonos de nosotros mismos, de nuestros pecados, y soportemos ese mal cargando con la cruz que nos haya tocado y tomando como ejemplo a Cristo-Dios crucificado, que no solo vino a salvarnos sino a enseñarnos a llevar la Cruz de cada día. A veces no entenderemos el dolor, la tribulación, la persecución, la enfermedad, la desgracia,... porque todas estas explicaciones teológicas no consuelan más que intelectualmente, pero entonces miremos a Cristo-Dios en la Cruz y digámosle: Señor, Tú lo pasaste por mí, gracias por dejarme pasarlo yo también un poquito por ti y por mis hermanos. Y ánimo, que en pocos años se acaba esta vida de prueba y nos vamos a la Casa del Padre, donde estará Dios en sus tres personas, la Virgen, los santos y nuestros seres queridos, y seremos felices para siempre por toda la eternidad. Por eso el cristiano canta, el cristiano está alegre en medio de las dificultades arduas de la vida, porque tenemos padre y madre, porque tenemos Pan en la Eucaristía, porque tenemos Perdón en el confesionario, porque Dios nos ama hasta dar la vida por todos y cada uno de nosotros.
bear
Dios es perfecto y todo lo que ha hecho es perfecto! Con el primer pecado se arruinó el hombre y como consecuencia, la naturaleza.
vgg
Vg2: Claro que Dios hizo un mundo perfecto. Sólo que el hombre con su estupidez lo ha destartalado. El respeta nuestra voluntad y nuestra voluntad lo ha estropeado todo.
Angelo Lopez
JESÚS SE OFRECIÓ AL PADRE POR NUESTROS PECADOS
Desde el primer instante de su Encarnación, Jesús aceptó el designio de Dios sobre El. Así lo dijo a sus discípulos: “Mi alimento es hacer la Voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra” (Juan 4, 34).
Esta decisión de aceptar y realizar el designio del Padre, anima toda la vida de Jesús, hasta el instante mismo de su muerte. “El Hijo …Más
JESÚS SE OFRECIÓ AL PADRE POR NUESTROS PECADOS

Desde el primer instante de su Encarnación, Jesús aceptó el designio de Dios sobre El. Así lo dijo a sus discípulos: “Mi alimento es hacer la Voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra” (Juan 4, 34).

Esta decisión de aceptar y realizar el designio del Padre, anima toda la vida de Jesús, hasta el instante mismo de su muerte. “El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir, y a dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10, 45). Jesús aceptó libremente su pasión y su muerte, por amor a Dios, su Padre, y por amor a los hombres a quienes el Padre quiere salvar. “Nadie me quita la vida, yo la doy voluntariamente” (Juan 10, 18).

En la Ultima Cena con los apóstoles, Jesús expresó, con toda la fuerza que podía hacerlo, su ofrenda libre al Padre, en la institución de la Eucaristía como memorial de su sacrificio. “Esto es mi cuerpo que va a ser entregado por ustedes” (Lucas 22, 19). “Esta es mi sangre de la alianza que va a ser derramada por muchos para el perdón de los pecados” (Mateo 26, 28).

Finalmente, en la agonía de Getsemaní, Jesús puso su vida en las manos de su Padre y aceptó definitivamente su muerte como salvadora. La muerte de Jesús es el sacrificio que lleva a cabo la salvación definitiva de todos los hombres. Dios Padre nos entrega a su Hijo para reconciliarnos con El. Y Jesús, el Hijo de Dios, se ofrece a su Padre, libremente y por amor, para reparar nuestra desobediencia.

El “amor hasta el extremo” (Juan 13, 1), que Jesús siente por cada uno de nosotros, es el que da a su sacrificio el valor de redención y reparación, de expiación y de satisfacción por nuestros pecados.