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Vén y Sígueme: "Jesús y el Joven Rico" 1. El joven no queda satisfecho con la respuesta de Jesús sobre los mandamientos y le pregunta nuevamente: "He cumplido con todos, ¿qué me falta?". No es fácil …Más
Vén y Sígueme: "Jesús y el Joven Rico"

1. El joven no queda satisfecho con la respuesta de Jesús sobre los mandamientos y le pregunta nuevamente: "He cumplido con todos, ¿qué me falta?". No es fácil afirmar con certeza que ha cumplido con todos los mandamientos si se comprende la amplitud de las exigencias contenidas en la Ley de Dios. Aunque el joven pueda responder de manera afirmativa, reconoce que aún está lejos de alcanzar la meta, ya que al estar en presencia de Jesús se da cuenta de que le falta algo. En su respuesta final, Jesús señala esa conciencia de insuficiencia y, entendiendo el anhelo de una plenitud que supere la interpretación legalista de los mandamientos, invita al joven a emprender el camino de la perfección: "Si deseas ser perfecto, vende tus posesiones, da el dinero a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo. Luego, ven y sígueme".

2. Al igual que el fragmento anterior, este también debe ser interpretado en el contexto global del mensaje moral del Evangelio y, en particular, en el contexto del Sermón del Monte y las bienaventuranzas. La primera bienaventuranza se refiere a los "pobres de espíritu", es decir, los humildes. Podemos decir que las bienaventuranzas también se enmarcan dentro de la respuesta de Jesús a la pregunta del joven sobre cómo alcanzar la vida eterna. Cada bienaventuranza, desde su propia perspectiva, promete aquel bien que abre al hombre a la vida eterna, e incluso es la vida eterna misma.

3. Las bienaventuranzas no se enfocan en normas particulares de comportamiento, sino en actitudes y disposiciones fundamentales de la existencia. Sin embargo, no hay una separación o discrepancia entre las bienaventuranzas y los mandamientos, ya que ambos se refieren al bien y a la vida eterna. El Sermón del Monte comienza con el anuncio de las bienaventuranzas, pero también hace referencia a los mandamientos. Además, el Sermón muestra cómo los mandamientos se abren y se orientan hacia la perspectiva de la perfección que es inherente a las bienaventuranzas. Las bienaventuranzas son, ante todo, promesas que también implican indirectamente indicaciones normativas para la vida moral. En su profundidad original, son como un autorretrato de Cristo y, precisamente por eso, son invitaciones a seguirlo y a vivir en comunión con él.

4. No sabemos hasta qué punto el joven del evangelio comprendió el significado profundo y exigente de la primera respuesta de Jesús: "Si quieres entrar en la vida, cumple los mandamientos". Sin embargo, es cierto que la afirmación del joven de haber cumplido con todas las exigencias morales de los mandamientos constituye el fundamento esencial para que pueda surgir y madurar el deseo de la perfección, es decir, la realización de su significado a través del seguimiento de Cristo. El diálogo entre Jesús y el joven nos ayuda a comprender las condiciones necesarias para el crecimiento moral de aquellos llamados a la perfección. Aunque el joven haya cumplido con todos los mandamientos, se muestra incapaz de dar el siguiente paso solo con su propio esfuerzo. Para hacerlo, se requiere una libertad madura ("si quieres") y el don divino de la gracia ("ven y sígueme").

5. La perfección requiere una madurez en la capacidad de entregarse a uno mismo, a la que la libertad humana está llamada. Jesús indica al joven que cumplir los mandamientos es la primera condición irrenunciable para alcanzar la vida eterna. Sin embargo, abandonar todas sus posesiones y seguir al Señor se presenta como una propuesta: "Si deseas...". Las palabras de Jesús revelan la dinámica especial del crecimiento de la libertad hacia su plenitud y, al mismo tiempo, testifican la relación fundamental entre la libertad y la ley divina. La libertad del ser humano y la ley de Dios no se oponen, sino que se reclaman mutuamente. El discípulo de Cristo comprende que su vocación es a la verdadera libertad. Como proclama el apóstol Pablo con alegría y determinación: "Hermanos, ustedes han sido llamados a la libertad" (Gálatas 5, 13). Sin embargo, agrega: "No utilicen esa libertad como pretexto para la carne, sino sírvanse mutuamente con amor" (ibíd.). La firmeza con la que el Apóstol se opone a aquellos que confían su justificación en la Ley no tiene nada que ver con una "liberación" del ser humano de los preceptos, los cuales, de hecho, están al servicio del amor. Como dice: "Porque el que ama al prójimo ha cumplido la ley. En efecto, los mandamientos que dicen: 'No cometerás adulterio', 'No matarás', 'No robarás', 'No codiciarás', y cualquier otro mandamiento, se resumen en esta frase: 'Amarás a tu prójimo como a ti mismo'" (Romanos 13, 8-9). San Agustín, después de hablar sobre la observancia de los mandamientos como una libertad imperfecta, continúa diciendo: "¿Por qué alguien preguntaría por qué aún no es perfecta? Porque 'siento en mis miembros una ley que está en conflicto con la ley de mi razón'... Libertad parcial, esclavitud parcial: la libertad aún no es completa, ni pura ni plena, porque aún no estamos en la eternidad. Conservamos en parte la debilidad y, en parte, hemos alcanzado la libertad. Todos nuestros pecados han sido borrados en el bautismo, pero ¿ha desaparecido la debilidad después de que la iniquidad ha sido destruida? Si hubiera desaparecido, viviríamos sin pecado en la tierra. ¿Quién se atrevería a afirmar esto, sino el soberbio, el que no merece la misericordia del liberador?... Pero como aún nos queda alguna debilidad, me atrevo a decir que, en la medida en que sirvamos a Dios, somos libres, mientras que, en la medida en que sigamos la ley del pecado, somos esclavos" (Confesiones de San Agustín).

6. Aquellos que "viven según la carne" perciben la ley de Dios como una carga, e incluso como una negación o restricción de su libertad. Por otro lado, aquellos que son movidos por el amor y "viven según el Espíritu" (Gálatas 5, 16), y desean servir a los demás, encuentran en la ley de Dios el camino fundamental y necesario para practicar el amor elegido y vivido libremente. Además, sienten una urgencia interna, una verdadera necesidad, y ya no una restricción, de no conformarse con las demandas mínimas de la ley, sino de vivirlas en su plenitud. Este camino sigue siendo incierto y frágil mientras estemos en la tierra, pero la gracia lo hace posible al otorgarnos la plena "libertad de los hijos de Dios" (Romanos 8, 21) y, en consecuencia, la capacidad de responder en la vida moral a la sublime vocación de ser "hijos en el Hijo".

7. Esta llamada al amor perfecto no está reservada exclusivamente a una élite de personas. La invitación de "ir, vender lo que tienes y dárselo a los pobres", junto con la promesa de "tener un tesoro en los cielos", se dirige a todos, ya que es una radicalización del mandamiento de amar al prójimo. De manera similar, la siguiente invitación de "venir y seguirme" es la nueva forma concreta del mandamiento de amar a Dios. Los mandamientos y la invitación de Jesús al joven rico están al servicio de una caridad única e indivisible, que naturalmente tiende a la perfección, cuya medida es Dios mismo: "Sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto" (Mateo 5, 48). En el Evangelio de Lucas, Jesús aclara aún más el significado de esta perfección: "Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso" (Lucas 6, 36).

Síntesis:

En síntesis, el diálogo entre Jesús y el joven adinerado nos invita a reflexionar sobre el camino hacia la perfección y la relación entre la libertad humana, los mandamientos y el amor. A pesar de cumplir los mandamientos, el joven busca algo más, reconociendo que hay una carencia en su vida. La respuesta de Jesús apunta a una comprensión más profunda, invitándolo a superar una interpretación legalista de los mandamientos y a seguir el camino de la perfección.

La perfección no es una meta exclusiva para unos pocos privilegiados, sino que es una llamada universal. Requiere una libertad madura, el desapego de los bienes materiales y el seguimiento fiel de Jesús. La libertad y la ley divina no están en conflicto, sino que se complementan y se necesitan mutuamente. La ley de Dios se convierte en el camino esencial para vivir el amor auténtico y libremente elegido.

Las bienaventuranzas del Sermón del Monte también brindan orientación en este camino hacia la perfección, prometiendo el bien que nos abre a la vida eterna. Estas bienaventuranzas no se limitan a normas específicas de comportamiento, sino que se refieren a actitudes y disposiciones fundamentales de nuestra existencia.

En este camino, la gracia divina juega un papel crucial. La plena libertad de los hijos de Dios nos capacita para responder a la llamada de amar perfectamente, siguiendo el ejemplo de Cristo.

CONCLUSIÓN:

A. En Mateo 19:16-30, se narra el encuentro de Jesús con un joven rico que le pregunta qué debe hacer para tener vida eterna.

B. Jesús le responde que si desea entrar en la vida, debe obedecer los mandamientos; a lo cual el joven pide una lista específica de ellos.

C. El joven asegura haber cumplido con todos estos mandamientos y pregunta qué más puede hacer.

D. Entonces, Jesús le dice que si quiere ser perfecto debe vender todo lo que tiene y darlo a los pobres para así tener riqueza en el cielo y luego seguirle.

E. Jesús aprovecha este momento para enseñarles algo importante a sus discípulos sobre la dificultad de los ricos para entrar al Reino de Dios.

F. Finalmente, advierte que muchos primeros serán últimos mientras otros últimos serán primeros refiriéndose posiblemente al hecho de cómo muchas personas privilegiadas pueden estar más alejadas del Reino de Dios que los pobres y humildes.

Resumen:

En resumen, el pasaje de Mateo 19:16-30 nos muestra la importancia de estar dispuestos a dejar todo lo que tenemos por seguir a Jesús. El joven rico que se acercó a Jesús buscando respuestas tenía una gran riqueza material pero no estaba dispuesto a renunciar a ella para seguir al Maestro. Esto lleva a Jesús a enseñarles tanto al joven como a sus discípulos sobre la dificultad de los ricos para entrar en el Reino de Dios.

La respuesta clave de Jesús es que si alguien quiere ser perfecto, debe vender todo lo que tiene y darlo a los pobres, porque esto les permitirá acumular tesoros en el cielo. Si bien esta respuesta puede parecer extrema y difícil, es importante entenderla dentro del contexto más amplio del mensaje cristiano sobre la generosidad y la humildad.

Al final del pasaje, encontramos una promesa reconfortante para aquellos que han dejado todo atrás por Cristo: recibirán cien veces más en este mundo y también tendrán vida eterna. En resumen, debemos estar dispuestos siempre a poner nuestra fe y lealtad en Dios antes que cualquier otra cosa material o terrenal.